Cada uno con su porción - Por José Luis Toso

El triunfo radical en San Martín emparejó el clima festivo del peronismo.

Cada uno con su porción - Por José Luis Toso
Cada uno con su porción - Por José Luis Toso

En el radicalismo están convencidos de que el triunfo en San Martín era esperado, “lógico” dicen, de acuerdo a la respuesta que advertían de parte de la gente y los números de encuestas que manejaban con total prudencia. También es cierto que había mucha cautela en la dirigencia con respecto a la estrategia elegida. Y ningún triunfalismo.

En cambio, en el justicialismo pensaban que, pese a la advertencia que para Giménez habían significado las PASO departamentales de abril, la victoria se podía dar sin mayores inconvenientes aunque con un margen más ajustado que en el resto de los territorios en juego.

Más allá de conjeturas, especulaciones y estrategias para “esconder las cartas”, en el oficialismo recibieron como un preciado obsequio esa brisa fuerte que significó para su dirigencia el triunfo de Raúl Rufeil. Ya se habla de una muy favorable repercusión en la zona Este en general. La noticia de la victoria del médico radical se comentó entre la gente. Lo suyo no fue menor; le ganó por amplia diferencia a Giménez y llegó al 50 por ciento de los votos, que marca un aval importante no sólo desde la ciudad cabecera, sino, también, desde los distritos.

Descuentan que el resultado puede tener repercusión en departamentos vecinos, donde en general el radicalismo predomina pero siempre con recaudos. Es una parte de la provincia que suma a la hora del recuento de votos y como distrito electoral, el número 2 de la provincia, puede ayudar a contrarrestar para el oficialismo la siempre fuerte injerencia del PJ en Maipú.

El triunfo de Rufeil, por otra parte, además de dividir los festejos en la noche del domingo anterior, emparejó el nivel de desafío entre las dos principales fuerzas que competirán el 29 por la sucesión de Cornejo. En ese aspecto el cornejismo también se apuntala en sondeos propios confiables que le trazan un panorama auspicioso para la elección de gobernador, aunque a nadie en el oficialismo se le ocurriría relajarse si se tiene en cuenta la gravitación del contexto nacional y lo que políticamente se pone en juego en la elección en esta provincia.

Volviendo a la puja del domingo pasado, independientemente de que se trataba de la última chance electoral para los arraigados “caciques” del peronismo provincial, a la luz de los resultados se puede afirmar que en general la gente votó de acuerdo a lo que evaluó de las gestiones que los intendentes del peronismo venían realizando.

En el caso puntual de San Martín, al margen del esfuerzo que hizo la dirigencia radical con el influyente Mario Abed a la cabeza para consolidar a su candidato, se desprende del resultado que la mitad del electorado prefirió un cambio de rumbo, luego de 16 años de peronismo bajo un mismo mando, porque encontró en Rufeil una propuesta superadora.

En cambio, en San Rafael, Tunuyán y Lavalle la mayoría inició la despedida de sus jefes departamentales, que a partir de 2013 ya no podrán aspirar a un nuevo período consecutivo, premiándolos con el voto por la gestión desarrollada a lo largo de los años.

A ello hay que sumarle que, a diferencia de lo que pasó en el Este, en las comarcas de Félix, Righi y Aveiro no hubo ninguna opción que tentara a la ciudadanía a ensayar un cambio de mando político, como sí sucedió en el Este.

Está claro que para que sean viables las alternancias que se pretende afianzar con la oportuna enmienda constitucional puesta en práctica, es necesario que la dirigencia se esfuerce por conseguir candidatos potables y propuestas convincentes. De lo contrario, por ejemplo, dentro de cuatro años en los departamentos de los jefes comunales reelectos hace una semana el poder se traspasará hacia “delfines” de los que hoy mandan, relativizando ese criterio de la alternancia que se pregona. Solo un cambio de nombres se transforma automáticamente en más de lo mismo.

Pasando a la carrera por la sucesión de Cornejo, la mayoría de las mediciones estaría reflejando supremacía oficialista, pero, como generalmente ocurre, las diferencias entre contendientes son las que dan la nota distintiva. Por el lado de Cambia Mendoza se habla de no menos de 15 puntos de distancia entre Suárez y Anabel Fernández Sagasti, mientras que en los ámbitos del peronismo manejan números nacionales y locales que hablan de no más de 3 ó 4 puntos, en ambos casos a favor del radical.

Del lado del cornejismo, aquella premisa de no confiarse en las encuestas o en el supuesto humor de la gente que se manejó fundamentalmente con motivo de la pulseada en San Martín se traslada a todo el ámbito provincial para tratar de asegurar un buen resultado a favor de Rodolfo Suárez.

Es obvio que la crisis nacional preocupa y mucho. Pero la lógica corre del lado de Cornejo y Suárez. Se trata de una elección provincial y hacer foco en los asuntos locales es lo prioritario. O debería serlo. Entre sus allegados señalan que el  intendente y candidato a gobernador supo tomar distancia de los tropiezos de la gestión nacional y eso juega a favor de su pretendida sucesión. A las obras que condujo en la Ciudad suma la promesa de continuidad de las que encaró la Provincia durante la actual gestión.

Se apoya Suárez en la imagen de buen gestor de la cosa pública que posee el Gobernador, lo que le permite al oficialismo apostar con optimismo para dentro de tres semanas.

Por el lado del justicialismo, el equipo que asesora a la joven candidata a gobernadora buscará en las últimas semanas de campaña que se ponga más el foco en los temas provinciales, dando por descontado que la referencia en la fórmula de Alberto y Cristina aporta y mucho y que la crisis económica orienta al votante hacia opciones como el regreso al kirchnerismo, pero también que el impacto por la victoria de Rufeil, en San Martín, obliga a mirar hacia adentro.

Párrafos para la lectura política que tuvo el incidente provocado por gremialistas durante la reinaguración de la plaza España. Ante las críticas y acusaciones del increpado jefe comunal Rodolfo Suárez, que vinculó a los responsables de los hechos con sectores del peronismo, Adolfo Bermejo y otros dirigentes del PJ con trayectoria salieron a repudiar lo acontencido y a aclarar que no hubo motivaciones partidarias.

Bermejo fue muy contundente al encasillar a los responsables en intolerantes “pequeños grupos que desde la violencia intentan solucionar sus problemas...”. Y apeló al “diálogo y el respeto” desde el peronismo para buscar superar diferencias políticas. Buena reacción. Oportuna y con autoridad partidaria. Los hechos violentos no deben ganar la calle y menos formar parte del tiempo electoral. Y los meros escraches, que algunos reivindican, también deben ser repudiables. La violencia no sólo se expresa en la agresión física.

Se espera, por lo tanto, que lo del viernes en el microcentro haya sido sólo un hecho aislado. Y que la tensión quede en lo discursivo, de lo cual hay y bastante en la provincia en estos días. Es lo tolerable, lo que de algún modo se espera en los tiempos previos a la cita con el voto.

Es muy probable que lo que resta hasta el 29 reitere las diferencias entre el Ejecutivo provincial y el peronismo que caracterizaron a buena parte del tiempo de gestión del gobernador Cornejo. Esa muchas veces mencionada falta de sintonía entre el Ejecutivo y los “caciques” territoriales del PJ que llevó a cortocircuitos frecuentes que derivaron en una suerte de “apagón” institucional que distanció a las partes definitivamente, con más razón tras el decreto que viabilizó la enmienda contra las reelecciones. Por eso el capítulo Rufeil tiene un sabor especial.

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