En Mendoza hay 1.100 niños, niñas y adolescentes alejados de sus familias debido a que sufrieron situaciones de maltrato o bien sus padres fallecieron y no tienen a nadie que los proteja, entre otros motivos. Ellos se encuentran bajo la tutela del Estado, conforme a lo establecido en la Ley que estipula la garantía de su derechos (N°26061), mientras su futuro es definido en la Justicia de Familia.
De ese total, 390 -solos o bien con sus hermanos- viven en alguno de los 37 hogares de la provincia o la Casa Cuna y el resto se encuentra con diferentes alternativas familiares, ya sea con familias cuidadoras o intentando retornar con sus parientes (tíos o abuelos, por ejemplo), mientras se define su situación judicial.
Como cada realidad es particular y conforme a la ley vigente se prioriza que los chicos regresen con sus padres biológicos, no todos ellos pueden ser adoptados (actualmente 106 están en esa condición o bien a la espera de la resolución judicial). Pero sí tienen la posibilidad de ser recibidos de manera momentánea por un núcleo familiar que desee cuidarlos durante algunos meses.
Ahora, en sintonía con la metodología que se viene aplicando en los últimos años, la Dirección de Niñez y Adolescencia (Dinaf) está realizando una nueva convocatoria para sumar familias que quieran cuidarlos. Patricia Spoliansky, directora del organismo, aclaró que este llamado es una herramienta más para que los niños estén contenidos en un ambiente adecuado.
La diferencia entre ser recibidos en una institución y en una familia, explicó Spoliansky, es que en éstas últimas los niños y niñas cuentan con una atención mucho más personalizada, entre otros beneficios. Por otra parte, quienes se dedican a esta tarea de dar amor de manera desinteresada aseguran que la experiencia es enriquecedora tanto para el niño como para quienes lo reciben.
"Apostamos a estos llamados porque sabemos que hay personas que pueden y quieren cumplir este rol al menos por un tiempo. El objetivo es que el niño o niña se sienta contenido en el seno de una familia", agregó la funcionaria.
Se estima que al menos 200 familias cuidadoras ofrecen en la actualidad este servicio, pero se requieren más en un contexto donde la problemática del maltrato hacia la infancia sigue en ascenso. Sólo en la Casa Cuna hay 64 niños y niñas de 0 a 14 años que reciben el cariño de las cuidadoras. En enero ingresaron 10, en febrero 12 y en marzo 14.
Evaluación psicológica
Fabiana Erbetta es coordinadora del equipo técnico de la fundación Avome, que entre otras tareas tiene la responsabilidad de evaluar si las familias que se ofrecen son aptas para cumplir la responsabilidad de cuidar de los niños mientras la Justicia define si son dados en adopción o si regresan con su familia. En teoría, la legislación actual estipula un plazo de 90 días (con posibilidad de extenderlo 90 más) para que el niño o niña retorne con su núcleo familiar original.
Erbetta explicó que una prioridad para tener a cargo un niño o niña que atraviesa por esta realidad es que los postulantes sean matrimonios, parejas de hecho o mujeres solas que cuenten con alguien que les ayude, o bien alguien a quien recurrir en caso de necesitarlo.
"En general, se pide que cuenten con espacio físico en su casa para albergar a niños. Para saber si estas familias cumplirán de manera positiva este rol temporario se les hace además una evaluación psicológica a todos los integrantes, incluyendo a los hijos, en caso de tenerlos", aseguró la especialista y destacó que muchas familias, una vez que se animan a la experiencia, desean repetirla. Incluso cuentan con personas que todos los años, desde hace cinco o seis, se suman a esta iniciativa.
Erbetta planteó que una realidad que se viene repitiendo en la Casa Cuna (Escuela Hogar Eva Perón) es que el recurso humano en esa institución es escaso. De hecho, el grupo de profesionales que efectúa las entrevistas, audiencias y evaluaciones a todos los integrantes de las familias que se postulan está integrado (además de ella) sólo por tres trabajadoras sociales, dos psicólogos y un abogado.
Son ellos quienes además deben cumplir con el seguimiento de cada caso. Por lo general, los resultados una vez que se ha cumplido el tiempo que dure la experiencia, son positivos y los chicos demuestran mejoras en todos los aspectos. "Vemos los cambios en todo; queda en evidencia que el estímulo y la calidez que le puede brindar una familia siempre es mejor que estar en un hogar", aseguró Erbetta.
Brindarse por amor
Adriana Boschi (42) es una convencida de que el amor que pueda entregar a sus "sobrinos" -como les dice- nunca se termina.
Desde hace tres años, ella junto a su esposo y tres hijas dedican tiempo y esfuerzo para dar contención y cuidado a los pequeños que son derivados de manera temporaria a través de la asociación Avome.
Orgullosa del rol que le toca cumplir, la mujer contó que su objetivo para ser una "mamá reemplazante" comenzó a florecer hace diez años, luego de ver cómo los buenos sentimientos se habían multiplicado en una familia conocida por ella, que ya venía cuidando pequeños. "En ese momento mis hijas todavía eran muy chiquitas, pero ser madre cuidadora fue algo que tenía en mente y ni bien pude, lo hice", confió Adriana a Los Andes.
Siguiendo lo que el corazón le dictaba, la mujer averiguó cómo eran los pasos para postularse a cumplir este rol, que ya viene repitiendo desde hace seis años. En ese período ha cuidado en su hogar a cinco niños y niñas y ahora está a la espera para que le entreguen a su cuidado una bebé.
En su casa del Barrio Jardín Luzuriaga, Maipú, nada parece faltar para recibir a los pequeños. Un cochecito, una cuna y varios biberones son la evidente huella del paso de los bebés y niños. Pero sobre todo, lo que abunda en su hogar es amor. "Al niño o niña que recibís con tu familia no le das cariño; le das amor, con todo lo que eso implica. Es muy importante tratarlo como un integrante más", aseguró.
En las repisas, las caritas de los pequeños aparecen sonrientes en fotografías. Son meses en los que ella los acunó, los lavó y les enseñó a jugar, como hace ya varios años lo había hecho con sus propias hijas. Son días en los que se quedó en vela si enfermaron, les cocinó y los bañó.
Adriana contó que uno de los momentos más alegres es cuando los pequeños comienzan a mejorar desde su cabello hasta su manera de expresarse. "Poco a poco van tomando confianza, saben que uno está y se van contentos. Es muy bello ver los cambios", dijo con algo de nostalgia.
A modo de recomendación para que más personas se animen a prestar este servicio, la mujer comentó que si bien una vez que se cumple el tiempo de permanencia -que puede variar de dos a diez u once meses, según el caso- la noticia que anuncia la partida del niño de su casa es triste, a la vez reconfortante. "Verlo con una sonrisa retornando con sus padres o con una familia adoptante es muy gratificante. Uno sabe que cumple un rol en esto y como todo, tiene un final", reflexionó.