Capello explica además: “Cuando en 1973 fui suspendido por un problema con un árbitro del que prefiero no acordarme dejé de jugar en Anzorena. El castigo que recibí fue de por vida, pero luego me levantaron la pena por una amnistía que decretó el gobierno nacional cuando Perón había regresado al país y Cámpora había asumido la presidencia. Cuando el Ñato Bátiz, Carlos Ojeda y Enrique Derimais me vinieron a buscar del club Guillermo Cano, había sufrido un grave accidente en mi auto al regreso de San Rafael, donde viajaba periódicamente por mi actividad privada de productor de seguros”.
“Como estaba enyesado porque me había quebrado la pierna izquierda y no podía caminar, tuve que ir a firmar los papeles del pase en muletas. Otra vez el desafío de ganarme el puesto porque había una constelación de estrellas, como antes en Anzorena, y me lo gané. Trabajé mucho en mi rehabilitación y soy un eterno agradecido del profesor Luis Rodríguez, que por estos días está por cumplir 93 años, quien con su ayuda personal colaboró en mi recuperación para que a los seis meses pudiera debutar en la Primera".
"Así, a los 30 años me di el lujo de jugar a la par del Rulo Becerra, al que siempre admiré y respeté como uno de los más grandes; el Pepa José Luis Falcioni, Hugo Socchi, Trillo, Castromán, Novikov, Uzair, Ferrer, Schestakow, Pereyra y muchos más. Nunca olvido los clásicos con Andes Talleres y aquellos duelos con Luis Armendáriz, otro jugador de inmensa categoría, en los que nos dábamos con todo, con lealtad y con hombría, sin faltarnos jamás el respeto y terminábamos abrazados. La de Cano resultó una etapa inolvidable en la que nunca tuve un problema con los árbitros o con algún adversario. Me sentí cuidado y contenido porque todo el plantel salía en mi defensa si se producía algún incidente”.
Al regreso del Campeonato Argentino jugado en Córdoba en 1977, cuando aquel Guillermo Cano se había desarmado, y luego de un breve regreso a Anzorena junto a Hugo Socchi, pese a su condición de veterano, Juan José Capello dio otro salto mayúsculo en su campaña al convertirse en jugador de Andes Talleres: “Tuve que reemplazar al Caniche Estalles, que había sido transferido a Cultural Israelita y obviamente que también tuve que ganarme el puesto. Por eso digo que en mi campaña nadie me regaló nada y que todo lo que logré lo hice con una gran voluntad y esfuerzo personal”.
“En los Azulgranas me reencontré con viejos compañeros de la Selección y con nobles adversarios como los hermanos Raúl y Roberto Brioude, Vicente Pellegrino, Luis Armendáriz, el Tono Alvaro, Orlando Toledo, Palito Díaz, Segal y Tito Carra, en su función de entrenador. El final llegó en Olimpia, donde me retiré en aquel equipo que formaban Omar Bianchetti, Orlando Basino, Chiquito Sánchez, el doctor Costa, Antonio Baronet, Guillermo Ruiz, Saro Gutiérrez y Papparini. Cuando me alejé oficialmente asumí la DT del mismo Olimpia, al que dirigí en la “B” y logré el ascenso a Primera, y también trabajé en Cultural Israelita y Leonardo Murialdo”.