Brasil, decime qué se siente

Las manos de Julio César, un travesaño y un poste evitaron la salida de los locales de esta Copa. Chile le quitó la pelota y lo desorientó. Ahora vendrá Colombia, que juega como la vieja escuela brasileña.

Brasil, decime qué se siente
Brasil, decime qué se siente

El estereotipo del brasileño despreocupado y amigo de la vida en las playas, cual si fuera sólo un folleto de turismo encarnado en un ser humano, mutó por completo en una persona angustiada, con la adrenalina por las nubes y al punto de un desborde emocional que podía decantar en agresividad o desahogo según fuera el resultado de la definición por penales contra Chile.

El Mineirao fue una olla a presión que terminó de descomprimirse segundos después de que por un par de centimetros el disparo de Jara no se convirtiera en gol para alargar la desesperación durante algunos minutos más.

Más allá de verse reflejadas las dos caras del fútbol con respecto a quién celebró con lágrimas de alegría y quién retornó a casa con lágrimas de tristeza, lo cierto es que hay una explicación futbolística que hoy debe desvelar a Luiz Felipe Scolari y al resto de su cuerpo técnico.

¿Qué le pasó a Brasil? es la pregunta. ¿Puede repetirse o fue sólo una tarde que quedará archivada en la memoria? es el segundo interrogante. En sendos casos, la respuesta no está clara. Lo único concreto es que la Roja le encontró los puntos flojos a la Verde Amarela y que estuvo a un paso de provocar un Mineirazo histórico.

Brasil está desacostumbrado a que un rival, cualquiera que fuese, le marque la cancha disputándole la posesión de la pelota. Hay pocos registros en campeonatos mundiales de partidos que hayan tenido esta característica. Ni siquiera las últimas eliminaciones en cuartos de final en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, frente a Francia y Holanda, respectivamente. En sendos casos, jugadas aislados o aprovechamientos de errores defensivos permitieron las clasificaciones a semifinales de "bleus" y "orange". Nunca por fruto de un dominio del trámite, ni mucho menos.

Chile, en cambio, lo hizo. Excepto durante la primera media hora, cuando quedó encerrado en zona defensiva. En ese arranque, el local había sido superior a través de un despliegue en bloque para cubrir los sectores de la cancha a partir de una alta intensidad de juego. Sin embargo, una desconcentración de Hulk, sobre un lateral, decantó en que Alexis Sánchez tuviera tiempo y espacio para maniobrar en corto y cruzar el disparo para llegar a la igualdad.

Tras el empate, los trasandinos se reacomodaron con una saludable tendencia a triangular en corto. Así, lograron un triple efecto: 1) defenderse con la pelota en zonas alejadas a su área; 2) desorientar a su rival, que no tuvo claro si salir a presionar o esperar; 3) poner impaciente al público, que se había preparado para una fiesta sin invitados desagradables.

Las señas, ademanes e indicaciones a viva voz de Felipao, personaje histriónico si los hay, contrastaron con la serenidad de Sampaoli, quien se movió dentro del corralito sin agitar los brazos en una clara señal de contagiarles tranquilidad a sus jugadores.

Brasil ganó combatividad con Scolari pero ésto no significa que haya potenciado su caudal de juego. Thiago Silva, por lejos, es el eje de la defensa; ordena, cuenta con voz de mando y muestra recursos técnicos para salir airoso en el mano a mano. David Luiz tiene recuperación, salto y salida, pero es menos eficaz en el manejo de la última línea y le cuesta tomar decisiones en defensa; entre él y Marcelo, Chile encontró su espacio para estacionarse en ataque y complicó cuando quiso.

Por los extremos, el lateral izquierdo de Real Madrid y Dani Alves son expertos en las proyección y cuentan con buena respuesta física y táctica para el retroceso; sin embargo, tampoco son especialistas en ofrecer seguridad cuando son encarados en el uno contra uno.

En el sector central, el más activo recuperador de balones fue Oscar, cuando en realidad su característica es la de proveer asistencias de gol o acompañar un avance por el lado ciego. Luiz Gustavo y Fernandinho se desorientaron tras el toqueteo chileno y más de una vez quedaron superados por la línea de la pelota. Y sin el mediocampo como zona de equilibrio, la Verde Amarela cayó en la confusión acerca de cómo resolver el planteo adversario.

Los retrocesos de Hulk, por derecha, y hasta de Neymar, por el centro o por la izquierda, fueron pruebas evidentes de que los atacantes necesitaban volver a estar en contacto con el balón porque sus volantes fallaban en el abastecimiento.

Adelante, Neymar se cargó la responsabilidad de armar e ir a definir. Su desconexión con Fred fue notoria, pero mucho más con el muy limitado técnicamente Jó, a quien, con 1,91 mt, ni siquiera buscaron por vía aérea. El diez fue de mayor a menor, pero no se le puede endilgar falta de compromiso; acertó Chile al esperarlo en zona, con un Marcelo Díaz muy batallador para cercarlo junto al lateral o central por donde se moviera el atacante.

Ahora se vendrá Colombia, con un juego más parecido al brasileño tradicional que al actual que expone la formación de Felipao. Será un choque de estilos, paradójicamente, con los "cafeteros" identificados con el de la vieja escuela brasileña. Y si algo prefiere evitar el hincha local es volver a invocar a Julio César para otra definición por penales.

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