Las promocionadas ventas en largas cuotas "sin interés" (explícito, por que ya estaba incorporado en el precio), fueron un estímulo para la compra de artefactos para el hogar.
Las tarifas de electricidad y gas congeladas eran un incentivo más para llenar las viviendas, negocios, oficinas, de aires acondicionados y heladeras, mejorando el confort de los habitantes.
Pero también hipotecando el futuro, el sistema energético del país y el presupuesto de las familias. Los cortes de energía eléctrica en verano, con las consiguientes pérdidas de alimentos y sufrimientos, lo atestiguan.
Como toda fiesta, sin ahorros que la sustenten, un día se acaba, la fiesta se termina y las facturas hay que pagarlas. Hay que volver a la realidad.
Esto es lo que está ocurriendo desde diciembre de 2015, hasta ahora.
El sinceramiento de los datos de inflación, reconstrucción del Indec mediante, nos ha permitido de a poco comprender que la inflación existe, aunque la política del gobierno la ha reducido considerablemente.
La progresiva reducción de los subsidios a la electricidad y el gas, nos fueron obligando a entender que no se podía seguir consumiendo sin mirar las facturas.
La obligación de sincerar las tasas de interés en las compras con tarjetas de crédito fue en la misma dirección. El consumidor fue recuperando una racionalidad en el uso de sus ingresos, adormecida en mundo parecido a "jauja".
Interesantes notas sobre cambios en los hábitos de compras y consumo, basadas en investigaciones de consultoras especializadas, publicadas en nuestro Suplemento "Economía", así lo demuestran. Lo mismo ocurre en otros medios del país.
El fenómeno capta cada vez más el interés de quienes estudian estos temas y del público en general. Diversos aspectos pueden resaltarse en estos cambios.
Uno de los más llamativos es el desplazamiento de las compras familiares, especialmente las mensuales, del canal de los hipermercados al canal mayorista.
Se destaca en este aspecto que el volumen de ventas de los mayoristas a las familias ya equipara a los hipermercados. Los autoservicios, supermercados y almacenes conservan su participación.
En este desplazamiento influyen diversos aspectos, por cierto el precio. se estima que en promedio el ahorro del consumidor es del orden 15%, comprando en el mayorista.
Pero también influyen cambios importantes en el rubro mayorista, aumento de la cantidad de locales y más cercanías con los consumidores, adaptación de los mismos para las compras familiares, igualmente de los envases para esas compras.
A estos aspectos debe sumarse que las empresas mayoristas han sumado sus propias marcas en rubros de consumo masivo; en muchos casos la elaboración de esos productos se hace en sus propios establecimientos industriales.
Por otro lado, las consultoras advierten un cambio cultural en los consumidores que están dejando de lado el prurito de consumir "primeras marcas", porque advierten que las "segundas" o "propias" del mayorista no difieren demasiado de las otras. El consumidor procura optimizar la aplicación de su ingreso limitado.
Un párrafo especial merece el trabajo de las consultoras sobre las ofertas y promociones de los supermercados. Se refieren al enojo que las mismas producen en lo compradores que no pueden saber cuál es precio real, y con razón prefieren que bajen los precios aunque haya menos ofertas.
Sostienen las investigaciones que el consumidor "tiene una percepción creciente de engaño y trampa".
En resumen se advierten cambios muy positivos en la conducta de los consumidores, de los proveedores mayoristas y ya en algunas cadenas de supermercados. Poner racionalidad en los procesos de distribución y comercialización será en beneficio de la mayor parte de la población.
