Helicópteros, aviones y miles de efectivos militares y de Carabineros seguían luchando ayer por tercer día para controlar los focos del peor incendio registrado en la historia del puerto chileno de Valparaíso, que acabó con la vida de 15 personas.
"El incendio no está controlado. No obstante ha bajado bastante la intensidad", dijo a medios locales el jefe de Valparaíso de la Oficina Nacional de Emergencias (Onemi), Guillermo de la Maza.
Durante la madrugada del lunes se consumieron unas 250 viviendas más y en horas de la mañana el sector de La Isla era el más expuesto a las llamas aún no controladas, dijo el ministro del Interior Rodrigo Peñailillo.
La presidenta Michelle Bachelet suspendió un viaje previsto a Argentina y se reunió este lunes con gran parte de su gabinete de ministros en un comité de emergencias. Una vez superada esta etapa de emergencia, el gobierno se dispondrá a investigar el origen del siniestro, realizar una evaluación de los daños e iniciar la reconstrucción.
"El cuadro es desolador", dijo Álvaro Elizalde, portavoz del gobierno, que también anunció la llegada de aeronaves argentinas para cubrir otras zonas desprotegidas. En total 13 helicópteros, siete aviones y 2.000 efectivos participan de las tareas para controlar las llamas.
El incendio destruyó por completo 2.000 viviendas, dejó 8.000 damnificados y 10.000 evacuados, de los que 1.200 pasaron la noche en albergues y el resto en casas de familiares o amigos.
El fuego iniciado el sábado por la tarde ha quemado 850 hectáreas hasta el momento. Tiene un perímetro de 22 kilómetros y unos 6 kilómetros de largo, según la Corporación Nacional Forestal (Conaf).
Las llamas afectaron a los cerros donde residen los sectores más pobres, con casas de madera y lata que se encaraman en las pendientes, a veces sin permisos de construcción y lejos de los grifos de agua que necesitan los bomberos para combatir las llamas.
La zona del puerto de Valparaíso, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003, se mantenía a salvo del fuego.
Perder todo
En la escuela Grecia, uno de los ocho albergues habilitados para los damnificados, Carlos Gaona admitió haber dormido poco, "por las sirenas de los bomberos y la gente que sigue llegando".
"Quedamos con lo puesto, en la calle, perdimos todo. Somos una familia de siete personas y la primera noche en el albergue fue triste, más que nada por los niños, que nunca habían vivido esto, pero nos han tratado muy bien", dijo Ericka Cáceres.
Muchas personas perdieron todas sus pertenencias, sus posesiones materiales y sus recuerdos familiares en el incendio que se propagó rápidamente debido a los fuertes vientos, pero también por la compleja geografía del lugar y la presencia de basura en los aledaños de la zona forestal de La Pólvora, en la parte más alta de los cerros, donde se inició el fuego.
Mientras, la ciudadanía chilena reaccionó rápidamente y sigue acopiando pañales, leche en polvo, frazadas, ropas de abrigo, agua y otros enseres que son repartidos en albergues.
Ayer se organizaban partidos de fútbol benéficos, atenciones veterinarias a mascotas damnificadas, colectas, y se difundían miles de mensajes de apoyo bajo la etiqueta en la red social Twitter de #FuerzaValpo.
Doble reconstrucción
El estado de catástrofe, una medida de excepción que permite a las Fuerzas Armadas tomar el control de la seguridad, se mantendrá hasta que sea necesario, según el gobierno. Para los 8.000 damnificados se estudia la posibilidad de construir barrios de emergencia, ofrecer subsidios de arriendo, y ayudas a los que fueron a vivir con sus familiares. Además, la ministra de Sanidad, Helia Molina, afirmó que habrá que dar apoyo psicológico a los afectados debido al estrés y la angustia que padecen.
El gobierno se comprometió a seguir "trabajando simultáneamente en la ayuda y plan de reconstrucción en el norte", en la región de Tarapacá, azotada por un terremoto de 8,2 grados hace dos semanas.