Brasil: más allá del sol y la playa

Río cautiva y enamora. La cidade maravilhosa es sinónimo de playa. Pero, ¿qué hacer cuando el sol es esquivo? Aquí, algunas opciones.

Brasil: más allá del sol y la playa

Los cariocas no se cansan de repetir que la ciudad es otra después de las Olimpíadas. Nuevas autopistas, redes de subterráneos y tranvías, acercan barrios antes muy alejados y generan nuevos centros urbanos. Antes, ir a Barra de Tijuca, por ejemplo, significaba grandes desplazamientos. Luego del evento deportivo, gracias a la ampliación de la línea de subtes combinados con los metrobus, y a una moderna autopista que conduce desde el aeropuerto, la zona creció explosivamente. Infinidad de edificios y condominios, más de 10 centros comerciales, hoteles de alto nivel y complejos deportivos, son la herencia palpable de los juegos recientes.

A pie por la ciudad

Siempre la mejor manera de vivir la ciudad es caminar sus calles, viajar en sus transportes públicos, conversar con su gente. Dispuestos a pasear por la gran urbe, el puerto es un buen punto de partida. Esta zona es donde el cambio es más visible. Antiguamente era un lugar feo, sucio y peligroso, cruzado por una autopista elevada que era una horrible cicatriz y que provocaba que los cariocas dieran su espalda al mar. Luego de un gran trabajo, que incluyó la demolición de esta carretera, (en su trazado circula un moderno tranvía eléctrico), y del trabajo sobre los antiguos dockes, hoy muestra una faz más moderna.Allí, la más reciente de las aperturas es el Aqua Río, el acuario más grande de Sudamérica, según la costumbre de los brasileños de considerar todo " o maior do".

El amplio espacio que dejó la autopista demolida, invita a caminar unas cuadras. Un sin fin de paredes de Río están intervenidas con graffitis. Sin dudas que  aportan un colorido particular y atrapante. Quizá el mural más icónico, sea el que pintó #Kobra en las cercanías de la Estación de Cruceros.

Sobre un muro de más de 170 mts de largo y 15 de altura fue reconocido por Guiness como el mayor mural del mundo (otra vez la pasión brasileña por batir récords). Eduardo Kobra es un famoso muralista paulista de 40 años, que tiene obras repartidas por todo el mundo y que fue convocado para dejar su testimonio en ocasión de los Juegos Olímpicos.

“Todos son um” es la pintura de cinco rostros aborígenes de los cinco continentes, que inspirados en los 5 anillos olímpicos, representan la paz y la unión de los pueblos.

Siguiendo con la caminata, nos topamos con la inconfundible arquitectura del catalán Santiago Calatrava, esta vez representando un esqueleto de dinosaurio (aunque su autor dice haberse inspirado en las bromelias del jardín botánico), sobre un espejo de agua. En el lomo del animal prehistórico, 20 placas de acero movible que soportan los paneles que captan energía solar y brindan el recurso necesario para el funcionamiento del complejo.

En su interior, mediante técnicas audiovisuales, instalaciones interactivas y juegos, presentan una especie de viaje en el tiempo hacia el momento mismo del Big Bang, para entender la evolución de la tierra y el hombre.

A partir de allí, imaginan el  futuro con los importantes cambios que se vienen: el crecimiento de la población y su longevidad, lo dramático del cambio climático, los avances tecnológicos y de conocimiento y la alteración de la biodiversidad. Una forma de anticipar lo que vendrá.

Justo frente al mural de #Kobra, tenemos la parada del moderno VLT, una red de tranvías ligeros que integran al puerto con el centro histórico de la ciudad, el aeropuerto Santos Dumont, la terminal de ferrys que llevan a Niteroi, y la terminal de ómnibus Novo Río. Decidimos ir hasta el centro, a las cercanías de Cinelándia, punto de partida para admirar el Teatro Municipal, inspirado en la Ópera de París. No sólo el teatro trae recuerdos de la Ciudad Luz. Frente, el Bar Amarelinho nos remite a los café franceses con mesas en la vereda, aunque, en la elección general, gana 10 a 1 la "cerveja gelata".

