Sergio López tiene 27 años, vive en Villa Madero (La Matanza), es fanático de San Lorenzo y no tiene trabajo. Lo que tiene, y vale mucho, es una platea para ver la segunda final de la Libertadores. Vale por una cuestión sentimental y sobre todo porque no hay más a la venta. Y busca trabajo. Quiere trabajar.
“Soy hincha y socio de San Lorenzo. También soy abonado a la Copa Libertadores. Por eso pude conseguir una platea para la final. Es una platea original para el sector Oeste”, le dijo a Toda Pasión este hincha que sueña con ganar la Libertadores, pero también con conseguir un trabajo formal.
Sergio publicó en Mercado Libre su platea por el valor de 150 pesos, lo mismo que él pagó en las boleterías del club. Pero el precio es simbólico porque cualquier hincha de San Lorenzo pagaría muchísimo más por ver al Ciclón en la final de América. “Hasta un hincha de Huracán me propuso trabajo. Estoy contento. Espero que me salga algo concreto”.
“Yo entrego la entrada a cambio de un trabajo formal”, cuenta. “No tengo una casa que mantener porque vivo con mi familia, pero quiero conseguir un trabajo en relación de dependencia. Ya hace un tiempo que estoy desempleado”, agrega con ilusión. La misma que tiene por ver a San Lorenzo levantando la copa.
“Ya recibí propuestas y tengo que mandar el CV (Currículum Vitae) a varios lugares. También tengo que ir a entrevistas de trabajo, estoy contento. Por suerte me llamó mucha gente”, dice a un día del partido más importante de la historia azulgrana.
Incluso, Sergio cuenta con sorpresa que “no solamente me llamaron hinchas de San Lorenzo, también de Boca, de River, hasta de Huracán...”.
Al momento de la publicación de esta nota, este fanático todavía tenía la platea, y si no podía cerrar el trabajo que está buscando con tanto anhelo, mañana estará en el Gasómetro alentando al Ciclón.
“Es el partido de mi vida; solamente la entrego si consigo el trabajo”. Así vive las horas previas a la finalísima, entre llamados, emails con propuestas serias y otras no tanto, y promesas que tal vez nunca lleguen a cumplirse.
Eso sí: aferrado a San Lorenzo, que mañana puede darle dos grandes alegrías.
Denuncia de falsificación
Hace casi cuatro días que el cartel de: “No hay entradas” fue colgado por la dirigencia de San Lorenzo, después de jornadas de filas interminables en las puertas del predio Lorenzo Massa, esperas que llevaron la paciencia al límite y cuestionamientos varios por la modalidad de expendio.
Los 40.000 tickets previstos para la parcialidad local para el partido de vuelta de la gran final ante Nacional de Paraguay volaron tan rápido como se largó la reventa a través de Internet, con precios que superan los 5.000 pesos y llegan hasta los 9.000.
Entre la nutrida oferta que engorda la red no todo es lo que parece. Por ello, la dirigencia del club de Boedo presentó una denuncia por la comercialización de entradas de protocolo falsas (las originales, distribuidas entre sponsors del torneo, patrocinadores de la institución, jugadores y cuerpos técnicos, son 1.175) y advirtió a los hinchas de esa situación, para evitar momentos incómodos.
La posibilidad de que surgieran 900 lugares más en el estadio Pedro Bidegain, a partir de la colocación de tribunas tubulares al pie de la platea Sur, quedó en la nada, luego de que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no aprobara esa instalación.
Con esa chance descartada, algunos optaron por un plan mucho más temerario: viajar a Asunción para adquirir alguna de las 4.400 entradas destinadas a los simpatizantes de Nacional.
“Como máximo se venderán 2.500”, admitió el presidente del club paraguayo, Arístides Dumas, quien atribuyó la poca euforia a motivos de seguridad (“Muchos tienen miedo de la gente de San Lorenzo, porque es catalogada como peligrosa”, explicó). Como sea, algunos hinchas del Ciclón encontraron allí su ventana para la gran final.
Quienes no puedan acceder al Nuevo Gasómetro, deberán seguir el encuentro por televisión (transmitirán Fox Sports, la Televisión Pública y DeporTV) en sus casas o en la de algún amigo, pero no en la emblemática esquina de San Juan y Boedo.
Allí estaba prevista la instalación de una pantalla gigante, pero el Gobierno porteño tampoco lo permitió, por motivos de seguridad.
