Una sombra inesperada recorre el paisaje político que el Presidente daba por seguro para el año electoral.
Mauricio Macri ya tenía asumido un calvario de elecciones locales desgranadas antes de octubre. Domingos en los que la oposición festejaría la retención de sus territorios. Lo que no esperaba era un goteo de elecciones internas en su coalición. Un calendario en el que los candidatos propuestos por la Casa Rosada concluyan instalando la imagen de una derrota.
Refieren algunos integrantes de la comitiva que acompañó al Presidente a la gira por Oriente que Macri se mostró en todo momento entusiasmado por las señales positivas que recibió de sus interlocutores, en línea con lo ocurrido en la última reunión del Grupo de los 20. Pero aprovechó las largas horas de viaje para intercambiar opiniones sobre el escenario político argentino, de cara a su intento de reelección.
Las evaluaciones que le acercaron fueron cautelosas. Desde el triunfo interno del radicalismo pampeano sobre un candidato de probeta, el oficialismo sólo ofreció a la sociedad muestras de divergencia. En contraste, la oposición se esmeró para acelerar sus gestiones de unidad.
Visto en perspectiva, ese escenario no pudo ser más inoportuno. Esta vez la misión del Fondo Monetario Internacional se abrió a consultas más amplias que el equipo de Ni
colás Dujovne. El acreedor garante de la transición escuchó a todos. Sus préstamos son al país, no al gobierno de Cambiemos.
Los violinistas del crucero desatendieron esa clave y se entregaron con displiscencia a la exhibición de sus conflictos internos.
En La Pampa el oficialismo quedó fisurado después de una elección interna en la que el PJ logró reunir a todas sus vertientes en una propuesta unificada y se encamina a retener el gobierno provincial.
Algunos referentes de Cambiemos reaccionaron tratando de coagular la hemorragia en Santa Fe. El PRO y la Coalición Cívica se apresuraron a reconocer la candidatura del radical José Corral.
En Córdoba la disputa se agravó con discursos corrosivos. Luis Juez, el candidato a la intendencia propuesto por la Casa Rosada, fue al hueso con la crítica a la gestión del intendente Ramón Mestre. Y Mestre recorrió la televisión porteña auspiciando una disidencia contra la candidatura de Macri.
En Mendoza la tensión no cede. El PRO sostiene su desafío a la candidatura impulsada por el gobernador Alfredo Cornejo para su sucesión. En Tucumán, donde el peronismo sigue fisurado y el gobernador Juan Manzur ya adelantó la fecha de elecciones, Cambiemos tiene cuatro candidatos enfrentados.
Pero hay un eje clave donde el conficto en Cambiemos parece haber extraviado el rumbo. Ninguna encuesta seria posiciona a ningún referente radical en condiciones de ganarle a la expresidenta Cristina Fernández. Para esa pelea de fondo, en la que se juega el destino del país, sólo califican -y con serias dificultades por la crisis económica- el presidente Macri o la gobernadora María Eugenia Vidal.
Esta condición central de cualquier estrategia competitiva se convirtió en subalterna en la fiebre pospampeana del oficialismo nacional. Acaso alineado en la táctica corporativa de su parcialidad política, ni el excandidato radical Ernesto Sanz pareció excluirse del hervor.
El discurso de la captación por vía interna de los desencantados de Cambiemos suena inverosímil si se observa el panorama de la oposición.
Como ocurrió en La Pampa, Cristina Fernández ha conseguido enhebrar acuerdos con el peronismo en una cantidad creciente de distritos locales. En algunos casos obtu
vo una acogida silenciosa de los migrantes de La Cámpora en las estructuras del PJ. En otros gestionó pactos disimulados de convivencia.
Pero en su territorio más fuerte realizó una demostración de fuerza. El PJ bonaerense juntó a su dirigencia para exponer las fragilidades de Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey en el distrito. Massa respondió acercándose al exministro Roberto Lavagna.
En el peronismo sindical, Hugo Moyano juntó a un conglomerado de gremios y organizaciones piqueteras para anunciar un nuevo plan de agitación social.
La maledicencia de tribunales agregó en simultáneo la lectura política de los fallos que viene despachando la nueva mayoría de la Corte Suprema de Justicia. Sentencias anunciadas de un impacto fiscal tan vasto y evidente que de ningún modo podría desatender la misión del FMI ocupada en el monitoreo del déficit cero.
La reagrupación del peronismo parlamentario para voltear su decreto sobre la extinción de dominio, llevó al presidente Macri de regreso a una mirada escéptica sobre la oposición: al final del día terminan durmiendo juntos. Sirios y troyanos -como innovó la diputada Graciela Camaño- lo esperarán unidos esta semana en el inicio del año parlamentario.
Como le ocurrió con el gradualismo en la economía, Macri está arribando en política a un punto ciego, donde no le alcanzará con la queja. Está urgido a unificar su coalición, mal que le pesen a los discursos sobre la conveniencia presunta de un jubileo de deliberación interna.
Porque enfrenta puertas adentro el riesgo de sucumbir frente al peor de los pecados: hacer lo que parece correcto por las razones equivocadas.