En el campo científico tecnológico de nuestro país hay varias noticias de trascendencia para comentar y de esa forma transmitir un poco de optimismo a la ciudadanía, que en ocasiones es abrumada por revelaciones que golpean y remueven pesimismo, grietas y otros factores negativos.
Cualquier lector medianamente entrenado en percibir los avances científicos nacionales, nos podrá advertir que los sucesos positivos en ese sector son más que los tres que vamos a comentar, pero que en atención a normas gráficas y de diseño nos conformamos con nombrar tres episodios… que podríamos describir como esperanzadores.
Uno de ellos tiene que ver con la astrofísica y el próximo lanzamiento (fines de marzo) al espacio del satélite argentino de observación Saocom 1B. Su puesta en órbita desde Cabo Cañaveral, Estados Unidos, posibilitará medir la humedad de los suelos y alertará sobre potenciales inundaciones que siguen causando enormes daños en diferentes regiones del país, y también sobre los perjuicios que puede causar el hombre con la deforestación, entre otros servicios.
Este aparato que irá al espacio conforma la Misión Saocom, y fue desarrollado y fabricado en el país por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), junto con la empresa Invap, contratista principal del proyecto, la firma pública VENG, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y el Laboratorio GEMA de la Universidad Nacional de La Plata, entre otras compañías nacionales que integran el sistema científico tecnológico argentino.
Y aquí vemos algo que siempre ponderamos y que debe ocurrir: la continuidad de los programas, porque este satélite, identificado como 1B, es continuación del lanzado en 2018, el Saocom 1A.
Otro aspecto que queríamos destacar en este comentario editorial es el logro de dos científicas argentinas, que ingresaron a la Academia Mundial de Ciencias, que es un foro que reúne 1.000 científicos de unos 70 países. El mérito es para Noemí Zaritzky y Rosa Erra-Balsells, quienes integrarán la Academia Mundial de Ciencias.
Se trata de las únicas argentinas, investigadoras del Conicet, dentro de las 36 nuevas bancas para esa organización internacional.
Por último, y como confirmación de que los avances científicos del país se dan en un variado campo de disciplinas, resulta gratificante saber que el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), la institución científica más prestigiosa del país, ha postulado al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), como candidato para el Premio Nobel de la Paz 2020.
El EAAF es una institución legalmente reconocida, no gubernamental y sin fines de lucro, que fue creada en 1984 con el fin de investigar los casos de personas desaparecidas en Argentina durante el último gobierno militar (1976-1983).
Estos logros, reducida expresión de una realidad más amplia, tienen que mantenerse y se debe esperar que los presupuestos en ciencia y tecnología no se recorten y se mantenga y se aliente la carrera de investigación.
Por eso calificamos de acertada el regreso del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Entonces, si en este capítulo estamos advirtiendo algunos aciertos, no debemos retroceder bajo ningún aspecto. Un país sin desarrollo científico tardará muchos años más en recuperarse que otro que sí posea esa plataforma, esa inteligencia en movimiento.
Durante gran parte del siglo XX la Argentina fue de lejos el país pionero de América Latina en el avance educativo de sus generaciones más jóvenes. Y entrada la década que se inició en 1960, el país ya tenía una tradición científica que independientemente de haberle hecho ganar varios premios Nobel, se encontraba bien preparada para ponerse a la vanguardia continental, especialmente por la inteligencia nacional desarrollada. Sin embargo, las crisis posteriores frustraron esta gran esperanza, que alguna vez es necesario reconstruir. Esperemos poder hacerlo a partir de ahora.
