No es bueno rodearse sólo de amigos para hacer acuerdos

Luego de la derrota en las primarias abiertas, el gobierno nacional encaró una serie de reuniones con sectores empresarios y sindicales afines, con el pretexto de dar paso a un acuerdo social en el país; sectores a los que la Presidenta calificó como “los

No es bueno rodearse sólo de amigos para hacer acuerdos

Los hechos posteriores demostraron que esas reuniones con “amigos” sólo fueron puestas en escena urgentes en virtud de la crítica situación electoral que enfrenta el oficialismo, puesto que de esos encuentros, realizados con notable promoción a través de los medios oficiales, surgieron anuncios en materia económica largamente postergados y realmente necesarios para un amplio sector de la sociedad.

Las modificaciones en la aplicación del impuesto a las Ganancias y al régimen de monotributo de alguna manera alivian el bolsillo de miles de asalariados, trabajadores independientes y pequeñas y medianas empresas que veían cada vez más comprometida su situación en virtud de la notable presión impositiva.

Esto, sumado a las medidas restrictivas características de este gobierno que condujeron a la economía a encontrarse con dificultosas encerronas de las que, aun con las mejoras dispuestas, costará bastante tiempo salir. Un ejemplo cercano es el tremendo malestar de importantes sectores empresarios brasileños por las trabas argentinas.

El kirchnerismo se encontraba frente a una gran encrucijada de cara a sus dos últimos años de gobierno. El lapidario resultado de las PASO le exigía la toma de decisiones.

Si bien podía optar por continuar con la misma receta, tenía como opción pegar un golpe de timón y asumir costos políticos a los que no quiso someterse durante los últimos años para no arriesgar la imagen de su gestión después del rotundo triunfo de Cristina Kirchner en 2011.

En esta última alternativa se enmarca lo que se anunció tras el encuentro inicial en Santa Cruz y en el posterior llevado a cabo en Buenos Aires.

El supuesto acuerdo social promocionado con bombos y platillos no fue tal. Se trató de un montaje en el que estuvieron presentes quienes desde la actividad privada aún mantienen algún diálogo con el gobierno nacional y soportan ser actores de reparto de una estrategia de poder basada en la prepotencia.

Posiblemente, los mismos invitados al denominado acuerdo se hayan encargado, siempre amigablemente, de hacerle ver a la Presidenta la necesidad de introducir las reformas impositivas que la amplia mayoría de los sectores de la economía nacional venían reclamando a coro y que el kirchnerismo espera que deriven en algún rédito electoral en octubre.

Por otra parte, los mencionados encuentros desnudaron la soledad presidencial en materia económica. Por eso posiblemente haya podido más la opinión de empresarios y gremialistas que la de la virtualmente inexistente conducción económica del país.

Porque la decisión de aplicar cambios en ganancias y monotributo fueron la tardía reacción oficial a las consecuencias de la sí existente política de la prepotencia y el autoritarismo, encabezada por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, Ricardo Echegaray, titular de la AFIP, y muchos otros fieles personajes del kirchnerismo.

Tal vez las debilidades hagan reflexionar a la Presidenta sobre la necesidad de revisiones en serios y permanentes en la conducción del Gobierno y no sólo por apremios electorales, antes que los invitados a los acuerdos de “amigos” sean cada vez menos.

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