Campaña kirchnerista con olvidos y sonrisas

Campaña kirchnerista con olvidos y sonrisas

Carlos Sacchetto - csacchetto@losandes.com.ar - Corresponsalía Buenos Aires

Con todos los candidatos confirmados y el período proselitista ya habilitado, el calendario electoral ha comenzado su cuenta regresiva. Luego de la definición de la fórmula presidencial integrada por Daniel Scioli y Carlos Zannini, y superadas las controversias internas que esa nominación provocó, en el kirchnerismo hay una suerte de alegría en crecimiento.

Están convencidos de que podrán dar a la campaña electoral un clima festivo, y que ese jolgorio contribuirá a conquistar el voto de sectores no politizados de la sociedad. Con ese plus -se ilusionan- podrían triunfar en primera vuelta y desbaratar así el plan de confrontación directa entre continuidad o cambio que propone el frente opositor encabezado por Mauricio Macri. Argumentan razones atendibles para elegir ese camino.

Un funcionario que forma parte de los equipos que elaboran líneas de acción estratégicas para proponer a Cristina Fernández, sostiene que luego de 12 años de gobierno el Frente para la Victoria tiene innumerables éxitos para exhibir y que sólo es cuestión de comunicarlos de manera correcta. Incluye en ese inventario todo lo bueno que hizo el Gobierno y que hasta la oposición reconoce.

Antes de que comience con su enumeración, se lo apura con otra pregunta: "¿Y cómo ocultarán todo lo malo?" Ahí aparece la destreza política de Cristina.

Borrados 
Remover y despejar muchos de aquellos asuntos conflictivos que la oposición podría utilizar como cuestionamientos ruidosos, ha sido un fino trabajo planificado por la Presidenta.

Cuando señalen al procesado vicepresidente Amado Boudou como una vergüenza protegida por el oficialismo, los candidatos del Gobierno podrán decir que está a disposición de la Justicia, que quedó a la intemperie política porque no se lo benefició con ninguna candidatura a cargos que le otorguen fueros, y que camina en soledad por un desierto hacia el 10 de diciembre cuando termina su mandato.

Quizás de manera apresurada, el kirchnerismo considera que Boudou ya no es un problema para ellos aunque la Justicia lo lleve a juicio oral por la causa Ciccone.

En ese expediente está acusado de haber liderado la compra ilegal de esa imprenta privada que era la única del país en condiciones de hacer dinero, cheques, acciones o títulos universitarios. Ante el escándalo judicial y mediático que sobrevino, la Presidenta dio la orden de estatizar la imprenta.

Hasta en las entrañas mismas del oficialismo reconocen que para actuar de ese modo Boudou contó siempre con un guiño de su autoridad política, es decir, Néstor y Cristina Kirchner. Pero ahora lo consideran un caso cerrado que no tendrá influencia en la campaña electoral.

Es obvio que para que eso ocurra, el Gobierno se habrá asegurado que en todo el recorrido que le falta al vicepresidente por los pasillos de la Justicia, no abrirá la boca para señalar a sus mandantes.

El otro caso notable es el del general César Milani, blanco de todas las críticas opositoras y también de organismos cercanos al Gobierno por estar acusado de violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar.

El oportuno pedido de pase a retiro de Milani lo aparta de un espacio muy sensible que debilitaba al kirchnerismo y lo exponía a una lapidación inevitable en plena campaña electoral. Para el kirchnerismo, embarcado en la búsqueda de su continuidad en el poder, también Milani ya es historia, aunque en realidad no lo sea.

Visiones 
Los mismos kirchneristas que enfatizan que la campaña de Scioli-Zannini será un muestrario de alegrías por todo lo conseguido, y de festejo para los sectores beneficiados por el modelo, afirman que la embestida del Gobierno contra la Justicia cuenta con más adherentes que detractores. Sin dudas, otra mirada estrecha de la realidad.

La operación que el oficialismo ejecutó el jueves en el Consejo de la Magistratura para apartar al juez Luis María Cabral como subrogante en la Cámara de Casación Penal, tiene una enorme dimensión política.

Esa Cámara es la última instancia penal antes de la Corte Suprema y el objetivo oficial no fue solamente evitar un fallo favorable a la inconstitucionalidad del memorándum firmado con Irán, sino también designar jueces políticamente afines que garanticen la impunidad a funcionarios involucrados en causas que están en esa instancia.

La maniobra se suma a muchas otras que el kirchnerismo realiza con el mismo fin: mantener el control de los principales tribunales para asegurarse tranquilidad judicial ganando o no las elecciones de octubre. La Presidenta lo ha planteado siempre como un objetivo democratizador de la Justicia pero seguramente nadie que comprenda de modo cabal lo que es la democracia podrá celebrarlo como un éxito.

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