Calamuchita y sus encantos de invierno

El precioso valle de la provincia mediterránea prepara el patio para las vacaciones que se vienen.

Calamuchita y sus encantos de invierno

Uno sale de Mendoza con rumbo Este y no pasa nada. Atraviesa San Luis por la cintura, y tampoco pasa nada. Gambetea Río cuarto, y sigue sin pasar nada. Hasta que llega al Embalse Río Tercero, y entonces empieza a pasar algo. A pasar mucho. Pasa, que está en Calamuchita.

El valle encantado de Córdoba, que en verano invita a la zambullida en ríos y lagos, y en estas vacaciones de invierno que se vienen, a disfrutar de sus bucólicos paisajes serranos (a veces bendecidos de nieve), sus tradiciones de origen centroeuropeo, sus eventos multitudinarios y su traza, que enamora. Allí mismo comienza la delicia. El dique es un agasajo inmenso, que cubre de orillas las localidades de Embalse, La Cruz, Villa del Dique y Villa Rumipal.

Tentempié rendidor, paraíso del amante de los deportes náuticos (las tablas de windsurf y jet esquíes son una constante a lo largo del año), y primera muestra de las montañas per se, que se anticipan materializadas en colinas tenues y coquetas, y horizontes prometedores. Más de llanuras es el vecino Dique Piedras Moras, otro coloso que baña de vida a Almafuerte.

Pero es después de la postal acuática que arranca lo realmente bueno. A medida que la ruta provincial 5 pide norte, el asfalto juega con el sube y baja, y las panorámicas se ensanchan dejando memorias de alfombras verdes.  A la derecha, cerquita de la carretera, las Sierras Chicas imitan el carácter de los mediterráneos, confianzudos y alegres sin importar el cómo ni el cuándo.

A la izquierda, alejadas y marcando el todo con su silueta estremecedora, las Sierras Grandes cuentan de los baqueanos, introvertidos y amables, poéticos e inexpugnables. La resurrección, acaso, de los Comechingones, los habitantes originarios de la región. El combo de las dos cadenas montañosas, es el resumen del sentir cordobés.

Tras la visita a Santa Rosa (corazón de la movida estival), Villa General Belgrano presenta la famosa herencia alemana. El pueblo pareciera haber sido teletransportado desde Baviera.

Ayudan a la fantasía el estilo teutón de la arquitectura, la madera de los carteles, las fábricas de cerveza artesanal (hay más de una decena), el caminar de paisanos de rictus medido, ojos claros y rubias cabelleras (“gringazos”, dirían en la capital provincial), y arroyos y bosques de pinos que pululan en el rededor.

Las semillas de estos últimos fueron traídas por los primeros inmigrantes centroeuropeos (llegaron a partir de 1930), muy empecinados ellos en dar a la zona una apariencia alpina. Vaya si lo lograron.

Aquello se nota también en las adyacencias de Los Reartes (de los asentamientos más antiguos del centro del país, el testimonio lo dan las construcciones antiquísimas), Villa Berna, Villa Ciudad Parque y el precioso Dique Los Molinos (el extremo norte del valle). Pero sobre todo en La Cumbrecita, la aldea de mayores reminiscencias germanas.

De querer visitar éste, el único municipio peatonal de la Argentina, hay que abandonar la ruta principal y subir hacia el oeste por camino asfaltado (un billar). Ya en las alturas, surgen opciones de caminatas varias, mientras el balcón natural que es el pueblo regala unos paisajes inolvidables. Infinitos los pinos que ocupan las laderas. Benditas laderas. Más si el clima decide pintarlas de mantos blancos.

Hacia el Champaquí

Todavía arriba, las sensaciones a invierno andan dichosas en localidades como Villa Yacanto, El Durazno (aislado del mundo, un río cristalino y pedroso y bosques de pinos le marcan la impoluta silueta), Pinar de los Ríos y San Miguel de los Ríos (hay que ver las praderas que bajan al curso de agua, hay que verlas).

También en la parte alta de valle está Villa Alpina. Un caserío que hace honor al nombre en base a más y más bosques, los que disfrutan todo el año una treintena de habitantes. Los envidia uno, verdísimas las quebradas que miran, cantor el arroyo que sienten. Ellos viven de los turistas que aterrizan para llegar allá, a la cima del mítico Champaquí. 

El mayor cerro de la provincia y sus casi 2.800 metros de altura representa todo un desafío. Para domarle la cúspide, se recomiendan un par de días de caminata, con pernocte en alguno de los varios refugios de montaña o en las estancias dispuestas a tales fines.

Se puede incluso contratar los servicios de guía de las gentes que allí residen, gauchos buenos, verdaderas cabras de monte, en el objetivo de completar la aventura. Ésa que deposita al viajero en los techos de Córdoba, con la magia de Calamuchita a sus pies.

Fiestas bien de la época

En armonía con el espíritu de la época, los habitantes del valle celebran desde hace décadas sendas fiestas populares que tienen a la comida regional y los espectáculos de todo tipo como figuras estelares. Son citas que bien representan la idiosincrasia del pago, que han ganado espacio con el paso de los años y que hoy por hoy corporizan un importante elemento a la hora de seducir al viajero.

Entre las principales opciones destacan dos: La Fiesta del Chocolate Alpino de Villa General Belgrano y el llamado Sabores Serranos, con sede en Santa Rosa de Calamuchita.

La primera (en su 31° edición) tendrá lugar en tres fines de semana consecutivos: del 10 al 13, del 15 al 19 y del 22 al 26 de julio, con actividades desde el mediodía y hasta la madrugada. El Salón de Eventos Municipal es el anfitrión de la cita, de la mano de una ambientación muy bien lograda, que remite a la de los festivales del centro de Europa.

Allí, decenas de puestos ofrecerán variedad de platos de aquella parte del mundo (salchichas con chucrut y carré de cerdo con puré de manzana, los máximos exponentes). A la hora del postre, sobresalen las tortas y tartas (la selva negra y el pastel de manzana o apfelkuchen a la cabeza) y el tradicional fondue de chocolate (a cada visitante se le proporciona un brochette de frutos silvestres para sumergir en el preparado).

Otro baluarte del convite son los shows artísticos. Danzas y música de cantidad de países (participan colectividades de Alemania, Suiza, España, Italia, Paraguay y naciones árabes, entre otras), y diferentes géneros (tango, jazz, folclore), se suman a las exhibiciones para niños (obras de teatro, títeres y proyección de películas), materializando casi 90 horas de espectáculos.

En tanto, la 16° entrega de Sabores Serranos verá acción los días 10, 11, 17 y 18 de julio, en las instalaciones del Salón de Usos Múltiples (SUM) de Santa Rosa.

De raigambre más criolla, el evento propone un menú a base de comidas como cabrito, locro, empanadas, humitas y bagna cauda, además de escabeches, salames, quesos, dulces caseros, chocolates y postres en general. En cuanto a los números artísticos, habrá danzas de distintos países, shows infantiles y mucho folclore.

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