El Universo como sistema dinámico es un conjunto estelar de cuerpos celestes, gases, órbitas, energía y, básicamente, movimiento. El Sistema Solar al que pertenecemos es un subsistema del propio Universo y la Tierra, que es un cuerpo celeste del Sistema Solar, es a su vez un subsistema de éste.
El movimiento orbital del planeta Tierra y la propia rotación sobre su eje indican movimientos infinitos a los cuales deben adaptarse todos los seres vivientes que la habitan, ya que a cada momento van generando situaciones diferentes sobre su superficie, mares, montañas y pampas, a las que la vida, de cualquier forma que se exprese, se va adaptando para la supervivencia.
Durante miles de años el conocimiento humano fue aplicado a las actividades primarias de subsistencia y preservación. Recién en los últimos siglos, el hombre ha dedicado sus mejores exponentes a estudiar los sistemas y su comportamiento, es decir, cómo interactúan entre sí y qué efectos producen.
Algunos científicos están hablando de que el cambio climático podría tener como una de sus causas la propia dinámica espacial y, en ella, los mencionados cambios orbitales de la Tierra pueden estar generando acercamientos y alejamientos según las regiones respecto del Sol y también con relación a su propio eje. Esto, dicen, podría significar mayores temperaturas en algunas regiones y menores en otras, fenómenos que estarían directamente relacionados con el cambio climático.
No obstante, en ese proceso de adaptación de la vida, los seres vivos también van modificando el medio ambiente, a los efectos que éste no les sea hostil sino conveniente para el desarrollo de su vida con acciones que modifican la naturaleza, positiva o negativamente en muchos aspectos, como por ejemplo, en las temperaturas, los vientos, la calidad del aire, la pureza del agua, etc.
De todos modos, lo más concreto parece ser que la vida es el gran modificador del medio ambiente desde el momento que cada ser viviente respira oxígeno y expele anhídrido carbónico, usa todos los recursos naturales a su alcance para generarse alimento y confort, y contamina sus suelos y mares con sus desechos.
Todo esto está relacionado con las necesidades primarias de los seres vivos y esto cerraría razonablemente bien si todo el proceso se guiara por la cadena de vida en la cual todos los seres vivos se alimentan de seres vivos y sus propios residuos también son alimento de seres vivos cuyo último eslabón podría ser la bacteria.
Pero, ¿dónde estaría entonces la argumentación de los cambios dañinos para el medio ambiente? Porque si un humano se alimenta de un cerdo y éste de cereales o gramíneas y los desechos de ambos son comida de gusanos y éstos de bacterias todo quedaría limpio como al inicio del proceso.
El principal origen de los cambios medio ambientales perjudiciales debe buscarse básicamente en el hombre, en su deseo de poder y riquezas y en su irracionalidad. Son las necesidades secundarias las que provocan los cambios que hacen mayores daños ambientales y su satisfacción nace con la Revolución Industrial, a fines del siglo XVIII.
A partir de allí hemos conseguido los avances científicos y tecnológicos que han mejorado la calidad de vida del hombre pero al elevado costo del empeoramiento del medio ambiente evidenciado por la contaminación de los recursos vitales, el aire, el agua y los suelos y la destrucción de buena parte de la biodiversidad existente.
A partir de allí la humanidad se ha visto en la necesidad de debatir un concepto relativamente nuevo, que es la sustentabilidad, que tiende a crear un equilibrio entre el desarrollo económico al mismo tiempo que hacer uso racional de los recursos naturales con el fin de asegurar la vida confortable indefinidamente.
Este principio de sustentabilidad no tiende a discontinuar la utilización de dichos recursos en los procesos productivos sino que promueve su uso racional, ordenado y administrado, tendiendo a la aplicación cada vez mayor de energías alternativas renovables y hasta más eficientes en el mejoramiento de dichos procesos que puedan ir reemplazando los combustibles fósiles.
El mundo actual está prestando atención a esta discusión que por estos días está presente en todos los foros internacionales específicos, porque con una población humana de más de 7.000 millones de habitantes y un crecimiento anual de 70 a 80 millones el efecto de cambio no pasará desapercibido e irremediablemente afectará el futuro de nuestro planeta.
No son sólo los países ricos los responsables de llevar adelante medidas o políticas preservadoras del medio ambiente, aquellos que tienen las mayores poblaciones humanas son también responsables de la contaminación y también de generar políticas que contribuyan a disminuir la presión sobre los recursos naturales que son los que aseguran una vida saludable en la Tierra.
Ambos grupos son los que tienen el destino de nuestro planeta en sus manos, ya sea para preservarlo de la destrucción o bien para generar los cambios necesarios para nuevas adaptaciones a ellos.
El 11 de diciembre pasado, más de 180 países, el nuestro incluido, se han expresado en París en la Cmnucc (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) más comúnmente denominada COP21, para hacer aportes y acuerdos que permitan asegurar la continuidad de la vida sin riesgos en el planeta y no repetir el irresponsable fracaso del Protocolo de Kioto, vigente desde febrero de 2005. Todos debemos vigilar que estos compromisos se cumplan.