"La teoría como método precede a la historia, y no se puede entrar a ella sin un aparato conceptual que sirva de guía al historiador en ese terreno incierto donde aflora, como decía Max Weber, la paradoja de las consecuencias", en "Natalio R. Botana. La Libertad, el poder y la historia"
Las biografías de los intelectuales suelen ser vectores potentes para capturar los puntos de contacto entre los interrogantes y la caja de herramientas que guiaron sus pesquisas, y el mundo cambiante que les tocó vivir. Generalmente, se trata de ejercicios de escritura realizados por quienes se atreven a desacoplar claves de lectura no siempre explícitas, o en el mejor de casos sugeridas en discretos (o robustos) sistemas de citas que fundamentan la trama argumentativa de los textos que nutren o jalonan la trayectoria intelectual.
En ocasiones, la reconstrucción biográfica se enfrenta a obstáculos o vacíos de información, conduciendo al investigador a elaborar conjeturas con la ilusión de establecer conexiones significativas, y resolver de manera probabilística el registro interpretativo más adecuado de los presupuestos que estructuraron las pesquisas o reflexiones del biografiado. Otras veces, el investigador pone en juego fuentes de información complementarias para robustecer su propio argumento: en el mejor de los casos, se zambulle en archivos y bibliotecas visitados por el autor que persigue y echa mano a registros de escritura no siempre bien conocidos pero que resultan eficaces para restituir y probar el peso de estadios previos o aproximaciones parciales de las principales obras de referencia que conforman el corpus bibliográfico sobre el que hará descansar el recorte o plan de su propia investigación. Cuando la labor del intelectual es lo suficientemente distintiva del campo de estudios que ha contribuido a consolidar, el investigador suele recurrir a testimonios directos: es allí donde las entrevistas, reportajes o conversaciones adquieren un valor heurístico y hermenéutico de primer orden a raíz del cambio de registro que introduce quien dirige el cuestionario.
En la Argentina posterior a 1983, la práctica de la conversación en la "cofradía de los historiadores" (como la llamó Tulio Halperín en una reseña publicada en "Entrepasados", esa revista pionera que distinguió la historiografía de la era democrática), adquirió un lugar de relieve gracias a la proliferación de estímulos institucionales que vigorizaron el inédito proceso de institucionalización y profesionalización de la disciplina histórica en un país vapuleado por el ciclo de golpes militares y salidas electorales escuálidas de legitimidad.
La reinstalación de la democracia (como la define Botana) no sólo habría de remozar las prácticas de investigación en los principales centros académicos del país, sino que habría de contribuir a poner en circulación formas de hacer historia que hasta la víspera habían crecido en refugios paralelos al canon oficial con el propósito de poner en diálogo los criterios de la vieja Clío con la batería conceptual de las ciencias sociales. Esa doble saga, esto es, la eficaz cantera de la conversación, y la no menos relevante decisión de escrutar el arsenal de conceptos y procedimientos que concurren en la operación historiográfica es la que anima el libro en el que Natalio Botana habla en primera persona para explicitar los interrogantes y contextos que vigorizaron su influyente agenda de investigación en diálogo con la historia política del país.
Ese recorrido rico en matices, comentarios y recuerdos, adquiere relevancia en función del experto que guía e interviene en un ejercicio de memoria intelectual que controla el registro testimonial, y promueve con erudición e inteligencia el desacople de los sucesivos montajes mediante los cuales Botana interpeló el pasado y el presente político nacional en las coordenadas de las disciplinas académicas que concilió a la hora de restituir e interpretar el derrotero político e institucional argentino de los siglos XIX y XX en conexión con procesos históricos globales.
En el prólogo, Fernando Rocchi desmenuza el origen y proceso del diálogo que dio por resultado el libro, y lo presenta como "entrevista ampliada" de la que la antecedió, y que tuvo como norte poner en discusión contribuciones capitales del Botana historiador del siglo XIX argentino, y de otros ensayos sobre los que habían conversado en tertulias frecuentes que habían configurado su propia formación. En ese repaso, Rocchi anticipa los "géneros" que concurren en los registros analíticos y narrativos practicados por su entrevistado: los conceptos matrices de la teoría política cosechados en la estancia doctoral realizada en la Universidad de Lovaina entre 1963 y 1967; la investigación historiográfica sobre el siglo XIX argentino acunada en el Instituto Di Tella; los ensayos dedicados al siglo XX cuando ya era un historiador consagrado, y el de observador o intelectual público de la actualidad histórica.
Tales vectores se ponen en juego en cuatro capítulos a través de los cuales Botana no sólo traza su propia genealogía historiográfica, sino la coteja una y otra vez con el propósito de sumergir al lector en el gabinete conceptual y metodológico que mejoró la comprensión de las tradiciones e instituciones políticas que confluyeron en la edificación y transformación de la democracia republicana.
Una mirada retrospectiva que pone de relieve la marcha y contramarcha del poder y la libertad política, los puntos de contacto y diferenciación entre los ensayos republicanos del subcontinente, la legitimidad de los regímenes políticos, el federalismo, la cuestión de la hegemonía y del gobierno limitado, entre otros temas.
Pero también el lector que recorra cada página de la larga conversación mantenida entre Botana y Rocchi se enfrentará a una forma de practicar la historia política atenta a las continuidades y rupturas, la especificidad o autonomía de lo político, la relación entre determinación y accidente, y la fecunda combinación entre arte, ciencia y narración.
Las conversaciones entre Natalio Botana y Fernando Rocchi ponen de relieve un género múltiple que combina el registro de la memoria individual que es también la de un grupo, la biografía intelectual y la historia política e institucional del país.
Se trata ni más ni menos del retrato de un intelectual que miró el mundo mediante la grilla o método de un oficio milenario; el retrato de un historiador que entiende el pasado como retícula explicativa de los problemas del presente, y que preserva el talante optimista sobre los beneficios de la libertad para limitar el poder sin perder de vista el acecho que la desigualdad social, el sobredimensionamiento de las grandes ciudades, las nuevas formas de comunicación y la insuficiencia de los canales de representación de la ciudadanía, atentan de manera intermitente la solidez y estabilidad de la democracia republicana en el país y más allá de sus fronteras.
Un libro que vale la pena leer para apreciar el modo en que Natalio Botana hizo del arte de la conversación y del diálogo intelectual, una vía de acceso primordial para conocer los secretos de la vieja y la nueva Clío.