Los cambios son las armas que posee un entrenador para cambiar el curso de un partido, para modificar aquello que trabajó en la semana pensando en el rival de turno.
Y así como los motivos del triunfazo que conquistó Godoy Cruz en San Juan tienen su razón de ser en las decisiones que tomó Gabriel Heinze durante el partido, las causas de aquél primer tiempo horrendo, mal jugado y dando enormes ventajas a la hora de defender, también se deben a las determinaciones que el entrenador de Godoy Cruz tomó en la semana previa al clásico.
¿Por qué? Sencillo. El mediocampo García, Jerez Silva y Pol Fernández tenía su bautismo de fuego nada menos que en un clásico, con toda la adversidad que suponía enfrentar a un San Martín en alza y ante su público.
La intención era clara. Con los cambios (¿todos tácticos o algo más?) el técnico buscaba darle otra fisonomía al equipo. La ecuación debía ser sencilla.
Si el DT dejaba en el banco de suplentes a Fernando Zuqui, uno de los exponentes más potables de un plantel carente de jerarquía, es para que el equipo tenga mayor fluidez y juego en la mitad de la cancha. Sin embargo, nada de eso sucedió. Al menos en el primer tiempo, Godoy Cruz fue más de lo mismo. Fue de mayor a menor. Hasta los quince minutos, Godoy Cruz controló el partido. San Martín lo cocinó a fuego lento.
Y en ese lapso, explotó las falencias de un conjunto que tiene momentos de desconcentración y recibe golpes que hasta ayer eran lapidarios. De hecho, era la sensación que se percibía luego del tanto de Toledo, una foto del cine mudo. Otro error inadmisible que fue motivo de una fuerte discusión y "pase de factura" entre el capitán Ceballos y Jerez Silva. A partir de ahí, el equipo fue un descontrol total.
Y si no se fue al descanso con uno o dos goles más en contra fue por obra y gracias de que el derechazo de Navarro se fue ancho y porque el propio Ceballos despejó en la línea el tanto de Figueroa.
Los cambios demoraron unos minutos en llegar. A los 10’, Heinze admitía uno de sus errores y Zuqui estaba en cancha para darle fluidez en el control. Y unos minutos después, Gonzalo Díaz saltaba al campo para darle explosión en los metros finales.
A esa altura, desde el banco había llegado una orden determinante: Angileri a la derecha, Leandro Fernández al andarivel zurdo. Y desde ahí, tanto el goleador, como el juninense, encontraron la llave para abrir la defensa.
Ardente se exigió para mandar al córner un remate desde afuera del ex Defensa. San Martín no era el mismo y Godoy Cruz era otro.
El momento clave llegó con el cabezazo de Ortiz que devolvió el palo y Fernández empujó. Fue un golpe anímico tremendo. Del sufrimiento al desahogo en un abrir y cerrar de ojos. Y la ráfaga no terminó allí. Porque minutos después, Angileri sacó varios cuerpos de ventaja con su tranco, enganchó y tiró el centro que pegó en la mano de Ledesma.
Del resto se encargó Fernández. 2-1 y chau mufa. Mientras San Martín se desmoronaba como un castillo de naipes, el Tomba se hacía más fuerte. Ni la expulsión de Angileri lo amilanó. Todo lo contrario. Sacó a relucir su carácter en la adversidad. Ganó una verdadera prueba de fuego y sí, cambió la historia.