A raíz de la crisis global provocada por la pandemia del coronavirus, ha sido fundamental la actividad de los Estados para coordinar la actividad sanitaria.
Desde diversas usinas de pensamiento, defensoras de la intervención del Estado en la vida de las personas, se reivindica la acción del Estado argentino frente a la crisis realzando la importancia de la intervención estatal frente a estas circunstancias, pero lo hacen como una profesión de fe casi religiosa.
En realidad nadie pude dudas de la importancia del Estado y, justo es reconocer, el Estado siempre ha estado demasiado presente, aunque lo ha hecho con sesgos de clientelismo y muchas constancias de corrupción.
El rol básico del Estado, a través del cual debería propender a defender la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos, debió ser, tradicionalmente, a través de la educación, la salud, la seguridad y la justicia.
Pero en Argentina tuvo demasiados desvíos, tanto que todas las crisis económicas se debieron al exceso de gastos del Estado, a los déficits y al endeudamiento, a pesar de generar una carga impositiva casi confiscatoria sobre la actividad privada. Si, hubo Estado, pero de muy mala calidad.
Si la presencia activa del Estado hubiese sido positiva no tendríamos las carencias qe hoy aquejan al sistema de salud. A pesar de tener un capital humano muy calificado, el mismo no tiene los reconocimientos salariales adecuados a sus responsabilidades. Un médico o un enfermero cobran mucho menos que un asesor de un senador nacional o de un diputado provincial.
Lo mismo ocurre con la educación, donde la desinversión en materia edilicia y de infraestructura es pavorosa, más allá de alguna desactualización curricular y de las prácticas pedagógicas, adecuadas al avance de la tecnología.
En Seguridad también hubo un retroceso importante mientras que en materia de justicia se aprecia un descontento por la lentitud de los procesos y un hálito de desconfianza respecto a la falta de independencia de algunos magistrados.
Creemos firmemente en la necesidad de un Estado presente en las áreas que le incumben, pero es fundamental que mejore el nivel de productividad. Sobre todo un Estado que sirva a la sociedad y no a los intereses de los políticos y sus amigos de temporada.
En estos tiempos de crisis vuelven a aparecer quejas respecto los sueldos de los políticos, que no sufren ninguna quita, mientras la sociedad y todo el sector privado hacen un esfuerzo más allá de lo razonable. Nunca se piensa en bajar o eliminar impuestos porque hay que alimentar una estructura del Estado que no le sirve a la sociedad.
La iniciativa del Gobernador Suárez de poner un límite temporal a los salarios de los funcionarios políticos, seguida por la decisión de los legisladores de hacer algo similar y también acompañada por el 80% de los jueces, es una muestra digna de reconocer en la emergencia. Pero esta crisis será muy larga y la escasez de recursos será aún más larga,
Es verdad que en el futuro será necesario revisar los roles del Estado y la pandemia sanitaria obliga a una planificación centralizada a efectos de usar con mayor eficiencia los recursos disponibles. Pero también hay que revisar sus costos y su contenidos, porque la sociedad ya no puede seguir solventando la estructura de poderes que está dimensionada sólo para satisfacer las necesidades de los políticos y no los de la sociedad.
No se trata de suprimir a la política, porque esta es una actividad fundamental en nuestro sistema republicano, solo se trata de equilibrar adecuadamente su peso sobre las espaldas de la sociedad para que la equidad tenga plena vigencia.