Noche y día

A pocas cuadras de allí, se encuentran los Arcos de Lapa, un antiguo acueducto, hoy el carril aéreo por donde transita el recuperado "bondinho" de Santa Teresa.

Lapa, el barrio bohemio (una especie de San Telmo porteño), se transforma por la noche en el centro musical de Río. En pocas cuadras, se desparraman una cantidad enorme de bares y discotecas, muchas de ellos con música en vivo. Aunque el espectáculo es la propia calle. Alrededor de los puestos ambulantes que venden bolinhos y frituras de todo tipo, se montan fiestas, donde corren ríos de caipirinhas y cervejas y donde se baila entre conocidos y no tanto. Por allí, uno de los lugares más conocidos es Río Scenarium. Un enorme edificio de varios pisos y salas, decorados con las cientos de antigüedades que alguna vez llenaron el negocio original. Música en vivo todas las noches, cena y baile asegurados.

Cerca está también Circo Voador, una gran carpa con los mejores conciertos todos los días. Más allá, Fundiçao Progresso, un centro cultural y local de espectáculos que se emplazó en una vieja fábrica de objetos de metal y Carioca da Gema, un sitio dedicado exclusivamente al samba y al chorinho.  Pero aún estamos de día en nuestro paseo. A los pies de Lapa, comienza la Escalera de Selaron, el artista plástico chileno. Él revistió una larga y empinada escalera que sube desde Lapa a Santa Teresa, con miles de azulejos coloreados y decorados, a los que iba cambiando y agregando otros todo el tiempo; "una obra viva y mutante" como él definió.

En 2013, trágicamente fue encontrado muerto y quemado, justo en su obra, la que quedó como una de las grandes atracciones de la ciudad.

Escalones arriba está  Santa Teresa, reducto del arte y refugio de los intelectuales. Este barrio, que está asentado en las empinadas laderas de un morro, tuvo sus épocas de esplendor a principio del siglo XX, salpicado de casas y mansiones importantes, donde vivía la clase pudiente de la ciudad.

Hoy recuperó su atractivo como una especie de “Montmartre Carioca”, lleno de ateliers de arte, bares, restaurantes y hoteles boutique. Si bien está rodeado de favelas, un paseo en “bondinho” nos permite recorrerlo de forma pintoresca y segura.

Sitio Burle Marx

Roberto Burle Marx nació en Río en 1908 y estaba emparentado de manera no muy lejana, con el filósofo comunista Karl Marx. Desde niño tuvo vocación artística y pasión por las plantas. De muy joven, visitó un vivero en Alemania y quedó sorprendido al ver que se cultivaban variedades de plantas originarias de Brasil, su patria.

También observó que los paisajistas de su país sólo utilizaban plantas que traían de Europa. Su talento y curiosidad, lo convirtieron en un notable paisajista que cambió la manera de diseñar y en un investigador incansable de especies desconocidas, muchas de las cuales fueron bautizadas con su nombre.

Junto con los grandes arquitectos de la época: Niemeyer, Lucio Costa y Rino Levi, diseñó conjuntos arquitectónicos y parques célebres en Brasil y en otros lugares del mundo. También las famosas veredas portuguesas de Copacabana.

En los años 40 compró junto a su hermano una gran superficie de tierra más allá de Barra de Tijuca, en los confines de Río. Allí plantó más de 3.500 variedades de plantas del país y desarrolló su forma particular de exponerlas.

Hoy, visitar el Sitio Burle Marx, patrimonio cultural brasileño, es un placer para los sentidos y un descanso luego de jornadas de sol y mar. (entrada 10 reales).

