Bruno Stagnaro: “Me interesan los universos marginales”

El reconocido director de la película “Pizza, birra, faso” y la miniserie “Okupas”, entre otros títulos, regresa a la tevé con “Un gallo para Esculapio”, un drama con entorno delictivo que estrena hoy la señal de cable TNT y mañana Telefé.

Bruno Stagnaro: “Me interesan los universos marginales”

Desde que estrenó "Impostores", la serie de 2009 en la que Leonardo Sbaraglia y Leticia Bredice componían a una dupla de consumados estafadores, el director Bruno Stagnaro no había vuelto a hacer televisión, a pesar de que "Okupas" (2000) había sido un éxito y que su película "Pizza, birra, faso" (1998) lo había consagrado como uno de los grandes realizadores del circuito under.

Pero ahora decidió regresar al ruedo y lo hizo con "Un gallo para Esculapio", miniserie de nueve capítulos que estrena hoy a las 22 el canal de cable TNT y mañana desde las 23 se verá también por el canal porteño de las pelotitas Telefé (aquí el Canal 9 local todavía no tiene fecha de estreno prevista). Cabe agregar que, desde el jueves, la serie completa estará subida a la plataforma on demand Cablevisión Flow.

En “Un gallo para Esculapio”, Stagnaro vuelve a abordar los submundos marginales que tanto le atraen, en este caso el de las riñas de gallos (muy populares en varias provincias argentinas) sumado al delictivo entorno de las bandas de piratas del asfalto.

La serie, que cuenta con producción de Underground (Sebastián Ortega), TNT, Telefé y la propia productora de Stagnaro (Boga Bogagna), además del apoyo del Incaa, cuenta con un elenco de lujo encabezado por Peter Lanzani, Luis Brandoni, Julieta Ortega, Luis Luque, Eleonora Wexler, Andrea Rincón y Ariel Staltari (quien también coescribió el guión junto a Stagnaro), entre otros.

“Es un trabajo que se emparienta mucho más con el cine que con la tele”, asegura el director sobre esta serie que se rodó durante cuatro meses en 85 escenarios reales, con más de 500 extras y filmada en calidad cinematográfica.

De qué va

“Un gallo para Esculapio” presenta el viaje, tanto físico como vital, de Nelson (Peter Lanzani), un humilde muchacho de Misiones que llega a Buenos Aires para traerle un gallo de pelea a su hermano. Pero al no encontrarlo donde habían quedado, Nelson emprende una búsqueda que lo llevará hasta el seno de la organización criminal que comanda Chelo Esculapio (Luis Brandoni), quien tras la fachada de un lavadero de autos dirige en realidad una peligrosa banda de piratas del asfalto y un antro clandestino de riñas de gallos.

Desde la sucia, multiétnica y eléctrica Liniers hasta los humildes barrios del oeste del profundo conurbano bonaerense, Nelson buscará ganarse la confianza del capo hasta conocer la verdad que se oculta detrás de la desaparición de su hermano.

Stagnaro cuenta aquí cómo fue la génesis de la serie y habla sobre su metodología de trabajo, la comparación con la industria estadounidense y el espacio exiguo para el género en la tevé argentina.

-¿Qué estuviste haciendo estos años en los que parecías alejado de la tevé y el cine?

-Anduve detrás de cámara haciendo muchos documentales para Canal Encuentro, pero más desde el lugar de productor. Después siempre estuve escribiendo. Tengo un montón de cosas escritas, que por diferentes motivos no se hicieron.

-¿Y cómo apareció "Un gallo para Esculapio"?

-La idea surgió hace mucho, en el 2004 . Yo iba a escribir a un bar que se llamaba “Un gallo para Esculapio”. Estaba escribiendo una cosa que paradójicamente no se concretó y en una pausa de la escritura me puse a jugar un poco con el nombre ese. Primero me interesó la historia, que está en el libro “Fedón” de Platón, pero después empecé a jugar con la idea de qué historia podía estar contenida en ese nombre. Fue un juego de escritura, arrancar por el nombre y armar una historia alrededor de él.

-¿Cómo es que se concretó tantos años después?

-Hace dos años me empezó a interesar el tema de la piratería del asfalto y en algún momento empezamos a hablar con Sebastián Ortega para hacer algo, y se me ocurrió unir las dos historias: la del tipo que traía el gallito con el universo de la piratería.

