La discusión que se generó en torno a qué se podía hacer con las jaurías, que en dos oportunidades atacaron a animales del Zoológico provincial, trajo a un primer plano la compleja situación de los perros abandonados. Es que cuando en 2006 se aprobó la ley no eutanásica, se fijó que el método ético de control poblacional es la esterilización quirúrgica. Sin embargo, desde las organizaciones proteccionistas subrayan que no se cumple de un modo eficiente. En la práctica, los refugios, que sostienen voluntarios son los que intentan dar una respuesta a la problemática.
“Camilo tiene 17 años y cuando lo reto me mira de reojo, Cayetano es ciego y Tobi, el ovejero, a veces se empieza a pelear con otros y hay que moverlo”, detalla Beatriz Méndez. Ante la descripción, se podría pensar que se trata de los perros que tiene en su hogar (que de hecho son seis). Pero estos son parte del grupo de 52 que vive en el Refugio Ángeles de Cuatro Patas, ubicado en Godoy Cruz. La mujer asegura que ya les conocen las mañas a todos.
Detrás de cada historia hay un nombre. La última, que llegó el 25 de mayo, es Milagros, una perrita con sarna que no tenía pelo, estaba muy flaca y la habían mordido. Ahora ha recuperado su fuerza y su pelaje. Para darle un lugar en el refugio tuvieron que desocupar el espacio donde guardaban el alimento. Y ya no tienen sitio para más animales, por lo que sólo pueden alojar uno nuevo cuando logran que alguien adopte a otro.
Méndez explica que todos los días debe ir alguien a darles de comer y limpiar el lugar, y los pocos voluntarios se han repartido la tarea. Como cada uno tiene trabajo u otras actividades, entre semana no pueden estar tanto tiempo, pero los sábados y domingos pasan ahí casi toda la jornada porque es el momento de recreación y mimos. Incluso muchos cumpleaños familiares tienen como escenario el refugio.
Falta de financiamiento
La labor de los voluntarios por los animales es muy diversa. Se encargan de generar conciencia en la población; de rescatar perros o gatos que están en peligro, heridos o enfermos; de dar un refugio a los que no tienen un hogar; de hacer seguimiento de los ya conocidos en la calle. Trabajan vinculados y las redes sociales les son de gran utilidad. Gracias a esta herramienta se comunican las necesidades de traslado, de adopción o de colaboración para afrontar los gastos en una veterinaria.
Susana Broitman, de Moproa (Movimiento de Protección Animal), detalla que 80% de los gastos de sostenimiento del refugio ubicado en Las Heras son financiados por los miembros de la comisión directiva y los voluntarios más cercanos. Esto es, unas 12 personas. A ellos se suman alrededor de 250 socios que aportan, en promedio, 30 pesos por mes cada uno. Como contraparte, tienen que reunir 9 mil pesos mensuales para comprar alimento para 130 perros, elementos de limpieza y desinfección, e insumos veterinarios; y pagar honorarios y ocasionales cirugías de canes atropellados.
De ahí que opten, como otras protectoras, por las rifas o bingos, y por llevar alcancías los sábados a la esquina de Gutiérrez y San Martín, donde ofrecen animales en adopción de 11 a 13. “Los perros no votan”, comenta Broitman de modo irónico sobre la ausencia de financiamiento.
La Asociación Protectora Animales Maltratados (Apram) tiene un pequeño predio en el que se dedican a la recuperación de perros en avanzado estado de desnutrición, atropellados, cuadripléjicos. No son un refugio en sí, sólo tienen lugar para 20 animales y pueden recibir uno cuando logran rehabilitar otro y darle un nuevo hogar. Si bien reciben donaciones de alimento, de frazadas o de otros elementos para el predio, se sostienen sobre todo con el aporte propio de los integrantes de la comisión directiva y la ayuda de unos pocos socios.
Sacrificio personal
Cada voluntario o miembro de una protectora expresa, de uno u otro modo, su amor por los animales. Beatriz Méndez, por ejemplo, asegura que cuando fue por primera vez a un refugio, los perros le ayudaron a salir de una depresión por lo que siente que ellos la rescataron (y no a la inversa). Pero también mencionan que les demanda destinar dinero de sus bolsillos y restarle tiempo a sus familias y otras actividades.
