El Senado brasileño aprobó ayer el congelamiento de los gastos públicos durante 20 años, la primera de las impopulares medidas de austeridad del presidente conservador Michel Temer para tratar de sacar al país de la recesión.
La enmienda constitucional, aprobada por 53 votos a favor y 16 en contra, será formalmente promulgada el jueves y entrará en vigor en 2017.
En varios Estados hubo protestas a lo largo del día contra esa medida, denunciada por los impactos negativos que tendrá en áreas sociales, como salud y educación.
En Brasilia se produjeron violentos enfrentamientos entre varios centenares de manifestantes, varios de ellos con los rostros cubiertos, y las fuerzas de seguridad, que trataron de dispersarlos con gases lacrimógenos.
Una encuesta de Datafolha reveló ayer que un 60% de los brasileños se opone a la denominada “enmienda del techo de gastos”, respaldada por solo un 24%.
Esa medida, que indexará durante dos décadas el aumento de los presupuestos al índice inflacionario, “afectará con mucha más fuerza a los brasileños más pobres y vulnerables”, afirmó la semana pasada un relator de la ONU.
Un líder sindical de Uberlandia (Minas Gerais, sudeste), Luis Jorge dos Santos, se declaró “indignado” por la celeridad de los debates. “Consiguieron votar esa reforma contraria a los trabajadores antes de que hiciéramos nuestra manifestación”, lamentó, en las proximidades del Congreso.
Temer, que asumió el cargo tras la destitución este año de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, celebró el avance de una iniciativa que, afirmó, “apunta a sacar al país de la recesión”.
El mandatario conservador se dijo decidido a avanzar con sus impopulares reformas, pese a la creciente fragilización de su base política, particularmente expuesta en las últimas revelaciones -en las que él mismo aparece mencionado- de la investigación Lava Jato sobre el enorme esquema de sobornos en Petrobras.
Su popularidad se halla además en el mínimo -apenas 10% de opiniones favorables- y un 63% de la población quiere que renuncie, según la última encuesta de Datafolha.
Pero Temer insiste en que su misión es entregar un país "saneado" a quien le suceda en 2018, cuando haya completado el mandato de Rousseff.
"Es preciso tener coraje para gobernar. Y tenemos coraje", lanzó Temer en un acto sobre la renovación del sistema de transportes.
La enmienda del “techo de gastos” es apenas la primera del plan de ajustes de Temer. La siguiente -la reforma del sistema de jubilaciones- pretende establecer una edad mínima uniforme de 65 años para el retiro de hombres y mujeres y un período de contribuciones de 49 años para gozar del 100% del beneficio.
Temer y su ministro de Finanzas, Henrique Meirelles, esperan neutralizar el gigantesco déficit fiscal, previsto en 163.000 millones de reales (48.000 millones de dólares) en 2016. En los últimos 12 meses fue de 137.000 millones, equivalentes a un 2,23% del PBI.