Boudou vive, pero no gobierna

Hay una obsesión casi morbosa de ver cómo Zannini y Abal Medina “despoderan vivo” a Boudou. El pueblo anti K -y parte del K también- están reunidos en la plaza del pueblo, como ocurría en la Edad Media, viendo el descuartizamiento: primero le cortan un ac

Boudou vive, pero no gobierna

Dicen que en la terapia intensiva de la Favaloro estaban anonadados. ¿Cómo volvió de la muerte así? ¿Cómo sobrevivió tanto tiempo sin que le llegara oxígeno?

No importa cómo. Boudou vive.

Muchos vuelven con un desfibrilador. Éste volvió en moto. Será neoliberal disfrazado de nac&pop, será frívolo, pero es un muchacho responsable: usa casco, no como la señora.

Una pregunta absurda recorre como un fantasma las casas de los que no lo quieren: ¿qué podría ocurrir si quedáramos en manos de él? Respuesta: nada. ¿Acaso podría instalar un cepo al dólar que termine frenando el mercado inmobiliario? ¿Podría fijar el precio del pan según la hora? ¿Expropiar una imprenta para cubrir un ilícito inocultable?

El trabajo está hecho. El malo y el bueno.

Hay una obsesión casi morbosa de ver cómo Zannini y Abal Medina “despoderan vivo” a Boudou. El pueblo anti K -y parte del K también- están reunidos en la plaza del pueblo, como ocurría en la Edad Media, viendo el descuartizamiento: primero le cortan un acto. Después, otro. ¿Sigue vivo?

Aunque usted no lo crea, sí. Boudou vive. Porque antes de ser “el de Ciccone”, el hombre de la Harley era “el moderado” que quería negociar con los acreedores -por ejemplo, con el Club de París-. Las vueltas de la vida, esta semana la Argentina se “boudoudizó”: anunció que pagará a cinco empresas alrededor de 500 millones de dólares para que levanten las demandas hechas contra nuestro país en el Ciadi (el tribunal del Banco Mundial) y en el Uncitral (la corte que depende de las Naciones Unidas).

¿Por qué hay que pagar? Porque Obama y otras potencias frenaron todas las líneas de crédito hasta que la Argentina acepte saldar lo que debe. Malas noticias para la revolución: existe un Veraz planetario. Podés ser el Che y recorrer América Latina en moto, pero la patente tiene que estar paga.

-Don Ernesto, ya que usted va para el Norte, ¿sería tan amable de hacerse unos kilómetros más y pasar por Washington para llevarle esta carpetita a Christine Lagarde? Ella ya sabe lo que es.

La carpetita es el nuevo índice de inflación nacional exigido por el FMI, que la Argentina está presentando ahora mismo en los Estados Unidos con Hernán Lorenzino a la cabeza junto a un elenco de guerrilleros. La titular del Fondo, amante del tango, estira la mano y saluda, socarrona: “Algunos dicen que me fui del barrio. ¿Pero cuándo, si yo siempre estoy (de)volviendo?”

¿Qué necesita la Argentina? Dos cosas: que Christine Lagarde y Jim Young Kim, del Banco Mundial, den algún tipo de apoyo al país en el juicio contra los fondos buitre. Y que nos destraben créditos pendientes de aprobación por casi 2.000 millones de dólares (allá dicen “dólares”, no se acostumbran todavía a pensar en pesos).

Sin prisa pero sin pausa, 40 millones de argentinos advierten que el péndulo de la historia se empieza a mover. En los 90 nos llevó a todos hacia la derecha (en los 2000 hacia abajo). Luego hacia la izquierda. ¿Y ahora adónde vamos? No se sabe -o sí-, pero hay que ir agarrándose fuerte.

Con el humor que le mejora con las horas, dicen que Cristina le preguntó a una enfermera:

-Decime la verdad, querida, ¿por qué tomó esa decisión Favaloro?

La enfermera contestó con el mito:

-Por un desengaño. Le prometieron que lo iban a amar por siempre y lo dejaron.

“Qué exagerado” pensó Cristina. Pero pidió un calmante. Fuerte.

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