“La literatura no retrocede ante las fronteras de lo desconocido. Por el contrario, proporciona guías de exploración”, comienza el prólogo de Marisa Pérez Alonso para “Viajero”, un libro de nueve relatos que atraviesan la geografía, las costumbres y las personas que laten ahí afuera: en los rincones de Cuyo.
“Roger” Aguilera es un escritor andariego. Hace nueve años, en medio del Valle de Uco, se dio cuenta de que había perdido su mate. Un hombre de campo adentro le regaló el suyo.
Era un regalo de su padre, un tesoro personal. Se desprendió del objeto sin egoísmos: “Tome, después déselo a alguien que lo necesite”, dijo.
A Roger la idea le quedó rondando en la cabeza: no sólo porque entiende que el mate implica un ritual compartido sino porque propicia, además, el intercambio de historias.
Al año siguiente, Roger tomó el camino de los promesantes que atraviesan el secano a pie desde Mendoza hacia el Santuario de la Difunta Correa, en San Juan.
Mientras descansaba en una vieja estación de tren, una nena “que pispeaba desde lejos con la vergüenza de los niños solitarios”, se acercó a convidarle un mate tras la orden de su madre.
Roger sintió que ése debía ser el primer intercambio. Recibió uno y entregó el guardado. Así, este maestro de escuela que ha enseñado muchos años en Lagunas del Rosario se lanzó a escribir la primera etapa de su nuevo libro.
Ya había editado “Penales en la siesta”, una antología de cuentos de fútbol. Esta vez, concentraría su otra pasión: el camino, el cruce y contacto amistoso con la gente de puestos remotos; la narrativa oral del andar.
Apuntes, fragmentos reordenados, inmersiones en la intimidad y crónicas de cada posta, empezaron a dar forma a “Viajero”, un libro que, desde el comienzo, se presenta como inspirado en una “cadena de mates”.
Pero no sólo son las historias que Roger se encuentra en su recorrido de mochilero cuyano las que trazan el interés del libro. Paso a paso, Aguilera sigue la huella de una cartografía casi secreta, la de los caminantes.
Aquellos que rumbean entre médanos o algarrobos y que encuentran señales y postas en parajes que, para el habitante de la ciudad, resultan desconocidos.
“Al fin cruzamos el asfalto indiferente de aquellas necedades del destino y nos fuimos tranqueando hacia el Boquerón, último refugio en el que pululan las botellas llenas de agua fresca debajo de las jarillas, y las vacías colgadas de los chañares y algarrobos señalando el camino indefinido de los arenales”.
Personajes históricos y legendarios aparecen en las llanuras huapeanas. O tal vez, como en los arenales, la historia y los mitos se infiltran, decantan, anidan en la memoria profunda: como la sombra de Santos Guayama, líder del pueblo Huarpe, el gaucho lagunero, el “hombre que murió nueve veces”.
“No tiene destino quien viaja, y mucho menos un horizonte de justicia”, dice el narrador, “Cobijado entre mis lastres llevaba el mate que doña Marta me entregara, un tesoro quizá”.
Sobre el canto del viento, con aires de música folk, Roger descansa en el Valle de la Luna. Ahí ceba, esta vez, entre los recuerdos de su abuelo camionero. Su brújula lo lleva al norte solitario.
Curiosidad por ir tanteando la poesía popular que plasma rabiosamente sus pareceres, sus impresiones, sus versos en canciones que todo el mundo conoce o que completan el circuito.
Nueve años, nueve mates. Y, finalmente, nueve relatos. Ése es el mapa del “Viajero” textos escritos en los rincones de esta región que, al comienzo, pueden enganchar al lector por el lado del breve anecdotario, pero donde esto de lo “íntimo” va resignificándose tras pasar cada página para alejarse de la historia biográfica y convertirse en un verdadero mapa sentimental, en una auténtica cartografía de lo olvidado.
"Viajero"
Autor: Rogelio Aguilera
Editorial: Zeta Digital
