Buenos inicios, pobres desenlaces

A este Godoy Cruz desmantelado no le falta actitud. Su deuda no está en ahí, sino en la culminación de lo que comienza con muchas ganas. No le puede poner el sello al trámite que empieza, y lo sufre.

Buenos inicios, pobres desenlaces
Buenos inicios, pobres desenlaces

Como primera medida conviene separar los tantos. Colocar al impresentable arbitraje de Juan Pablo Pompei en un rincón y reunir a las carencias futbolísticas en otro.

Sería injusto achacarle a este equipo falta de actitud; demuestra determinación en sus avances, en las ganas. No está ahí su deuda, sino en la terminación de lo que inicia con muchas ganas. No le puede poner el sello al trámite que empieza. Queda a mitad de camino.

¿Cuál es el problema de Godoy Cruz? A ciencia cierta, es complicado determinar las causas del extraño caso de un equipo que pasa de plantársele de igual a igual al campeón de América (como también lo hizo ante el mejor equipo de Argentina en la ida de la Copa) en los primeros 45 minutos, a una segunda parte en la que se olvida de todo lo anterior, se duerme y lo acuestan.

Está claro que Pompei no tuvo la culpa de que Godoy Cruz saliera al complemento con la misma pasividad que ya había exhibido en los partidos ante River (por la Copa) y Defensa por el campeonato.

¿Dónde quedó la presión escalonada del tándem Velázquez-Zuqui-Rodríguez? ¿Daniel González se quedó en el vestuario? ¿Sergio López se cansó? ¿Y el aprovechamiento de los espacios del Nuevo Gasómetro? ¿Por qué Carlos Mayor demoró más de media hora en mover el banco de suplentes si el equipo ya no era el del primer tiempo?

En el otro banco, el Patón Bauza había apelado a la mejor herramienta que tienen los DT para cambiar el trámite de un partido: Nico Blandi por Cavallaro para tener mayor presencia ofensiva con el tradicional 4-3-1-2.

Salvo en esos últimos diez minutos en los que reaccionó y fue en busca del empate, sin pase filtrado ni alguien que rompa con una gambeta cerca del área, a Godoy Cruz le faltó un creador, un buen recambio, un volante por las bandas más incisivo.

De hecho, el desconocido Buffarini dio ventajas toda la tarde y era una invitación a profundizar por su sector, pero más allá de la lucidez que tuvo para enganchar en la jugada del gol del santafesino Fernández, Dani González) no estuvo fino en la zona caliente.

El otro Fernández, José Luis, ingresó demasiado tarde. Y sin Tito Ramírez -reemplazado a los 31 de la segunda etapa-, más allá del flojo partido del goleador, el Tomba se quedó sin una referencia de área para esos últimos minutos en los que llovieron centros para un Juanfi Garro que poco pudo hacer.

La posición de Diego Rodríguez fue la que permitió que Godoy Cruz fuera agresivo, ancho, con los laterales siempre al ataque. Fue el primer pase, el que gestaba la telaraña de pases con López,  González y Fernández (sí, los de la guía telefónica).

Si el funcionamiento de un equipo depende del convencimiento para llevar adelante una idea, a este Godoy Cruz totalmente desmantelado en relación al torneo anterior (para algunos, renovado) le está faltando los más importante: el equilibrio. Luce desbalanceado e imprudente.

Por momentos se muestra electrizante en ataque, y por otros pone la mejilla inocentemente para que lo golpeen. Y está claro que ante el campeón de América (por más que ya no estén Mercier, Piatti, Correa) no puede darse esos lujos.

De una vez por todas, deberá aprender la lección. Dosificar las energías para mantener la intensidad del juego en tramos más prolongados será tan importante como liquidar los partidos cuando son tan favorables. Así, no Tomba. De mayor a menor, nunca más.

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