-Aunque con historias diferentes ya trabajaste con un universo marginal en "Pizza, birra, faso" y "Okupas". ¿Qué es lo que te llama la atención de ese mundo?

-En el fondo creo que lo que más me interesa tiene que ver con la marginalidad, pero no tanto en lo que se refiere a la cuestión socioeconómica, sino más desde el individuo frente a la sociedad y el sentimiento de no pertenecer. Eso creo que trasciende el contexto de carencia o pobreza económica y tiene más que ver con un sentirse afuera de la sociedad. Eso que se desprende del universo dostoievskiano, como el Raskólnikov de “Crimen y castigo”, que es un personaje que me marcó mucho en la adolescencia y de alguna manera siento que siempre estoy volviendo ahí.

-¿Cómo fue el proceso de investigación de estos mundos?

-Fue fundamental el trabajo que hicimos con Ariel Staltari. Cuando retomo la historia y empiezo a pensar en la idea de mezclar los dos mundos le pido ayuda a él para investigar un poco, porque Staltari tiene una gran habilidad para conectarse rápidamente  con la gente. Logramos algo que en aquella primera instancia yo no había conseguido, que es entrar en el universo de la riña, empezar a ir a riñas y vincularnos con gente de esa movida.

-Que es una práctica ilegal en casi todo el país, no habrá sido fácil...

-Totalmente ilegal y hasta las manos con el tema del maltrato animal. Paradójicamente nos resultó más fácil entrar en el universo de la piratería que en el de la riña, porque en el de la piratería si bien estuvimos en contacto con gente que merodeaba esa actividad también estuvimos en contacto con policías y el mundo de la Justicia. Lo de la riña resultó mucho más difícil, porque ese mundo es mucho más cauteloso.

-¿Les hicieron sentir que eran de afuera?

-Nos pasó que cuando por fin pudimos entrar en una riña era muy espeso el asunto, porque se conocen todos entre sí y había una gran paranoia de que fuéramos policías encubiertos o tuviéramos segundas intenciones. Hubo que poner el cuerpo y jugársela en lugares en los que no estaban dadas todas las garantías. De un modo muy explícito un par de veces nos invitaron a que nos fuéramos. Y nos pasaban cosas que tampoco ayudaban, como que íbamos a una riña y a la semana siguiente caía un operativo en la zona donde habíamos estado (risas). Pero dimos con gente que nos dio información.

-¿Mirás series? ¿Te sirven como referencia?

-No, siempre vi muy pocas, pero empecé a mirar más a raíz de estar escribiendo esto, tratando de ver en qué andaba la narrativa y vi cosas que me parecieron increíbles. “Mad Men”, por ejemplo, me pareció una cosa extraordinaria. Los recursos, el tiempo, el equipo creativo que tiene detrás es impresionante. Pero sobre todo los guiones, son increíbles.

-Más allá de cuestiones presupuestarias, ¿acá se está muy lejos de eso?

-Lo que pasa es que tienen otros tiempos, no creo que estos tipos lo hayan sufrido como lo sufrimos nosotros (risas). Creo que una de las grandes cuentas pendientes de la tele de acá es entender la importancia que tiene el guión, que es donde todo surge. Es más difícil escribir sin tiempo porque tenés la ambición de que quede una cosa sólida y eso exige elaborar y reelaborar, no hay otra.

-Con este tipo de series la distancia entre las calidades de cine y tevé parece acortarse. ¿Hubo una aspiración en ese sentido en "Un gallo..."?

-Absolutamente, hay una parte de la ambición que nunca resignamos que creo que se ve. En algún punto es la anti-serie, porque lo que se ve en el capítulo uno con la dispersión de locaciones y una presencia tan grande de exteriores se mantiene hasta el final. Fue muy duro en tiempos televisivos, pero en cuanto al resultado lo emparienta mucho más a lo que es cine que a lo que es tele.

-¿Puede ser la miniserie con producción extranjera una vía para que la ficción argentina encuentre su espacio?

-Puede ser. No tengo una visión muy clara de la televisión actual, porque tele de aire no veo hace 20 años. Siento que lo más interesante que se produjo en el último tiempo fue el canal Encuentro, en cuanto a contenidos, y me da un poco de pena que sea tan puntual, que haya tan pocos espacios para la diversidad de propuestas.

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