Bowen, el pueblo de toda mi vida que me llevó al mundo

En el lugar todos los conocen por “las peras del Joselete”, un producto de exportación. De las fincas y el dinero escaso de ayer, al presente holgado de hoy.

Bowen, el pueblo de toda mi vida que me llevó al mundo

Soy del pueblo de Bowen donde reina la alegría; mi nombre es José García. Nací en Los Campamentos, en plena zona rural. Hoy vivo en la calle Pringles. En un camino de tierra; la última casa a mano derecha, donde termina el área urbana de Bowen. En un galpón de una ex bodega, ahí me pueden encontrar.

Mi vida es simple: me gusta salir a la vereda, andar por las calles, estar en contacto con la gente, eso es muy típico en Bowen. Es cierto que en el último año la gente me reconoce por la producción de peras envasadas en botellas de vino blanco, más conocidas como "las peras del Joselete" en honor a mi padre. Mi trabajo ha hecho crecer mi popularidad y viene gente de todos lados para hablar conmigo y conocer lo que hago.

Este lugar supo ser antaño clave en la producción y comercialización del vino. Por acá pasaba el ferrocarril, que cruza de este a oeste hacia la ciudad de Alvear. Las cosas han cambiado mucho. Sin embargo el lugar guarda aún ese aspecto de tranquilidad que tanto les gusta a los turistas que llegan de las grandes ciudades.

Empecé este camino hace 40 años como un hobby. Nos enteramos de la producción de peras envasadas gracias a una revista de Europa que se especializaba en temas agrícolas. Con mi papá teníamos un montón de peras, entonces decidimos comenzar a hacerlo.

Pero no teníamos un mango y las originales peras envasadas llevaban licor, entonces le echamos el ojo a un vino blanco que estaba guardado en unos toneles. Terminó  siendo un éxito porque el vino genuino tiene menos graduación alcohólica y le mantiene el color originario a la pera, además le da un sabor único.

Con mis 54 años, hasta hace poco trabajaba de obrero en la finca. Lo que ganaba me alcanzaba para vivir el día a día. Sin embargo, este emprendimiento ha cambiado mi realidad; estoy mejor económicamente y me relaciono con turistas y lugareños. Ese aspecto social del negocio me gusta mucho.

No es la primera vez que lo intento, antes también me había embarcado en la producción de peras envasadas pero fui estafado muchas veces por “socios” que se llevaban las botellas a lugares turísticos y nunca volvían con la plata.

Macarena, Martín y Marisol son el fruto de 23 años de convivencia y paciencia por parte de mi mujer. Esa es mi vida, de Bowen al mundo, un mensaje en una botella. Hecha de vino y de pera.

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