Boudou versus el Nestornauta

Esta semana la izquierda K expresó su rechazo a la candidatura presidencial de Scioli. Es porque creen que el gobernador de Buenos Aires acabará con las obras y el potencial “revolucionario” del kirchnerismo. Sin embargo, más que por lo que puede hacer S

Boudou versus el Nestornauta

Los integrantes de Carta Abierta, el colectivo ilustrado culto-kirchnerista de izquierda, acaba de decirlo con todas las letras en la boca de dos de sus principales intelectuales, aplaudidos por el resto: la candidatura de Daniel Scioli como posible continuador de Cristina Fernández en la Presidencia, no los representa. El gobernador de Buenos Aires es parte del establishment que ellos vinieron a combatir aunque viva infiltrado en las huestes revolucionarias desde 2003, cuando ellos aún no existían como organización.

La inquina de este grupo izquierdista de élite con Scioli viene de lejos. Como muestra va la siguiente anécdota que en su momento narró la periodista María O'Donnell en su blog.
El evento ocurrió a fines de 2012. Para despedir el año se juntaron en la Biblioteca Nacional todos los intelectuales K de Carta Abierta donde habló, como invitado de honor, el vicepresidente de la Nación, Amado Boudou.

En aquellos tiempos los cuestionamientos por los cuales el vice está hoy al borde del procesamiento ya eran conocidos por toda la sociedad argentina. No obstante, el hombre en la Biblioteca fue recibido como un prócer de la revolución, como se ve en la foto que ilustra esta nota. Es indudable que se lo recibió así porque dichos intelectuales decidieron darle un espaldarazo político contra las denuncias de corrupción que lo acechaban.

Sabedor de lo que necesitaba de ellos, para conquistarse las buenos espíritus y las almas bellas de la izquierda culta oficialista, Amado tuvo una idea genial: pocos días atrás Daniel Scioli había traído a la Argentina al cantante Julio Iglesias, al cual calificó de "el más grande cantante latino de toda la historia, el número uno del mundo". Con picardía isidoresca Boudou supo unir los dos hilos: a los de Carta Abierta no les gusta un cantante mersa, demasiado masivo y popular para ellos, como es Julio Iglesias. Ya en aquel entonces no soportaban a Scioli, otro mersa, para colmo de derecha, que se proponía como sucesor presidencial. Un grasa amigo del grasa de Julio Iglesias.

Oliendo ese prejuicio, el vice habló así a las huestes culturales izquierdo-peronistas:
"Este momento es de amor. Esa palabra que se ha resignificado a partir del kirchnerismo, cuando hablamos del amor colectivo, del amor pueblo, del amor del pueblo por su presidenta, por el ex presidente Néstor Kirchner. Si me permiten... el amor de hoy no es el amor de Julio Iglesias; es el amor de Joan Manuel Serrat: ese amor más profundo, más lleno de vida, y me parece que ese amor aflora todos los días en las medidas que toma la Presidente y en la forma que lo hace".

El cararrota quien, en sus juergas marplatenses, se debe haber hartado de conquistar doncellas al son de las melodías de Julio Iglesias, lo comparó, para menospreciarlo, con Serrat, dividiendo el amor (¡nada menos que el amor!) entre kirchnerista y no kirchnerista, entre iglesista y serratista.

Entonces a los de Carta Abierta se les cayó la baba, de emoción y lo aplaudieron a rabiar.
Pero volviendo al presente, que es lo que más importa, nada hay de malo en que los intelectuales K no se sientan representados por Daniel Scioli. Al fin y al cabo Cristina tampoco nunca se sintió muy representada por el susodicho, y si los de Carta Abierta ahora se ponen tan duro contra él, es porque algún guiño directo o indirecto deben haber recibido desde el trono.

Y si no lo recibieron, mejor, porque eso hablaría de su autonomía de criterios. Pero en un caso u otro, todo bien. Sin embargo, lo que es mucho más difícil de comprender es que acepten como uno de los suyos al político más acusado de hechos de corrupción del país sólo porque se pone a hablar como a ellos les gusta, mientras que consideren un infiltrado a otro político oficialista que hasta ahora no fue acusado de un hecho de corrupción, sólo por que no habla como ellos. Lo increíble es que se compren que escuchar a Joan Manuel Serrat es de izquierda mientras que escuchar a Julio Iglesias es de derecha. Que eso y no mucho más les dijo Boudou para conquistarlos. Y el pícaro lo logró.

