Pese a formar parte de la misma alianza política y del mismo clima de ideas que los llevó al poder, el gobierno provincial de Alfredo Cornejo y el nacional de Mauricio Macri parten de orígenes y causas bien diferentes. Acaban de cumplir dos años de gestión y ya se puede -y debe- hacer un balance tentativo de ambos.
Cornejo heredó una situación política de anarquía, donde el poder se encontraba muy disperso ya que el gobernador anterior, Paco Pérez, apenas expresaba a una ínfima parte del peronismo y al final de su mandato ya se le habían sublevado todos sus apoyos, desde los nacionales a los municipales. Además, Mendoza venía perdiendo influencia nacional, por lo que hacia dentro y hacia afuera estaba empequeñecida, intrascendente.
Macri, por el contrario, heredó una situación autoritaria donde prácticamente una sola persona detentaba la suma del poder público. Cristina Fernández quería someter todas las instituciones del país, desde los poderes como el judicial a los contrapoderes como el periodismo.
En síntesis, Cornejo heredó la anarquía y Macri el autoritarismo. Y a combatir cada uno contra el mal que heredó, dedicaron prioritariamente sus dos primeros años de gestión.
Cornejo constituyó una amplísima alianza política con la que logró mayorías legislativas propias. Mientras que Macri eligió una alianza más restringida por lo que no posee las mayorías para decidir por sí. Por eso sus estrategias fueron diferentes.
Cornejo se dedicó a reunificar el poder político sabedor de que sería muy difícil gobernar con tal heredada dispersión en la toma de decisiones. De a poco fue sumando en su persona todos los atributos reales del mando.
A diferencia de Pérez, que todo lo debía negociar con la presidenta, los intendentes, su propio partido, la oposición radical y los sindicatos del Estado, hoy Cornejo no necesita de absolutamente nada de eso.
En la Nación es mucho más respetado de lo que lo fuera el gobernador anterior. Su partido, los municipios e incluso la misma alianza oficial influyen poco (esta semana hubo un conato de rebelión interna porque está extendida la creencia de que el Gobernador se corta demasiado solo, pero por ahora no se trata más que de advertencias), a los sindicatos les ha quitado el poder que éstos se habían apropiado de cogobernar en algún modo con el Ejecutivo. Al Poder Judicial lo tiene en la mira mientras que la oposición carece de líderes y está demasiado fragmentada para representar alguna alternativa.
Macri, en cambio, debió ser mucho más transaccional, en particular con la oposición peronista, que si se reunificara podría impedirle casi toda acción de gobierno. Pero lo más interesante de su gobierno es que liberó a las instituciones del autoritarismo anterior.
No buscó, como Cristina, tener su justicia y su prensa propias, con lo cual ambas se dispersaron, tanto para bien como para mal. La Justicia está produciendo una serie impresionante de detenciones con respecto a la cúpula del gobierno anterior, con mayores y menores fundamentos y por las más variadas razones.
Se trata de una Justicia que quizá no haya tenido aún ningún cambio sustantivo en su interior, pero que debido al nuevo clima imperante está produciendo hacia afuera cambios sustantivos.
No es un mani pulite ni un lava jato, pero en lo exterior se parecen. Sólo los acusados dicen que los jueces obedecen órdenes del gobierno, como aducen todos los políticos corruptos en todas partes del mundo, pero la verdad se parece mucho más a una liberación de fuerzas que ha explotado luego de tantos años de presión sobre la Justicia.
Y esa Justicia que se dejó presionar hoy actúa por sí sola con la torpeza de quien estuvo sojuzgado y ahora de golpe y porrazo puede hacer lo que antes ni siquiera se imaginó. Por eso genera cosas tan interesantes como dudas variadas.
El periodismo no es que sea mejor que el de antes, pero ya no se divide entre K y no K, entre oficialista y resistente, sino que se ha diluido en mil alternativas. Una dispersión notable, quizá en demasía, pero que es preferible a las antinomias maniqueas de tiempos pasados.
En síntesis, de ahora en más Cornejo necesita que todo el poder concentrado en su persona pueda construir mejores instituciones locales y recuperar el protagonismo nacional perdido. Para eso deberá ser capaz de compartir ese poder concentrado y allí se verá la valía de su liderazgo.
En tanto, Macri requiere reforzar las bases materiales de su gobierno para lograr un dinamismo económico que por ahora lo tiene a mal traer, y traducir los incipientes acuerdos con la oposición en una nueva institucionalidad que acabe definitivamente con los riesgos de anarquía que produjo el 2001 y los de autoritarismo que produjo el kirchnerismo.
Ambos, Macri y Cornejo, han recibido en las últimas elecciones la dosis de confianza suficiente para que Cambiemos y Cambia Mendoza puedan cambiar para bien al país. La pelota está en su campo.