Aunque Mendoza debería estar preparada ante un sismo, el miércoles hubo quienes bajaron por escaleras mientras se producía el movimiento.
En el microcentro, los conductores seguían manejando sin demasiada precaución pese a que la gente había copado las calles. Muchos de quienes habían salido de los edificios en altura se agolpaban en las veredas sin fijarse en la ubicación de los postes, árboles, cables y hasta de los vidrios que podían caer con una réplica. Y el 911 recibió llamadas de personas que no tenían otra emergencia más que querer conocer la magnitud del terremoto.
La especialista en Prevención, Planificación y Manejo de Áreas Propensas a Desastres, Gloria Bratschi, indicó que los mendocinos presentan un cierto grado de resiliencia (o capacidad para afrontar un desastre) y toman algunas medidas de autoprotección. Sin embargo, distinguió entre los mayores, que han experimentado un movimiento sísmico considerable -ya sea el terremoto de Caucete (San Juan) en 1977 o el de 1985, con epicentro local-, y las generaciones más jóvenes, que no han vivido un sismo significativo y no saben cómo actuar. A ellos, resaltó, se deben dirigir los esfuerzos de capacitación.
Bratschi es una de las dos promotoras argentinas de la campaña “Desarrollando Ciudades Resilientes”, de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (Unisdr). Ella se ofreció de manera voluntaria y fue designada por haberse destacado en actividades de difusión sobre la gestión de riesgo. Éste, detalla la especialista, se calcula multiplicando una amenaza (ya sea natural o producto de la acción del hombre) por la vulnerabilidad y dividiendo el resultado por la resiliencia o capacidad de respuesta.
Con esta designación, y luego de haber participado en un taller para promotores que la Unisdr organizó en agosto en Panamá, Bratschi ha empezado ahora su tarea de intentar reunirse con los intendentes para informarles sobre la campaña. Es que, destaca, los jefes comunales son quienes más conocen el territorio y de ahí que la primera respuesta ante cualquier emergencia debe ser local. Y por eso, la planificación tiene que comenzar en los municipios.
Por otra parte, es fundamental la participación de la sociedad en su conjunto -particulares, organizaciones, sectores académicos- en la planificación de acciones, como también en el conocimiento de las vulnerabilidades de cada ciudad. Estas varían no sólo en función de los fenómenos naturales que se pueden esperar, sino también de la densidad de población, la geografía (la existencia de fallas geológicas, por ejemplo) y el conocimiento de las personas.
Tareas pendientes
En los últimos 10 días, ha habido suficientes evidencias de la necesidad de contar con una adecuada planificación para reducir riesgos. El lunes 7, granizo del tamaño de una bolita de naftalina empezó a caer en seco en Godoy Cruz, Guaymallén y Maipú. El lunes pasado, el viento Zonda comenzó a soplar al mediodía, continuó durante la noche y, cuando parecía que se había detenido, el martes en la siesta regresó al llano. Y el miércoles, el suelo se sacudió por casi tres minutos en toda la provincia (y parte del país).
Por eso, es necesario que los intendentes conozcan todas las dificultades que se pueden presentar en su municipio y registren la memoria de las amenazas pasadas para poder prepararse mejor para las futuras. Además, deben evaluar la seguridad de las escuelas e instalaciones de salud y mejorarlas cuando sea necesario (en conjunto con el Estado provincial), como también de la infraestructura urbana y ajustarla en previsión del cambio climático.
Es fundamental, asimismo, conocer cómo está compuesta la población y las características de las viviendas, y diseñar planes que contemplen las zonas más vulnerables, las personas con discapacidad y los adultos mayores.
Características de una ciudad resiliente
En el manual “Cómo desarrollar ciudades más resilientes”, que se puede descargar en www.eird.org/camp-10-15, se describen algunas características que debe reunir una urbe para ser resiliente a los desastres. Entre otras:
Gestión. Tiene un gobierno local incluyente, competente y responsable que vela por una urbanización sostenible y destina los recursos necesarios para desarrollar capacidades a fin de asegurar la gestión y la organización de la ciudad antes, durante y después de una amenaza natural.
Alerta temprana. Ha tomado medidas para anticiparse a los desastres y mitigar su impacto, mediante el uso de tecnologías de monitoreo y alerta temprana para proteger la infraestructura, los activos y los integrantes de la comunidad, incluyendo sus casas y bienes, el patrimonio cultural y la riqueza medioambiental y económica. Además, es capaz de minimizar las pérdidas físicas y sociales derivadas de fenómenos meteorológicos extremos, terremotos u otras amenazas naturales o inducidas por el hombre. (Esto incluye el cambio climático y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero).
Recuperación. Es capaz de responder, implementando estrategias inmediatas de recuperación y restaurando rápidamente los servicios básicos necesarios para reanudar la actividad social, institucional y económica tras un desastre.