A esta altura de los tiempos, se sea intelectual o  no, es preciso ser muy ingenuo para creer que hay ideologías más corruptas que otras. Que si se es neoliberal casi seguro se es a la vez corrupto, mientras que si se es progresista es muy difícil serlo. Peor aún es creer que si un ex-neoliberal se hace progresista, sólo con eso será una mejor persona.

En la década menemista, la gran mayoría de los que hoy militan en la izquierda kirchnerista no tuvieron ninguna duda en unir neoliberalismo con corrupción, por eso de sus filas surgieron algunas de las mejores investigaciones sobre la cuestión, mientras que en esta década o no ocurrió ningún hecho significativo de corrupción o ellos se quedaron callados ante todos los que hubo. Un verdadero dilema para estas personas que siempre hicieron del prestigio y la conducta personales dos herramientas políticas y que, según como respondan la pregunta sobre si hubo o no corrupción en el kirchnerismo, pueden perder todo lo mejor que acumularon en sus, en general, respetables trayectorias.

A ellos, que tanto tuvieron que ver con la creación del relato kirchnerista por el cual cubrieron de épica revolucionaria una gestión peronista más, ahora habrá que verlos. Porque para que toda la cantidad innumerable de papers con los cuales transformaron a una audaz pero mediocre pareja de señores feudales del sur argentino en un facsímil de Perón y Evita, o de Lenin y Rosa Luxemburgo, o -más estéticamente hablando- de Frida Kahlo y Diego Rivera... quede como la principal herencia ideológica-cultural del relato kirchnerista, deberán luchar contra otras dos tendencias que también tienden a hegemonizar el mismo relato en esta última etapa.

La respuesta a este dilema es crucial, porque si para cuando dejen el gobierno queda como principal eje del relato K la idea revolucionaria que estos intelectuales forjaron, será un cantar de gesta muy positivo que les servirá para el futuro, aunque los que vengan sean de tendencia conservadora o liberal o de derecha. Pero muy otro cantar será si el relato K fracasa y las que se imponen son las dos ideas siguientes, una material y otra simbólica.

La material es la tendencia que cada día se va desnudando más acerca de que "estamos como cuando venimos de España". O sea que en estos más de diez años a nivel económico y social no ha cambiado estructuralmente nada, o si lo ha hecho ha sido para peor. Abundan las estadísticas (a las cuales el relato y el Indec cada vez menos pueden ocultar) que indican que todos los grandes índices económicos y sociales que deja la década se asemejan notablemente a los que dejó el menemismo aunque mejoren algunas categorías (empleo) y desmejoren otras (inflación).
 
Es cierto que estamos mucho mejor que a fines de 2001, pero no demasiado mejor a cómo Duhalde entregó el gobierno a los Kirchner. En la historia oficial tanto Menem como Duhalde han sido arrojados a la basura de la historia. Por eso habrá que esperar a ver el balance final de logros y realizaciones concretas para ver si esa tendencia negativa es cierta o apenas es una sensación creada por los enemigos mediáticos y de toda laya.

El otra gran tema que hace peligrar la herencia épica kirchnerista es de tono simbólico más que material. Se refiere a si el futuro habrá de recordar de esta historia a una pareja de transformadores sociales que vinieron a hacer justicia con los desheredados y sufrientes, aún con sus muchas limitaciones, como para inmensas mayorías de argentinos son recordados Perón y Evita, también aún con sus muchas limitaciones.

O si, por el contrario, esta época será ocupada simbólicamente por imágenes como las que, conscientemente o no, construyó con sus conductas Amado Boudou, un representante cabal de lo peor de la identidad nacional argentina. No un extraterrestre o una anomalía, sino el prototipo del vivillo oportunista argentino, capaz de ser el mejor liberal o el mejor progresista según el camaleonismo necesario en cada época.
 
Un tipejo que, en los códigos con los cuales se maneja, ni siquiera supo ser un testaferro "leal" como los Lázaro, sino que cuando le brindaron la oportunidad de hacer negocios no dudó en mejicanear como los Fariña. Por eso muchos miembros de la corte imperial siempre lo miraron con asquete, aun desde aquel aciago momento en que debieron comerse el sapo de su designación por caprichosa imposición monárquica.

En fin, que si Boudou llegara a imponerse como el símbolo cultural más representativo de esta época, a ello también habrán contribuido los que lo aplaudieron a rabiar porque les gustaba más Joan Manuel Serrat que Julio Iglesias. Por lo cual, la izquierda peronista a sus rebeliones en contra de Scioli bien podrían agregarle alguna autocrítica por haber defendido a indefendibles.

No vaya a ser que, el tipo, hasta las banderas les termine robando y en vez de la era del nestornauta, las generaciones futuras terminen hablando de la era de Boudou y sus boudougates.

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