Brasil y nosotros

Cuando Brasil y la Argentina deberían marchar juntos a integrarse al mundo desde sus potencialidades compartidas, nuestro país sólo se atiene al peor de los aislamientos posibles, que este gobierno ya no mejorará.

Brasil y nosotros

En el suplemento Fincas del 14-2 dice: “En 2014 las exportaciones al país vecino se desplomaron por falta de materia prima. Este año, por la devaluación del real, productores de ajo, duraznos y peras tienen magras perspectivas de colocación”.

Es una síntesis precisa y contundente de los avatares de los productos de Mendoza, cuyo principal mercado del exterior es Brasil. Esa conclusión se puede extrapolar, con alguna excepción, a toda la relación comercial entre ambos países, en razón de que allá también se quejan de las dificultades que tienen para vender en la Argentina.

Es casi innecesario recordar las idas y vueltas que han tenido a los largo de los años las relaciones políticas y económicas entre ambos países, al igual que la gran importancia que tienen esas relaciones no sólo para nuestra región sino para toda la economía del país.

Un demostración de tal hecho ha sido la reciente visita a Buenos Aires del flamante canciller brasileño, Mauro Vieira, quien fuera embajador en Argentina, por lo tanto un hombre que conoce las complejas y cambiantes relaciones entre ambos países.

Debe destacarse que ha sido la primera visita a otro país realizada por el canciller del flamante segundo período de gobierno de la presidente Dilma Rousseff, iniciado con un giro importante en materia de política económica, encarando un fuerte ajuste del desequilibrio fiscal que ha incluido aumento de impuestos y reducción de gastos. Incluso el nuevo ministro de Economía impulsa un fuerte replanteo de las reglas del Mercosur.

La visita, si bien calificada como protocolar, estuvo destinada a sondear la posibilidad de flexibilizar la severas restricciones impuestas por el gobierno nacional a las importaciones no sólo de Brasil.

Según trascendidos, los resultados han sido prácticamente nulos y los visitantes están convencidos de que el actual gobierno no va modificar la política de restricciones durante este año. No han faltado trascendidos de funcionarios y empresarios de Brasil de apuntar todos los esfuerzos a dialogar con los candidatos o precandidatos a Presidente.

Éste es el punto importante: el actual gobierno no va a cambiar; lo que importa es el próximo. Es evidente que a partir del 10 de diciembre, quien sea electo tendrá que encarar una severa revisión de política internacional que saque al país del aislamiento en que se encuentra y revise el vuelco producido en los últimos años hacia China y Rusia.

Las relaciones con Brasil, como lo han expresado ambos cancilleres, “es la más estratégica de las alianzas”; para Brasil “la relación con Argentina es la más estratégica de todas las relaciones”.

Es evidente que a estas buenas expresiones habrá que ponerles contenido claro y preciso, tanto en los aspectos políticos como en los económicos. El mundo en que vivimos es un acuerdo de grandes bloques económicos. Nosotros solos somos una economía muy pequeña, de muy poca significación, salvo la producción de granos y derivados.

Necesitamos una fuerte alianza con Brasil y hacer un replanteo a fondo del Mercosur, para salir en bloque a negociar tratados de libre comercio con todos a los que les interese hacerlo.

Las economías de los cuatro socios originales del Mercosur tienen en el mundo de hoy más complementariedades que divergencias (las asimetrías de tamaño por caso); hay que profundizar las primeras y atenuar las segundas.

Un grave defecto del Mercosur, que hemos señalado muchas veces, es que se pensó para protegernos del resto del mundo, no para lograr una mejor y beneficiosa inserción en él.

Éste debe ser un objetivo básico en el próximo gobierno. Otro aspecto que contribuyó al mal funcionamiento del bloque ha sido la ausencia de una mínima coordinación de las políticas macroeconómicas entre los países.

No hay posibilidad de que el mercado común funcione si la política económica de los componentes es discordante. Es necesario que haya una política monetaria y cambiaria que vayan en sincronía. No es posible un intercambio estable si un país devalúa su moneda y el otro la aprecia, como está ocurriendo ahora entre Brasil y nosotros.

Es necesario que las políticas fiscales y de tratamiento de la inversiones extranjeras sean homogéneas.

Nuestra relación con Brasil debe ocupar un lugar preferencial en el debate de la campaña electoral.

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