La sanción de la ley provincial 8.815 -que faculta a municipios a cambiar nombres de calles, plazas y otros sitios que tengan referencia a figuras que intervinieron en la Revolución Libertadora- resulta un notable ejemplo de reparación histórica por parte de la Legislatura. Viene a derogar el decreto emitido por el entonces interventor Roberto Nazar para bautizar arbitrariamente lugares públicos con nombres de personajes que participaron en el golpe de 1955 y en el gobierno militar.
Fuera de los pormenores jurídicos del caso y de las complicaciones prácticas que esta ley traerá a los vecinos -implica el cambio del registro de inmuebles, impuestos, cuestiones sucesorias, etc.-, resulta interesante considerar la forma en que se eligen los nombres de los lugares públicos que tan presentes están en la vida diaria de los mendocinos.
No es la primera vez que las denominaciones priorizan a algunos personajes históricos por encima de otros. Es sabido que en las calles de nuestra ciudad priman los nombres de figuras unitarias (por ejemplo Lavalle, Rivadavia) por sobre personajes federales. Se da como contrapartida el olvido adrede, en la toponimia, de figuras tan importantes como José Félix Aldao, caudillo federal por excelencia de nuestra provincia y dos veces gobernador, marginado de la historia provincial de cuño liberal.
En relación al siglo XX basta comparar el caso de Emilio Civit, con su avenida amplia y arbolada en el corazón de la quinta sección, con el de su contrincante político José Néstor Lencinas quien, pese su gran popularidad, sólo cuenta con una calle en la zona de San José, fuera del radio capitalino.
Obviamente el peronismo también fue un parteaguas en la historia provincial en cuanto generó, al igual que el lencinismo, masivas adhesiones y también muchos rechazos, plasmándose estos últimos en actos como el decreto aludido de Nazar, comparable con las medidas administrativas de "desperonización" que encaró el gobierno militar de Aramburu a nivel nacional.
Últimamente ha sido tema de debate la cantidad de lugares que se han bautizado con el nombre de Néstor Kirchner, y se ha afirmado que es una medida propagandística del oficialismo actual que se equipara con la época del primer peronismo, cuando los nombres y figuras de Perón y Evita empezaron a figurar por doquier, incluso en el nombre de lo que hoy es La Pampa o para el caso de Mendoza en Malargüe, que fue denominado "Departamento General Perón".
Lo cierto es que estos bautismos han sido fogoneados por los oficialismo kirchneristas y votados legítimamente por Concejos Deliberantes o Legislaturas, pero sin consultar la opinión de la ciudadanía.
El debate de fondo que nos debemos como sociedad estriba, a mi entender, en la forma en que se deciden los nombres de los lugares públicos.
La urgencia política o el interés de un régimen (sea democrático o militar) por ensalzar determinadas figuras, han sido la mayor parte de las veces los criterios para imponer, de forma arbitraria e inconsulta, la toponimia con la que luego convivimos todos.
Considero que deberían pensarse otros formatos de selección que den amplia participación a los vecinos de los lugares involucrados -quizás hasta consultas populares departamentales-, pues sólo la intervención efectiva de la ciudadanía en estas decisiones puede hacer pesar la sabiduría popular que, a través del voto, ejercerá un sano equilibrio entre los intereses de la propaganda política partidaria y el genuino interés por ensalzar la figura de personajes históricos con valor simbólico para toda la sociedad, más allá de su ideología o pertenencia partidaria.
Esto habilitaría también que tengamos calles con nombres de figuras valiosas no vinculadas sólo a la política, como René Favaloro, Mercedes Sosa, Nicolino Locche, Julio Cortázar, Antonio di Benedetto y tantos otros que hoy están valorizados en el subconsciente colectivo pero fuera de las plazas y los carteles azules de las esquinas de la provincia.
Andrés Abraham - DNI 34.625.419