"Calle angosta, calle angosta/La de una vereda sola/ Yo te canto porque siempre/ estarás en mi memoria" reza el tema de José A. Zabala. Es que la Calle Angosta tiene su tema, también tiene su fiesta y una rica historia que ha trascendido la modernización de Villa Mercedes para quedarse en un eterno presente que revaloriza las cosas de antes, los tiempos de carretas, cuecas y tonadas.
Hacia fines del siglo XIX detrás de la estación del tren un pasaje era utilizado por los carros y carretas que llegaban desde el norte de San Luis con sus productos para embarcarlos en el ferrocarril con destino a Buenos Aires. Llegaban por la calle de los Álamos y tomaban este callejón para doblar por la calle ancha. Esa vía se hizo más estrecha aún cuando la estación alambró su perímetro quitándole otro par de metros de ancho.
Pronto sobre el frente norte de la arteria en cuestión se fueron levantando modestas casas principalmente pertenecientes a empleados ferroviarios. Así fue como la Calle Angosta quedó de una sola vereda.
En cuanto a la extensión, las letras históricas mercedinas hablan que hacia 1922 los pasos a nivel fueron los responsables de sus límites. Uno hacia la intersección con Belgrano y el otro con Los Álamos siendo el molino Fénix el que termina de cerrarla. "Sos la calle más humilde/ De mi tierra mercedina/ En los Álamos comienzas/ Y en el molino terminas".
Dicen que durante el día las damas eran las que transitaban la senda hacia los almacenes de ramos generales que la poblaban, pero por las noches la cosa se tornaba exclusivamente para los hombres. El vino o el vermú eran infaltables después de la jornada laboral; las guitarreadas, la consecuencia necesaria.
Calle Angosta, calle Angosta/ Si me habrán ladrau los chocos/ Un tun-tun, ¿quién es? Ya estaba / a dos picos la tonada.
Cabe destacar que, por lo general, esos comercios tenían robustos mostradores con grandes escaparates, latas y bolsas de arpillera en cada rincón con todos los elementos necesarios para la subsistencia de un hogar. Muchos de ellos resguardaban un cuarto hacia el interior. Ése era el hábitat natural de los parroquianos noctámbulos que hacían, de las cuecas y las tonadas, su entretención natural. Por supuesto el negocio de Don Cándido Miranda era uno de los populares.
Tradicionales boliches/ Don Manuel y Los Miranda/ Frente cruzando las vías/ Don Calixto, casi nada. Cantores de aquel entonces/ Allí en rueda se juntaban/ Y en homenajes de criollos/ Siempre lo nuestro cantaban.
Cada año, cuando despunta diciembre, desde 1984 la calle Angosta tiene su fiesta. Las guitarreadas inician la celebración al folclore nacional y a la cultura local, con testigos de diversos lares del mapa que se acercan para embeberse de tradiciones. Mientras tanto todos tararean la cuequita de José Adimanto Zabala.
El resto del año se la puede recorrer, con el boliche de Don Miranda y el magnífico predio cultural, recreativo y turístico con importantes murales y esculturas, las artesanías típicas y otros espacios que se aggiornan a estos tiempos, dando lugar a nuevas generaciones.