La provincia tuvo -y tiene- además del aeropuerto El Plumerillo, rebautizado Francisco Gabrielli, decenas de pistas clandestinas a lo largo y ancho del territorio, con espacios especiales, en campos incultos, ubicados en zonas de Lavalle, el Valle de Uco, en el sur y este mendocino, especialmente "habilitados" para el contrabando.
Muchas veces se habló de ellas, principalmente en una investigación llevada a adelante años después por el entonces juez federal, Jorge Roberto Burad, pero poco se logró a la hora lograr la detención de los responsables que permitiera el secuestro de la mercadería que podría ser indumentaria o, lo que es más grave: droga.
Y esta historia de la vida real busca rescatar un hecho ocurrido en es la provincia en los años 60 y que tuvo como protagonista a Vicente Adolfo Ernesto "Cacho" Otero, ausente en el momento del operativo policial, pero que tiempo después lo trajo a la provincia para "limpiar" su nombre de la investigación.
Era de noche y a la oscuridad reinante se le sumó el polvo que había levantado en su aterrizaje un avión Súper Constellation. Fue en un campo de La Paz, casi en el límite con la provincia de San Luis.
La nave, en vuelo desde la república de Panamá, traía miles de cajas de cigarrillos que tenía como destino la provincia de Buenos Aires, a donde intentaban llegar trasladando la "merca" en tres grandes camiones.
Sin embargo el operativo fue casi abortado, cuando solo uno de los pesados transportes logró cruzar el Arco de Desaguadero, mientras que los otros dos terminaron enterrados en un callejón. Todos los participantes del “operativo” fueron detenidos.
Ahí se comprobó que el propietario del campo era un tal "contador" Varela, nombre que había utilizado para la operación el "Cacho" Otero, por lo que se pidió su detención a nivel internacional.
El "Cacho" era, en la década de los 60, un hombre de mundo, profesional del contrabando, pero nunca había estado en Mendoza.
Entre sus actividades licitas tenía una revista dedicada al turf, pasión que compartía aportando caballos a algunos de los hipódromos donde no tenía prohibido su ingreso.
Además era dueño de un campo en Uruguay hasta donde llegaba desde un embarcadero privado en las costas argentinas, además de contar con la reconocida amistad de funcionarios, gremialistas y también políticos.
La causa por contrabando agravado recayó en la Justicia Federal con un expediente que, en poco tiempo de secreto de sumario, había acumulado casi un millar de fojas, contra los tres detenidos en el procedimiento de La Paz, pero la "cabeza" del ilícito estaba prófugo.
Las defensas de los tres detenidos estuvo en manos de los abogados Pedro Baglini y Juan Carlos Aguinaga, pero fue este profesional del derecho que, 4 años más tarde y después de una serie de encuentros privados con "Cacho" Otero en Santiago de Chile, se hizo cargo de su defensa, en aquella causa de contrabando descubierta en un campo de La Paz.
El hombre en cuestión que había sido indultado, de algunas litigios anteriores, por un decreto del general Pedro Eugenio Aramburu cuando, junto al almirante Isaac Rojas, gobernaban dictatorialmente al país, llegó a la provincia en tiempos que el peronismo estaba en la Casa Rosada y junto a su abogado se presentó ante el juez federal Tito Luis Giacani, con Luis Francisco Miret, como secretario, en su despacho del primer piso del edificio de Las Heras y 9 de Julio, después de haber acordado la eximición de prisión, depositando para ello el equivalente a unos de 10 mil dólares.
Sin embargo el trámite de sobreseimiento definitivo se demoró un tiempo más hasta que, después de un interrogatorio formal en el Juzgado y una rueda de reconocimiento que le resultó favorable, el hombre quedo sobreseído y libre.
"Cacho" Otero no volvió nunca más a Mendoza. Según las crónicas, alejado del contrabando y más ligado a la resistencia política -en 1976- fue secuestrado a la salida de la revista de turf "La fija", casi en la esquina de Río Bamba con la avenida Corrientes. Hecho que algunos lo vincularon con la Armada, más concretamente al Almirante Masera con la intención que quedarse con los bienes del contrabandista, como los campos, el stud, los caballos de carrera y, principalmente, la conexión marítima con el Uruguay, pero eso es otra historia que el "Cacho" Otero nunca pudo contar.