Al volante vos dispusiste de la vida y sueños de Brian, de su novia, sus compañeros y de su familia.
Tu existencia sigue, la de Brian Fajardo no.
Negligencia, inconsciencia, imprudencia, lo que quieras argumentar, no servirá para reparar o retroceder el segundo que causó tanto dolor.
Las ilusiones y proyectos de Brian, de 18 años, dejaron de latir a las 9 del domingo 26 de noviembre, en la esquina de Patricios y Alvear, de Luján de Cuyo, cuando ibas manejando, sin que te importara el exceso de velocidad, pensando que a tu paso el otro no importa.
Brian, otra víctima fatal, no es un número más de las estadísticas, sino un adolescente que tejía sueños y proyectos, ahora esfumados. Se había levantado temprano el domingo.
Cuando salía de la casa saludó a su papá y mamá, iba a visitar a su hermana y futuro ahijado, cuando ese cruce de calles lo transformó en mortal o mejor dicho en inmortal.
Las leyes de tránsito y su prudencia estaban a su favor. Tenía la preferencia del cruce y llevaba un casco que le había salido muy caro. Sin embargo, no fueron suficientes para frenar el fuerte impacto que le produjo la muerte en forma instantánea.
Brian preparaba con alegría y felicidad junto a su novia Agostina y sus compañeros y amigos de la escuela Ferrari de Olazábal, los detalles de su acto de colación.
Entusiasmado y con esfuerzo estaba juntando el dinero para que sus familiares fueran a la cena de egresados. Tenía el sueño de seguir estudiando, se lo había propuesto, quería ser el orgullo de la familia, egresando de una casa de altos estudios. Capacidades y voluntad le sobraban.
En la escuela llevaba las materias al día. A su profesora de Matemática le prometió que se esforzaría durante los trimestres para obtener el 10 porque se lo había prometido a su madre. A su novia le decía: "Agostina, vamos a hacernos una casa de dos pisos…"
Fue feliz y hacía feliz a quienes lo rodeaban, hasta que la imprudencia de un remisero hizo volar sus sueños, provocando el desconsuelo de todos los que lo querían. Que los padres entierren a sus hijos es doloroso. Que lo hagan imprevistamente es desgarrador. Así se sintieron los llantos y lamentos durante el velorio.
Es una quimera pretender que no haya más remiseros o conductores que se lleven una vida como la de Brian. Para que la desgracia no se justifique luego como un accidente, necesitamos reflexionar como ciudadanos, respetando al otro fuera y dentro del auto.
No se puede buscar explicaciones en donde no las hay: la ira, el estrés, el cansancio, la prepotencia, no son excusas para quitarle la existencia a nadie.
Blanca Barja
Madre
DNI 93.033.502
Zenón Fajardo
Padre
DNI 93.033.509