Esta semana se conocieron noticias de la Unión Europea (UE), que decidió liberar de aranceles el ingreso de muchos productos y a otros se los rebajó. Según una confirmación de la Embajada Argentina ante la UE, muchos productos son de interés del sector productivo mendocino y entre ellos aparecen conservas, jugos de fruta, ajos y frutas frescas (uvas de mesa, damascos, peras y cerezas). También se incluyen sidras, vinos y vermut.
La resolución de la Unión Europea también incluye hortalizas, plantas, raíces y tubérculos comestibles, lo que, junto a los anteriores, no tendrán arancel de ingreso, salvo las cerezas dulces que pagarán un 10%. En el caso de la uva y el damasco tendrán una reducción arancelaria a la mitad. De la misma manera, la Unión Europea aceptó eliminar las restricciones que afectaban los ingresos de bodiésel de origen argentino.
Pero esto no es fácil, ya que la resolución europea es válida para todos los países, por lo que los productos argentinos deberían competir con países mucho más agresivos en el comercio exterior, como es el caso de Chile, Australia o Nueva Zelanda.
Y en este momento, en el que podría darse una brecha, nos encontramos con que Argentina, y Mendoza en particular, está muy lejos de poder responder a esa demanda por factores de productividad sectorial y las consecuencias generadas por las retenciones a las exportaciones. Pero, además, la infraestructura productiva no parece pensada en el comercio exterior.
Esta semana se conoció publicidad oficial de exportación de 75.000 kg de cerezas a China, país que abrió su mercado luego de los acuerdos de los presidentes de China y Argentina, pero no sabemos nada de ventas de cereza de Mendoza, donde hay mayor cantidad de plantaciones. De todos modos, en la provincia hay 1.000 hectáreas plantadas con cerezas y los conocedores aseguran que no alcanzan para pensar en proyectos exportadores. Si bien ya hay grupos empresarios buscando tierras aptas para nuevas plantaciones, las mismas demorarán cuatro años en entrar en ciclo productivo.
Lo mismo puede decirse de los damascos, cuya plantación no está bien dimensionada, siendo que es un producto que tiene un buen valor, ya sea desecado como en pulpas. El damasco siempre ha sido marginal entre los montes frutales de Mendoza, al igual que el membrillo. Mientras, la pera, que tuvo buenos años, perdió mucha superficie por años malos y tampoco hay volumen para aprovechar.
Por eso no hay mucho que festejar. Alguno podrá individualmente aprovechar algo, pero la estructura productiva de Mendoza, decididamente, no está preparada ni pensada para mercados globales. Por eso, porque no hay tecnología ni escalas, los costos son muy altos y no pueden soportar variaciones de precios, que son normales en estos mercados. Además, la fruta fresca o industrializada son negocios de largo plazo y hay que estar mentalmente preparado para los distintos ciclos. El cortoplacismo no funciona en este negocio.