Diego Sánchez tiene su propio refugio desde hace nueve años, cuando su padre le dijo que usara un predio familiar en el pedemonte de Godoy Cruz para ubicar los cerca de 80 gatos y 10 perros que había rescatado y llevado a la casa. Su tono de voz cambia cuando cuenta que algunas personas del entorno se divertían matando a los animales, por lo que sólo quedan 30 felinos aunque siguió recibiendo canes hasta los 50 actuales.
Pero también acusa el cansancio de estar solo en su tarea y de ir al lugar unas cinco horas diarias para dividirles la ración de alimento, limpiar el sitio y permitirles que corran. Es que apenas cuenta con la ayuda de un par de personas, que dejaron allí animales rescatados que apadrinaron. Y si bien manifiesta que necesita dedicarse un poco más a su vida, sabe que no puede dejar de lado a sus protegidos. “El que no se regala de cachorrito queda acá porque es difícil que alguien adopte un animal adulto”, señala.
No salvajes, sino abandonados
Desde las protectoras señalan que los perros que se ven en la calle han sido abandonados o son crías de los que lo fueron. Y subrayan que no son naturales del pedemonte, pero llegan ahí porque mucha gente tira a sus animales domésticos en esta zona, en las plazas o en los parques cuando crecen, se mudan o llega un bebé a la familia. Muchas personas creen que en un lugar público es probable que alguien los adopte, pero no suele ocurrir.
En la mañana de ayer se reunieron en Peatonal y San Martín para manifestarse en defensa de los derechos de los animales.
Tenencia responsable
Mónica Cardozo es docente y era colaboradora de Moproa. La mujer subraya que hace dos años la Dirección General de Escuelas incluyó en la currícula escolar un programa de tenencia responsable. Como otras tareas que desarrollan las entidades y los voluntarios proteccionistas, era ad honorem. Pero además tenían que encargarse de conseguir un espacio para brindar las capacitaciones. En 2012, detalló, los cursos se dictaron en una escuela de Ciudad y en 2013 en otra de Junín.
La Asociación Protectora Animales Maltratados también ofreció charlas durante el año pasado. Sonia Laurenzo comentó que llevan folletería a colegios y que los alumnos luego desarrollan trabajos sobre la problemática.
Mejorar la esterilización
Jennifer Ibarra, veterinaria y titular de Fundación Cullunche, señaló que los móviles de esterilización deberían ubicarse en un mismo lugar durante un mes -en lugar de un día, como suele ocurrir- para que la gente del entorno se entere. También indicó que no sirven si sólo están en los núcleos urbanos, sino que deben internarse en el pedemonte.
Sonia Laurenzo, de Apram (Asociación Protectora Animales Maltratados), detalló que, para que la esterilización quirúrgica sea un método efectivo de control poblacional de animales domésticos, se deberían esterilizar unos 30 ejemplares diarios en cada comuna. Y señaló que si bien los municipios tienen un presupuesto destinado a esto, la mayoría no se maneja correctamente.
Mónica Cardozo, quien hasta hace poco integraba el Movimiento de Protección Animal, indica que el vecino no lleva el animal al móvil, sino que hay que salir a buscarlo. De ahí que plantean que cada unidad de esterilización esté acompañada por voluntarios de alguna protectora, que son quienes pueden hacer de nexo con la gente del lugar. De hecho, como ella es directora de una escuela de Las Heras, ofreció al municipio que desde los mismos establecimientos educativos podían informar la presencia del veterinario en los barrios, pero la propuesta no fue implementada hasta ahora.
Liliana Diamand, una voluntaria que colabora con más de una protectora y va con veterinarios a los barrios a tratar perros enfermos, subraya que la esterilización no da resultado porque sólo se operan unos cinco animales diarios. La mujer planteó que se estima que de una hembra llegan a nacer 70 cachorros en 7 años. Esto, porque puede quedar preñada cada 6 meses y tiene entre 6 y 8 crías por camada. A los 6 meses, las hembras pueden tener sus propios cachorros.