No hay que apurar el paso, ni la marcha del auto. Las sierras cordobesas invitan al descanso, pero no a un reposo, sino más bien a alejarse de la pesada cotidianidad.
Contemplar desde la ventanilla los paisajes de elevaciones y verdes perennes, de aguas que bajan en hilos y el transitar cansino de sus poblados, ya predispone a esa desconexión de lo habitual.
Santa Rosa de Calamuchita al pie de las Sierras Chicas muestra sus más de 400 años de historia desde sus construcciones pasando por los relatos a los que ningún turista escapa.
Pero es su entorno el que conquista, por ello hay que andar afuera, paseando. Los miradores situados en lugares estratégicos dan un panorama excepcional.
Y quizá llegar a ellos caminando. Un trekking al Cerro Vía Crucis permite no solo meterse de lleno en el trabajo percibiendo los increíbles aromas a hierbas y accediendo de a poco, a parajes más encantadores.
La duración de la caminata es de aproximadamente una hora, mientras se recorren las 14 estaciones religiosas, con una dificultad media a baja.
Caminar hacia la Cascada es otra posibilidad por el faldeo de las Sierras Chicas cruzando senderos hasta llegar a una caída de 6 metros que forma una olla natural de agua cristalina.
La duración de la expedición auto guiada es de 50 minutos aproximadamente -desde la confitería El Aguila-.
Pero si no quiere más ejercicio que el disfrute, un recorrido por los talleres de los artesanos será gratificador. En el centro urbano las casas de souvenirs, tejidos artesanales y diversos objetos realizados con materias primas locales son un verdadero placer.
El denominado Paseo de los Artesanos, el local de los Microemprendedores o la Galería de Arte Quiroga, en la que se exponen obras de artistas cordobeses que se valen de los elementos naturales también para sus creaciones. Así incluyen piedra, cuero y madera, por ejemplo.
4 siglos después
Para los que gustan conocer a fondo los destinos nada mejor que comenzar con un paneo, el que brinda el Museo de Historia y Arqueología Estanislao Baños, allí el legado de los primeros habitantes.
Resulta que la zona era habitada por los Comechingones, agricultores y ceramistas. Con la colonia y el sistema de encomienda las tribus y sus tierras ingresaron al reparto y comenzaron los trabajos que luego devengarían en las posteriores estancias.
En el museo se pueden observar diversos elementos de la primera comunidad y valiosos restos arqueológicos.
El Museo de Arte Religioso de la Capilla Vieja por su parte, da un salto en la historia y comienza a contar sobre el paso de los jesuitas que también por aquí dejaron su impronta. De hecho ellos propiciaron este enclave urbano.
Entre los objetos más preciados se encuentra Santa Rosa de Lima que data de unos 250 años y un crucifijo tallado en quebracho blanco por los aborígenes.
Un paso por la Estancia es obligado, era la posta para el recambio de caballos en los viajes por el interior y aún hoy continua siendo lugar de encuentro.
También el sabor serrano
El viajero no tendrá su viaje realizado sino degusta las delicias serranas, cuya variedad habla de los inmigrantes que llegaron para instalar sus costumbres pero también de las raíces bien arraigadas.
Así el inmejorable cabrito asado, pasando por el argentinísimo locro, tamales o las versiones de empanadas criollas, hasta la bagna cauda, la delicia italiana con tintes propios o los chacinados herencia española, y tanto más.