Buenos Aires, el territorio que De la Sota siempre quiso y nunca pudo seducir

En vistas a la campaña presidencial de 2019, el cordobés sabía que no podía cometer los errores de 2015 y el conurbano era su objetivo.

Buenos Aires, el territorio que De la Sota siempre quiso y nunca pudo seducir
Buenos Aires, el territorio que De la Sota siempre quiso y nunca pudo seducir

"Desde el próximo 5 de octubre a las 22 horas, te invitamos a dialogar sobre los verdaderos problemas que tenemos los argentinos; hablemos de las cosas que nos unen". José Manuel De la Sota avisaba con unos spots televisivos, el inicio de su enésima campaña electoral, la segunda con aspiraciones presidenciales. Ya tenía cuatro programas grabados, uno sin editar, sobre un total de diez. "Puentes" se iba a llamar el ciclo a difundir por Crónica HD.

De la Sota había avisado en el verano, mediante un tuit, que no estaba jubilado y que de nuevo pugnaría por ser Presidente de la Nación: "Años atrás, un anciano Senador me dijo: 'Tenés que aprender a tener mala memoria si querés hacer realidad el 50% de tus sueños, sin morirte de rabia en el intento. Así es la política', acotó. Nunca aprendí y por eso aún tengo mucho más del 50% de mis sueños sin cumplir".

La provincia de Buenos Aires, había aprendido en la campaña de 2015, era clave para sus aspiraciones truncas. Había aprendido, sobre todo, la aspereza del terreno político bonaerense. Arrancó aquella aventura con un acto electoral en Morón. Su principal sostén y aliado en el territorio era Gerardo "Momo" Venegas, titular del sindicato de peones de campo y referente de las 62 Organizaciones Peronistas. Desde un escenario, Venegas y De la Sota se arengaron mutuamente para emprender juntos la tarea. A los días, sin avisar, Venegas selló un acuerdo con el macrismo y dejó huérfano a De la Sota en un hostil y desconocido terreno. Se repetía, en parte, la historia del verano de 2003, cuando Duhalde le quitó el apoyo del aparato del PJ bonaerense para dárselo a Néstor Kirchner.

De la Sota continuó igual la campaña. Durante varios meses se pasó recorriendo el conurbano en una combi, desde donde un parlante repetía un cuarteto pegadizo. Confiaba en una campaña "cuerpo a cuerpo", guiado por los consejos del asesor brasileño y amigo, Joao Santana. De la Sota iba a los centros comerciales de Adrogué, San Miguel, o Temperley. Bajaba de la combi y se ponía a charlar con los vecinos. "No me van a tener a mí haciendo el ajuste que impondrá Macri", alertaba (y a la luz de ocurrido), con notable acierto.

En las PASO presidenciales de 2015, consiguió poco más de 200 mil votos contra un millón y medio de Massa. De la Sota, más que nunca, confirmaba que sin el apoyo de la provincia más grande no había proyecto presidencial posible.

Ahora había diseñado una política de acercamiento al territorio bonaerense. "Fue una política muy artesanal", la calificó un dirigente cercano. "El los llamaba personalmente a los intendentes bonaerenses, a los muchachos kirchneristas, a otros que no lo son; tuvo reuniones con Insaurralde (Lomas de Zamora), con concejales bonaerenses; también había acordado con Verónica Magario (intendenta aliada a Cristina Fernández) tener otra reunión, esta vez con todos los intendentes. Estaba haciendo puentes entre los peronistas, sin romper las relaciones con Sergio (Massa)", agregó el dirigente consultado.

En agosto se había visto con Facundo Moyano; con el titular del PJ, José Luis Gioja; había cenado con su viejo aliado Massa. Antes, en su afán por abrir el abánico de posibles alianzas, se había reunido con Máximo Kirchner, que es lo mismo que decir, con Cristina Fernández.

El 8 de septiembre, junto Padre Pepe y Monseñor Miguel D'annibale, participó de una misa en la Villa La Cárcova, en José León Suárez, una de las zonas más postergadas del conurbano. Se reencontró allí con Palito Ortega. Se sacó selfies con los vecinos, charló con ellos hasta la última inquietud que le plantearon. El "mano a mano" con la gente era una de sus especialidades. De la Sota murió sin saber si esta vez sí, su carisma lograba impactar electoralmente en Buenos Aires, el distrito que lo obsesionaba.

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