Perseverancia y conciencia. Con esas dos palabras se puede sintetizar lo que hizo la Asociación Deportiva Anzorena en la última década. En su momento apostó a las fuerzas básicas y los resultados luego se coronaron con vueltas olímpicas en Primera. Después los cañones apuntaron hacia la Liga Nacional B.
Allí se sufrió como lo hace cualquier principiante pero, cuando hizo pie, se convirtió en uno de los equipos más respetados de la competencia -ahora Torneo Federal-.
Es cierto que en las últimas temporadas faltó esa cuota de suerte que todo equipo necesita para seguir encaminado tras los grandes objetivos, pero lo importante, más allá de la competencia, fue consolidar una base de jugadores de la casa que muy pocos tienen. Por caso, los Aguilera, Schestakow, Hernáez y Furlanetto -que llegó desde Murialdo-, se han ganado un respeto y dejaron de ser jugadores de rol para convertirse en fuertes apuestas cuando tienen la pelota en sus manos.
Decimos perseverancia y conciencia, porque aquel trabajo que arrancó hace una década ahora está dando sus frutos. La dirigencia supo aguantar cuando algún descabellado exigía sortear obstáculos, cuando no había siquiera infraestructura. Ahora hay estadio, un grupo de trabajo que se consolidó con Figueredo y que demostró que, sumando sacrificio, puede conseguir cosas importantes. Hace poco se ganó el torneo doméstico y se destronó a otra institución que le sigue sus pasos, como Rivadavia. Ahora, el desafío es mantener los resultados en el tiempo e ir por el salto de categoría.