Los clásicos

Floresta da Tijuca. Río cuenta con el privilegio de tener el mayor bosque urbano del mundo (otra vez un récord): La Floresta de Tijuca. Un oasis de Mata Atlántica dentro de la ciudad. No siempre la tupida vegetación reinó en el parque. Durante los siglos XVII y XVIII, la zona fue prácticamente deforestada y arrasada por la explotación de madera y el cultivo del café.

El emperador don Pedro II, ordenó un trabajo de reforestación y conservación durante 17 años, que llegó a dotar de más de 130.000 nuevos árboles al lugar, y fue la base de lo que es hoy el bosque.

Una recorrida en jeep 4x4 , se adentra en las entrañas del parque y recorre los caminos y los puntos de interés: cascadas, senderos de trekking en medio de la mata y manantiales de agua transparente. Se hacen paradas en miradores privilegiados como el " Vista Chinesa" (o mirador Chino), o el "Mirante Dona Marta", desde donde se consiguen vistas privilegiadas de la ciudad y la bahía. Dentro de la Floresta de Tijuca, se encuentran los morros más altos de Río: La Pedra Da Gavea, la Pedra Bonita y el famoso Corcovado, el cerro donde está emplazado el Cristo Redentor, otro de los imperdibles de la ciudad.

El Corcovado y el Cristo Redentor. Recientemente elegido como una de las nuevas maravillas del mundo, deslumbra desde las alturas abriendo sus brazos para dar la bienvenida a todos los visitantes de la ciudad. Sobre un morro de más de 700 metros, esta majestuosa mole de casi 40 metros de altura, de hormigón armado y recubierta en piedra jabón, es una hazaña de la ingeniería. Sin dudas, es el lugar más visitado y fotografiado de la ciudad. Se puede subir con combis que salen desde Copacabana, Barra do Tijuca o Largo do Machado o en el trencito a cremallera desde la estación Cosme Velho (71 reales).

Pan de azúcar. Localizado en la entrada de la Bahía de Guanabara, se accede por telesférico en una trepada de pocos minutos con dos paradas para obtener las mejores postales. El primer mirador está en el Morro da Urca y regala  maravillosas postales de la "Enseada de Botafogo". El segundo tramo, lleva 170 metros más alto, a la cima del "Morro Päo de Açucar", desde donde las vistas son más amplias, abarcando la Bahía de Guanabara, la Pedra da Gávea, la Serra do mar y la inmensidad del Océano Atlántico que baña las playas de Ipanema y Leblon. 

Color local

"Río es un inmenso resort urbano", dice entusiasmado Michael Nagy, el director del Río Convention & Visitors Bureau. "Además de la playa, hay una infinidad de actividades para hacer en el ámbito de la ciudad. Deportes aventura, golf, museos, cultura, arte,  gastronomía, todo al alcance del visitante". Sentado en una mesa del Bar de Oswaldo, cuenta la historia de ese y otros bares que mantienen las tradiciones.

Frecuentados por los locales, hoy son descubiertos por los turistas que buscan lo auténtico. Un ejemplo es este, el de Oswaldo. Desde 1946, se especializan en Batidos: licuados de fruta con leche condensada y cachaça. Hay gran variedad: con coco, asahí, maracujá, limón, cajú, o frutilla, entre otros.

En tanto en la Academia de Cachaça, todo gira en torno a la bebida típica, hasta la decoración con una colección de más de 2.000 botellas diferentes.Un par de estos tragos, son la antesala de la visita a la más famosa de las churrascarías de Brasil: Fogo de Chäo. Espeto corrido del mejor, con gran variedad de ensaladas que muestran la abundante variedad de frutas y verduras del país.

Para terminar, café y pasteles. Nada mejor que el antiquísimo Confeitaría Colombo, elegida como uno de los 10 cafés más lindos del mundo (una vez más el ranking). Desde 1894 punto de reunión de cariocas famosos y no tanto, que disfrutan del entorno, original de la belle epóque con toques de art noveau de la década del 10 del siglo pasado. En un ámbito de bellos vitreaux, frisos y muebles de palo rosa, es posible disfrutar de un café antes de regresar al hotel.

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