La caída del mercado inmobiliario local

La preocupación que alcanza a los distintos eslabones de la cadena de nuestra principal industria, la vitivinícola, ha quedado reflejada en los hechos. De acuerdo con lo señalado por la Cámara Argentina de Inmobiliarias Rurales, 2012 fue el peor año en una década para las operaciones de compra y venta de predios. Admite que existe actualmente una parálisis en la actividad y destaca que no hay perspectivas de que durante el año en curso se pueda llegar a modificar la situación. Lo grave del caso es que el tema no responde a problemas de la propia industria, sino a medidas económicas adoptadas desde el orden nacional.

Durante años -podría decirse durante las dos últimas décadas- el crecimiento exponencial de la industria del vino generó paralelamente un cambio en la geografía económica provincial. Terrenos incultos, especialmente en los valles de Tunuyán, Tupungato y San Carlos pasaron a convertirse en viñedos de excelente calidad, con fuertes inversiones, tanto nacionales como extranjeras. Sólo cabría mencionar, para graficar la situación, que la Provincia decidió pavimentar la denominada Ruta del Vino, que une a Tupungato con Tunuyán, a cuyos costados crecieron vides y se construyeron numerosas bodegas.

Que se unió también al Camino de la Producción, que suma a San Carlos junto a los departamentos mencionados, donde también hubo inversiones en viñedos, bodegas, frutales y plantas empacadoras. Surgieron desde allí los denominados vinos de altura, que se sumaron a la oferta de calidad que ya tenían -y que mantienen- las vides de la denominada Primera Zona y que se ubican en Luján y Maipú. Si bien es cierto que parte de esas inversiones correspondieron a extranjeros, no es menos real que esos viñedos y esas bodegas se constituyeron en importantes fuentes de trabajo para una población que, hasta ese momento, tenían muy acotadas las posibilidades de demanda de mano de obra.

Pero la situación ha cambiado, lamentablemente, durante el último año. Medidas económicas adoptadas a nivel nacional han modificado la situación. La vitivinicultura ha perdido rentabilidad como consecuencia de costos internos que crecen con la inflación frente a un dólar que se mantiene prácticamente estable. La consecuencia directa es que muchas bodegas han decidido dejar de exportar y derivar sus caldos al mercado interno.

Por otra parte, el cepo cambiario, que prohíbe las operaciones inmobiliarias en dólares, ha provocado que prácticamente no haya ventas, mientras los empresarios extranjeros dejaron de mirar a la Argentina porque no pueden retirar sus ganancias, en razón de que el Gobierno no les permite la compra de divisas. Los propios actores de la industria coinciden en señalar que muchos de los inversores que habían pre acordado la compra de tierras o viñedos en la Argentina han decidido trasladarse a Chile, por la falta de trabas y por la existencia de seguridad jurídica en el vecino país.

El aspecto restante se centra en la nueva Ley de Tierras, que pone límites a la adquisición de terrenos, tanto en lo que hace a la cantidad como a la cercanía de las zonas fronterizas.
A la vitivinicultura argentina le costó mucho -tanto en tiempo como en inversiones monetarias- alcanzar los niveles de inserción que alcanzó en los mercados internacionales. Por eso resulta inaceptable que medidas económicas adoptadas a nivel nacional y que demuestran desconocer absolutamente lo que sucede con las economías regionales, pongan un freno y en peligro todo lo que se ha avanzado. Lo que está sucediendo con el mercado inmobiliario rural es un alarmante llamado de atención.