Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
Un peronismo sin liderazgos claros puede ser tan interesante como problemático, para la gobernabilidad que reclama Mauricio Macri en su intento por reparar los males que aquejan al Estado post kirchnerista.
En el interior de esa fuerza, todavía se perciben los efectos del nocaut electoral que dejó mareados a muchos dirigentes y sumida en el desconcierto a una gran masa de adherentes. Pero como lo demuestran los últimos días, la búsqueda de una recomposición que los fortalezca por fuera del poder está cargada de variables y también de asechanzas.
La reaparición de Cristina Fernández fue saludada con euforia por la militancia de La Cámpora pero no tuvo la misma recepción en aquellos sectores que también se identificaban como kirchneristas sin tanta intensidad ideológica y mucho menos en el peronismo tradicional, que siempre los miró con desconfianza. El raid político de la ex presidenta con diputados, intendentes, artistas y senadores no alcanzó para encolumnar a todos y planteó en cambio un escenario que puede llegar a ser favorable para el Gobierno.
En la Casa Rosada evalúan que la presencia de Cristina como protagonista principal de la oposición garantiza que - por incompatibilidad de intereses y actitudes- no podrá haber un peronismo unido.
Algunos nostálgicos de la política recordaban la similitud con los años setenta, en los que se pretendía que convivieran bajo un mismo techo la Juventud Peronista vinculada a Montoneros, con la Juventud Sindical ligada a los sectores de derecha. Claro, terminaron a los tiros, sembrando muertes.
No es ése el caso ahora, ya que las circunstancias son otras, pero el ejemplo sirve para ilustrar que mientras persista una posición extrema como la que está planteando Cristina, los otros sectores del peronismo no se sentirán incluidos y mantendrán la división. Y eso favorece a Macri.
De contramano
En sus discursos y charlas que mantuvo durante su estadía en la Ciudad de Buenos Aires, la ex mandataria llamó a oponerse en forma frontal a las políticas oficiales y a trabar en el Congreso aquellos proyectos que necesita Macri para afianzar su gestión.
En los bloques parlamentarios del Frente para la Victoria sostienen que esas sugerencias, que para muchos son órdenes, no serán cumplidas a rajatabla. Ya ocurrió con varias leyes decisivas, entre ellas la que permitió el pago a los fondos buitre y la salida del default.
Si como espera el Gobierno ese arreglo financiero se traduce en mayores recursos para reactivar la economía, quedará más en evidencia que lo que busca Cristina es impedir la gestión y no solamente marcar diferencias como le cabe a cualquier oposición.
Por lo pronto, la actitud del jefe del bloque en el Senado, Miguel Pichetto, de no concurrir a la reunión con la ex jefa de Estado, muestra no solamente un enojo personal sino también la voluntad de enfrentarla bajo la idea de la sensatez para facilitar que el país salga adelante.
La urgencia de intendentes, gobernadores y legisladores de responder a las necesidades de quienes los eligieron, en medio de un momento crítico de la economía, les achica el margen de maniobra para jugar con especulaciones políticas. Por eso, en la Casa Rosada confían en que las tensiones aflojarán de la mano de los aumentos salariales que determinen las paritarias, que eso incrementará el consumo, lo que a la vez hará que la actividad económica se vaya recuperando.
En ese contexto, los planteos extremos perderían fuerza ante una sociedad que espera soluciones antes que una mayor confrontación política. Pero claro, no parece que llegar a eso sea tan simple ni tan rápido.
La impunidad
La mediatización de las causas por corrupción y el impulso que varios magistrados están dando a las investigaciones, ha puesto a la Justicia como uno de los principales temas nacionales de interés, después de la economía y la delicada situación que atraviesan los sectores de menores ingresos.
El desfile por Tribunales, de ex funcionarios y personas que estuvieron ligadas al poder, tiene también un efecto desgastante en quienes adhirieron casi ciegamente al kirchnerismo y hoy se preguntan si será cierto que la corrupción alcanzó semejantes niveles.
Serán los jueces los encargados de no defraudar a unos ni a otros. Pero lo que sí está claro es que la Justicia requiere de una urgente modernización. Todos coinciden en que hay muchas maneras de hacerlo y el ministro de Justicia, Germán Garavano, está proponiendo una de ellas.
Pero será casi imposible sin una ley de reforma del Consejo de la Magistratura, el organismo encargado de la designación y destitución de los jueces. Hoy, el 30 por ciento de la estructura judicial está vacante ya que no se producen nombramientos por diferencias políticas.
El otro tema ya planteado en el Gobierno y en el Congreso es completar la integración de la Corte Suprema. De los cinco miembros que establece la ley, sólo hay tres. De los dos propuestos por el Presidente, y que cuentan con dictamen favorable en el Senado, es muy probable que sólo sea designado uno, que sería Carlos Rosenkrantz. El otro lugar sería para una mujer y no para el nominado Horacio Rosatti.
La oposición y parte del oficialismo quieren ahora aumentar el número de integrantes a siete para negociar esos lugares. En principio, se oponen el Presidente Macri, porque no quiere jueces que vengan de la política, y el titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti, porque perdería centralidad en el tribunal.