Alemania, un finalista que humilló a Brasil en una goleada histórica

El 7-1 de los germanos a los brasileños se ganó un espacio entre los hechos más relevantes de todos los tiempos. El "Maracanazo" le deja paso al "Mineirazo".

Alemania, un finalista que humilló a Brasil en una goleada histórica
Alemania, un finalista que humilló a Brasil en una goleada histórica

Un hecho que abre paso a la leyenda, no cabe otra explicación. Una bisagra que marca un antes y un después. Un tajo en la historia. El ADN del fútbol: su faceta inclasificable. No existe espacio para la lógica cuando la demostración de fuerzas que se oponen es tan claramente marcada. Cuesta creer que sea a Brasil y en Brasil. Ya no son las hojas amarillentas del Maracanazo. Es un Mineirazo implacable. Es llanto. Es impotencia. Es angustia contenida. Es una pesadilla sin despertador. Es el pentacampeón. El Scratch; el rival a vencer. Vencedores vencidos. Tristeza nao tem fim. Ay, Brasil, que han hecho con tu orgullo. Ay, Brasil, todas las preguntas y ninguna respuesta. Ay, Brasil, la tierra de las divinidades hechas hijos prodigios: Pelé, Tostao, Gerson, Jairzinho, Rivelino, Romario, Bebeto, Ronaldinho, Kaká...y Neymar. Y sin Neymar. Y sin la alegría que contagia Neymar. Y sin Thiago Silva: enorme líder, aún sin el reconocimiento merecido. Ay, Brasil, toda esa silbatina. Todo ese abucheo. Ese deseo de que esta realidad que golpea el pecho sea apenas una broma de mal gusto. Pero no lo es. Y es humillante. La única consigna, aquí y ahora, es escaparse de la humillación. Si es que se puede. Si es que éso puede existir.  Y no Brasil, tu inmensa gloria futbolística no te lo permitiría. Nunca es triste la verdad, hay que asumirla con grandeza. Y luchar, ya mismo, para recomenzar la escalada...aún habiendo caído por la pendiente hacia el abismo más profundo que alguna vez hayas imaginado.

Ahí están los alemanes. Aún están perplejos. Casi sin creerlo. Siete a uno. En la casa del más ganador de todos. La morada del que dio cinco vueltas olímpicas. Siete a uno. El pasaje a la final frente al mismo rival que les quitó la ilusión en 2002. Y ahí lo tienen, rendido a sus pies. Siete a uno. Continúa la incredulidad propia. Su asombro. Haber escrito un capítulo exclusivo en uno de los sucesos históricos de todas las épocas. El récord de Klose, encima; sobre Ronaldo, además. Hasta derrumbando otro ícono brasileño. Müeller y su vitalidad. Schuerrle y su contundencia: dos tiros, sendos goles. Lahm, enorme gigante de talla baja. Schweinsteiger, guerrero sin necesidad de dar un golpe. Khedira y Özil, batalladores en su recorrido, con pelota al pie y cero roce físico. Neuer, el arquero más completo de este Mundial: recursos, determinación y toma de decisiones. Siete a uno. Con argumentos sólidos. Grabado en la memoria colectiva. Por y para siempre.

Dolor, que se entremezcla con rabia. Y esa arenga de Felipao el día previo que sembró más confusión que certeza. "Por nuestro país, por nuestra gente..." había dicho la cabeza de grupo. Como si intuyera que sólo el factor emocional iba a ser suficiente para disimular las carencias técnicas del equipo que él formó. Esa "argentinización" de su juego, dotándolo de combatividad, parece no encajar en los genes brasileños. Aquél "jogo bonito" queda sólo en los videos de antaño. Ésta verde amarela fue presión y más presión, con menos generación de fútbol que la prevista. Cayó en el ridículo con un estilo en el que creyó más su director técnico que sus jugadores. Vendrá el tiempo de las excusas y de la autocrítica, pero cuando Brasil no responde a su propia identidad se termina diluyendo hasta convertirse en una pantomima de si mismo.

Alemania es un equipo que avanza en bloque y que sabe ocupar los espacios. Es la versión mejorada de aquél que cuatro años atrás goleó a la Selección en Ciudad del Cabo. Ya en defensa, los movimientos tácticos variaban sin problemas y en un par de segundos se pasaba de un dibujo 5-4-1 a otro 4-2-2-2 según cómo viniera construida la jugada rival. Con Lahm y Schweinsteiger de termómetros, midiendo la temperatura de la última línea, Khedira y Özil completaron un trabajo por las bandas que devino instantáneamente de cierre por los extremos a ataque como volantes externos al recuperarse la pelota. Adelante, los tanques lo son por el juego aéreo pero también se transforman en dúctiles con la pelota al pie. Saben, protegen el balón y se muestran para triangular en corto. Kroos, Müeller, Klose y Schuerrle, cumplen perfectamente la doble función: definición en ofensiva y presión en actitud defensiva sobre la primera línea adversaria.

Ya a los 9', en el movimiento conjunto para sacarse marcas en un tiro de esquina, Müeller quedó en soledad para elegir donde ubicar el disparo. El gol dejó groggy a una dupla central con David Luiz de primer marcador central y Oscar como segundo, y ésto contagió de inseguridad al resto. Fallaron Luiz Gustavo, Fernandinho y Bernard en las marcas. Oscar no asumió riesgos. Fred no justificó porque estuvo convocado para este Mundial. Hulk, sin ser un exquisito, aportó la técnica que le faltaba al resto. Pero ya no era lo mismo, por más que Maicon y Marcelo se mostraran como salida. Porque de groggy, Brasil pasó a quedar noqueado por Klose, Kroos por duplicado y Khedira. Cinco a cero, y antes de la media hora de juego. Nadie se lo explicaba, ni siquiera los alemanes. De a uno, de a dos, de a diez, empezó la fuga de hincha brasileños. Sólo por respeto a la tradición se quedaron los demás. Nada más.

El repunte brasileño en el inicio del complemento encontró relajado al vencedor, pero emergió la figura monumental de Neuer para frustrar tres chances netas. Hasta que, paulatinamente, la máquina volvió a engranar. Schuerrle, en dos oportunidades, estiró la diferencia a siete. Oscar, al menos, la redujo a seis. Aplausos para los germanos, abucheos y silbidos para los locales. Y un cierre en el que los jugadores alemanes terminaron consolando a los tremendamente acongojados antagonistas locales. Hasta que Marco Rodríguez pitó el final y este partido, de dimensiones extraordinarias, pasó a ganarse - definitivamente - un lugar en la historia.

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