Habrá que masticar la bronca y seguir; aguantar las injusticias y potenciar virtudes. La derrota duele por la forma, pero no debe marcar el final de una serie que tendrá su definición el próximo sábado. Fue 0-1 frente a Sarmiento, es cierto, pero por lo expresado en campo de juego, nada está definido aún.
Este primer tiempo tuvo solo a Independiente Rivadavia con vocación ofensiva. Incluso podría cambiarse la palabra vocación por voracidad. Fue dominio territorial absoluto. Las primeras acciones del juego fueron azules, más allá de que faltó cierta profundidad, y arrinconó a Sarmiento contra su área. Sin embargo, el "Verde" estuvo firme, sostuvo su orden pese a todo y resistió el capítulo inicial sin quebrarse. Con el correr de los minutos, esa intensidad que exhibió la Lepra perdió fuerza pero nunca dejó de ser la intención. Ahí fue cuando la visita se adelantó unos metros, encontró un poco de desahogo y surgió la chance más clara de toda la etapa con un remate de Miracco que sacó muy bien Aracena.
Esa propuesta de Sarmiento sorprendió: dos lineas de cuatro y presión constante sobre Castro y Asenjo para no dejar jugar a los ases del equipo local. La intención fue lastimar desde veloces contragolpes, aunque fueron bien neutralizados por la última línea de Independiente Rivadavia.
Sin tanta profundidad, la mayor virtud del conjunto de Castro fue haber absorvido el mensaje que bajó el DT en la semana: el encuentro frente a Nueva Chicago fue excepcional y d ificilmente vuelva a repetirse. Por eso, la paciencia para jugar pese a las vicisitudes merece el reconocimiento.
Para el complemento, el panorama fue bien diferente. El equipo de Gómez no tuvo ideas, volúmen de juego ni individualidades para romper el cerco defensivo que diagramó Delfino. En estos 45 minutos finales costó encontrar acciones claras sobre las vallas. Sarmiento respetó a rajatabla su plan defensivo y se olvidó del arco de Aracena. Por eso, el cierre del encuentro no fue el esperado. Ni tuvo los merecimientos del caso.
Siempre la propuesta visitante pasó por romper cualquier intento ofensivo del local. Y en ese plan, preparado en detalle, estuvo la decisión de no dejar jugar nunca a Castro.
El gol, a minutos del final, dejó un gusto amargo en la boca. Mereció algo más Independiente Rivadavia. Igual, si de hazañas se trata, no den por muerto a este equipo.