Fue una verdadera final, más allá de la protesta de puntos de Atenas, había sed de revancha.
Los jugadores Apaches, querían demostrar, y demostrarse, que podían derrotar al multicampeón Rivadavia en el rectángulo de juego.
Entendieron el mensaje, por esa razón fue un primer cuarto típico de guión cinematográfico donde, en teoría, el más débil vulneraba todos los circuitos de juego de la bestia a vencer.
Así el Apache se quedó con su octavo título 96-79, algo que no fue opacado por el final bochornoso en el que reinaron las piñas y no los festejos.
Con su típica defensa aguerrida, hombre a hombre y con Sergio Rosales flotando en la zona de los tiros libres para evitar la penetración y descarga de Diego Cabañez, Atenas neutralizó al pivot más alto de Mendoza, "Chiquito" Trejo (2,09 mts).
En ataque la paciencia la mayor virtud del Apache, sumado a la mano caliente de Joel Sierra que con seis triples, de seis intentos, el dueño de casa sacó una diferencia de 18 puntos (31-13).
En el segundo cuarto Atenas jugó con la diferencia que tenía a su favor y continuó apostando a su defensa personal, con cambios de marca y atrape al poste bajo y al poste alto.
Por su parte, Rivadavia insinuó una leve reacción ya que logró dominar, por momentos, la zona pintada pero no estuvo efectivo. Apenas sumó 15 puntos y 8 fueron de tiro libre.
Sergio Pedemonte, el DT Apache, movió el banco de relevos y le dio descanso a Matías Estalles y Joel Sierra, por su parte Rivadavia sólo pudo descontar tres puntos y se fue al descanso largo con una desventaja de tres puntos (43-28).
En el tercer capítulo Rivadavia recuperó la memoria, propuso su típico juego individual, 1 contra 1 de Nicolás Seoane y así se ilusionó con meterse en el juego, en el medio apareció de nuevo la mano caliente de Sierra que con 5 puntos consecutivos (un triple más) que le permitieron al elenco de San José estirar de nuevo la diferencia a 16 en el cierre del tercer cuarto: 76-50.
En el último cuarto la inteligencia desde el banco de suplentes de Atenas hizo que el conjunto Apache apostara, obviamente, a todos ataques estacionados, con la premisa de seis o siete pases, como mínimo, antes de atacar el aro. Y fiel a su costumbre, cortinar siempre a Estalles.
Claro que juveniles de la casa como Sergio Rosales, Agustín Blanco, Gabriel Rivero tuvieron el coraje y la actitud necesaria para demostrar que se puede apostar a un proyecto con jugadores de las inferiores.
Rivadavia dependió demasiado del juego individual de Facundo Alberici, pero en defensa falló ante los diversos sistemas ofensivos propuestos por el dueño de casa. También le pasó factura la falta de rebotes ofensivos y defensivos por los que Atenas anotó muchos puntos en segundas jugadas.
Fue un partido ideal, jugado con mente y cuerpo y fue un campeonato festejado a más no poder, porque este campeón demostró tener sangre Apache.
Un campeón con sangre Apache
Atenas Sport Club le puso fin a la hegemonía de Centro Deportivo Rivadavia y se consagró como el nuevo monarca del básquet mendocino.
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