"Éramos matrimonios jóvenes cuando llegamos, ahora somos todos abuelos", resume Edith Guerchi de manera impecable la historia de su barrio. Una mirada por el lugar completa la definición: hombres "tomando fresco" en la vereda, puertas y ventanas abiertas, calles con mucha sombra y poco movimiento, sus nietos gritando y riendo y un grupo de mujeres en uno de los patios opinando entre mate y mate sobre los problemas del país.
Las Calandrias nació en 1987 en San Carlos como un barrio de policías, al que luego se fue sumando gente de distintas profesiones, que venían sufriendo el problema de la falta de una vivienda. Por entonces, era el último sitio poblado del sur de la villa cabecera. Hoy sus 82 casas se pierden en la red de complejos habitacionales que se extienden entre este distrito histórico y Eugenio Bustos.
El 'Policial II' -con ese nombre lo identificaba la gente del lugar al principio- se extiende a lo largo de seis manzanas. Está delimitado por las calles Bernardo Quiroga, Independencia, Sargento Cabral y Maestri. Cuenta con una hermosa y pintoresca plaza, un jardín nucleado para los niños de la zona y numerosos comercios. "Aquí hay un negocio casa por medio", grafica Nelson Pinilla.
Tranquilo ("son las siete de la tarde y por acá no pasa ni un vehículo"), seguro ("no hay robos, nos avisamos cuando salimos y nos cuidamos las casas"), fresco ("en pleno verano, acá tenés que abrigarte cuando cae la tarde") y -sobre todo- una gran familia. Así describen los vecinos de Las Calandrias el lugar donde eligen vivir y el que no abandonarán "hasta pasar a mejor vida", aseguran.
El mejor de los regalos
"Cuando cumplía 44 años -el 31 de octubre del '43- se me acerca una señora en la calle y me felicita emocionada. Yo creía que era por la fecha, pero había visto publicado mi nombre en la entrega de casas. ¡No lo podía creer! Fue el mejor día", recuerda Edith.
Como muchos de sus vecinos, ella había pasado por numerosas fincas antes de pisar su propio hogar. "Entonces, yo vivía en un campo de Casas Viejas. Cuando llegué acá, me parecía un sueño. Tenía luz y no debía salir a buscar agua con tachos", relata la mujer.
Pero la construcción de Las Calandrias arrancó con "el pie izquierdo". Cuando habían iniciado la obra, vino el terremoto de 1985 y debieron suspenderla, ya que la Provincia requería el financiamiento para ayudar a los damnificados. Recién logró terminarse en 1987.
Mirta Lorca recuerda el gran acto inaugural, con la presencia del entonces intendente Miguel Natalio Firpo y el gobernador Santiago Llaver. "Fue una alegría muy grande cuando nos entregaron las llaves. Hasta ese momento vivíamos con nuestras hijas en casa de mis padres", contó la vecina.
Un policía hoy retirado de San Carlos -Jacinto Montiel- fue el que realizó todos los trámites para armar la cooperativa de construcción de este complejo. El mismo fue llevado a cabo por el Instituto Provincial de la Vivienda, a través de la mutual de los agentes policiales (AMSA). Las casas sobrantes las sortearon luego entre sancarlinos que estaban demandando una solución habitacional.
El grupo nunca contó con una unión vecinal. Tampoco tuvieron que reclamar religiosamente ante las autoridades para obtener el gas, las cloacas y el asfaltado de las calles; todos servicios que obtuvieron sin problemas antes de 2007. Incluso, nadie sabe a ciencia cierta de dónde proviene el nombre que hoy tiene el barrio. "Es que las vecinas cantamos como las calandrias", ironizan algunas de las habitantes del lugar.
Las frondosas arboledas constituyen hoy uno de los íconos del sitio. Sin embargo, quizá sea su espíritu de "gran familia" que lo marcó desde sus inicios lo que mejor defina su ambiente cotidiano. "Hasta hace poco, sacábamos todas las mesas a la calle y celebrábamos las Fiestas con una gran cena familiar", comenta Nelson.
"Jugábamos a las bolitas, a la pelota en la calle, éramos una gran patota de niños", cuenta Guillermo Guzmán y agrega en referencia a sus vecinas: "Ellas nos han visto crecer, nos han cuidado desde bebés".
El hecho de que las casas, al principio, no contaran con medianeras colaboró aún más con el tejido de lazos afectivos. El cruzar por los patios sin ningún pudor, "chusmeando" algo al pasar o aprovechando para pedir una taza de azúcar, se convirtió en una tradición común a todos en Las Calandrias.
Casi un centro comercial
Hoy es un barrio, por lo general, habitado por matrimonios grandes. Algunos de sus hijos se quedaron a vivir allí y muchos otros buscaron construir su futuro en otras zonas de San Carlos.
Sus habitantes tienen repartidos los trámites entre dos distritos. Para los controles médicos, gestiones bancarias y las compras en el supermercado se dirigen a Eugenio Bustos.
Mientras que las cuestiones administrativas municipales tienen su centro en la misma villa cabecera. Incluso dentro del barrio funcionan las dependencias de Vialidad Nacional y de la Dirección de Vivienda municipal.
También, se encuentran a pocas cuadras de la escuela primaria Flor María Irene Marín de Maestri y de la Matías Sapiola, que tiene 137 años de trayectoria y en la que han estudiado la mayoría de las personalidades del departamento. Para el nivel secundario, recurren al colegio Fuerte de San Carlos.
Salir a comprar algo a último momento no les significa un problema a los vecinos. En Las Calandrias la mitad de las familias parece tener un comercio. Hay desde carnicería, pañalera, productores de aceitunas, heladería y hasta venta de productos de limpieza.
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Las Calandrias: tranquilo y familiero, al sur de la villa cabecera de San Carlos
Lo conocen como el ‘Policial II’ porque sus primeros habitantes fueron policías. Nació en 1987 y se destaca por sus arboledas.
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