Después de un arranque con pocas luces y algunas sombras, el camino de la Selección argentina parece haberse despejado tras el triunfo ante Uruguay, en su última presentación en La Serena. El equipo de Gerardo Martino alcanzó la punta del grupo, que comparte con Paraguay, y el sábado tendrá la inmejorable chance de asegurar el primer puesto ante la débil Jamaica en Viña del Mar.
El debut en la Copa América no había sido el esperado y el empate final ante los guaraníes habían despertado una serie de interrogantes. Una ambición casi desmedida y errores a la hora de los cambios, entre las críticas más repetidas por parte de la prensa y el hincha común.
Por esto, ante Uruguay la prueba de fuego era doble. Primero había que ganar para no poner en riesgo la clasificación después revalidar la forma con una buena actuación colectiva. Y Argentina, pese a algunos sobresaltos sobre el final del juego, donde Romero fue figura, cumplió.
Los ingresos de Pablo Zabaleta y Lucas Biglia resultaron determinantes en todo sentido. El lateral del Manchester City fue la salida clara que quería desde el fondo Martino y en ataque siempre fue opción para abrir la cancha por la derecha y arrastrar la marca para dejarles espacio a los volantes o meter el centro.
Casualmente el gol de Sergio Agüero para el 1-0 final llegó tras un centro perfecto de Zabaleta, tras un gran pase al vacío de Pastore. Esto no hizo más que justificar de la mejor manera una de las variantes que metió el entrenador nacional.
La otra, la de Biglia por Banega también dio sus frutos. Porque si bien el volante del Sevilla de España había sido uno de los mejores en el primer tiempo ante Paraguay, Martino quería más equilibrio en el mediocampo. Y el jugador de Lazio también aprobó. Junto a Mascherano fueron unos leones , para marcar, quitar y jugar.
Pero quien terminó siendo vital fue Javier Pastore. El crack cordobés cargó con la creación en los momentos en que Messi no aparecía y demostró porque Martino lo tiene muy en cuenta y arrancó la Copa de titular. Esta vez tuvo mayor número de pases correctos y participación activa. Tanto en el inicio de los ataques como cuando tenía que dar una mano para recuperar.
Arriba Sergio Agüero paga con goles y si bien no ha tenido muchas opciones, siempre se las arregla para crear peligro. Potencia y fuerza para aguantar el balón cuando el equipo necesita una pausa.
En líneas generales el juego que pretende Martino, y del que están convencidos los jugadores, pudo mantenerse durante más tiempo en cancha. Fueron 60, 70 minutos de salidas por abajo, triangulaciones y pases profundos. El ideal está más cerca.
También hay que destacar el coraje que tuvo Messi para bancarse el juego rudo del rival y plantarse en más de una ocasión para copar la parada en el buen sentido. En el mano a mano siempre es brillante y tuvo un par de arranques como los del Barcelona para hacer delirar a los hinchas argentinos. La Selección tenía que mejorar y lo hizo. Había que corregir errores y cumplió. Ahora el camino es más claro y la ilusión sigue tan intacta como cuando comenzó la Copa.