Con la reapertura del Museo Provincial de Bellas Artes Casa de Fader, y tras 7 años de estar cerrado, la actividad museística en Mendoza cobra vida y fuerza otra vez.
En mayo del año pasado, este diario sostenía que varios establecimientos del rubro arte tenían deficiencias edilicias, estaban desactualizados y no pocos se hallaban cerrados.
Esa situación alcanzaba a la casona de Mayor Drummond, al Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza (MMAMM y al Espacio Contemporáneo de Arte (ECA), bautizado Eliana Molinelli, que sufrió un prolongado cierre tras el incendio de la cúpula del edificio, para citar los casos más destacados.
Hoy, a jornadas de terminar el año, el panorama es más auspicioso, y son varios los establecimientos dedicados al arte pictórico que están en plena ejecución de su misión de exponer obras para el deleite de los visitantes locales y extranjeros, con excepción del MMAMM en pleno trabajo de recuperación en su sede de la plaza Independencia, aunque disponiendo de un anexo abierto en la Nave Cultural, en el Parque Central.
Estamos entonces frente a un panorama auspicioso en el mundo de la cultura, donde resalta la reapertura del Fader, ocurrida el último viernes de noviembre. Una velada que recordó a la jornada vivida el 11 de abril de 1951 cuando se inauguró en todo su esplendor el museo, bajo la gestión de J. Suárez Marzal.
Se ha materializado en esa institución un doble trabajo: por un lado, la consolidación de la construcción, muy afectada por el paso del tiempo y algunos sismos, especialmente el del 18 de junio de 2012, y luego el proceso de restauración del interior del inmueble, una ímproba tarea que realizaron operarios y un conjunto de mujeres encabezadas por las expertas Cristina Sonego y la italiana Valentina Ruggiero. En este conjunto femenino no debe olvidarse a Marisa Lilian Lucero, quien trabaja desde hace 23 años en el establecimiento.
Merced a la denodada labor de este grupo de damas, ahora el espectador puede apreciar pinturas decorativas y murales que antes no veía al estar tapados, y precisamente llaman la atención las pinturas en pared que es lo primero que ve el visitante al ingresar al edificio. Para preservar el museo, las obras no están colgadas en las paredes del inmueble sino que han sido colocadas en bastidores.
También hay que valorar la labor de arquitectos, ingenieros, restauradores, técnicos, especialistas, operarios, funcionarios y los colaboradores que estuvieron en las diferentes etapas desde 2016.
Puede definírsela como la obra de restauración patrimonial más importante de la región y probablemente del país, por las características de las tareas encaradas de estructuras y submuraciones, de arquitectura y de componentes artísticos. Una obra además que fue un gran desafío de coordinación, ya que estas tres patas se fueron dando en forma simultánea.
Podemos concluir que el Museo Fader tiene para ofrecer dos muestras: una, la que propuso y lograr llevar la casa a principios de siglo XX, con su decoración muraria y las pinturas de Fader, (tal como lo vivió la familia Guiñazú-Araujo y el mismísimo Fernando Fader); la otra, son las diferentes muestras pictóricas que se programen, sean éstas de la colección del museo (1.725 piezas) u otras externas.
Ahora vendrán otras tareas, como la recuperación de la parte posterior del establecimiento y la habilitación a pleno de los jardines. En paralelo tendrá que ponerse en marcha un responsable proceso de mantenimiento de las instalaciones que permita asegurar el disfrute de su acervo a muchas generaciones por venir.
Lo mismo vale para los otros espacios dedicados al arte, como el flamante museo Carlos Alonso (Mansión Stoppel), el museo de fotografía Máximo Arias y el ECA Eliana Molinelli, mientras se aguarda la vuelta del MMAMM.