El último relevamiento realizado por científicos de diferentes partes del mundo, publicado en 2017, muestra que 514.000.000 ha están ocupadas por bosques en zonas áridas o semiáridas. En Argentina, se localizan en las regiones ecogeográficas del Chaco Árido, Monte y Espinal. Solo en Mendoza existen 2.000.000 ha de bosques de algarrobo.
Cierta parte de la sociedad argentina considera a estos bosques de poca importancia, dado que los recursos que se obtienen o las opciones productivas que se pueden desarrollar no generan altas rentabilidades económicas para los mercados actuales. Recientemente, ha aparecido un mayor interés por la ganadería que se desarrolla en estos algarrobales pero, dada la escasa población humana, resulta difícil convencer a decisores políticos o economistas, sobre las potencialidades y el valor de los mismos.
Beneficios ecosistémicos
Los algarrobales, además de los recursos visibles y tangibles para la mayoría, como la madera, leña o el forraje para el ganado, generan una serie de beneficios ecosistémicos que, lentamente, se están empezando a valorar. Sin embargo, pareciera que, todavía, no estamos dispuestos a pagar o a destinar una mayor parte de nuestros impuestos a mantenerlos y/o favorecer prácticas o manejos que lo permitan. Entre ellos podemos mencionar: fijación de CO2 (dióxido de carbono); prevención de la erosión y pérdida de suelos; sombra; aporte y ciclaje de nutrientes; favorecimiento del establecimiento de otras especies y hábitat para la fauna silvestre; su valor paisajístico; entre otros. En Mendoza, una provincia árida, donde el oasis irrigado ocupa sólo 3% de la superficie, recién en los últimos años comienza a vislumbrarse cierto interés real de la sociedad sobre ellos.
Manejo esquilmante
Si bien no resultan muy atractivos económicamente, casi la totalidad de los bosques de zonas áridas argentinos sufrieron manejos esquilmantes (tala rasa, sobrepastoreo e incendios) que provocaron fuertes procesos de degradación y desaparición de la cobertura forestal.
Restauración ecológica (RE): se trata de un concepto más allá del romanticismo.
Aunque todavía hoy la mayor parte de la sociedad argentina asocia lo "ecológico" con una visión "romántica" de la vida (la cual no tendría nada de malo), la definición de "restauración ecológica" fue consensuada por un grupo de científicos (economistas incluidos), profesionales, técnicos, ecologistas, decisores políticos y líderes comunitarios de todo el mundo que fundaron, en 1988, la Sociedad Internacional para la Restauración Ecológica (SER).
En 2004, SER definió como RE al "proceso por el cual se promueve la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido".
Un ecosistema restaurado deberá tener los siguientes atributos:
1) Contener un conjunto característico de especies que habitan en el ecosistema de referencia y que proveen una estructura apropiada y funcionalidad a la comunidad. Serán especies autóctonas hasta el grado máximo factible. En ecosistemas culturales restaurados, se podrán utilizar especies exóticas domesticadas.
2) El ambiente físico tendrá la capacidad de sostener poblaciones reproductivas de las especies necesarias para la continua estabilidad.
3) Integrarse adecuadamente con la matriz ecológica y el paisaje.
4) En él, se eliminarán o reducirán las amenazas a la salud e integridad del ecosistema.
5) Tener suficiente capacidad de recuperación como para soportar el estrés periódico y normal del ambiente local, manteniendo la integridad del ecosistema.
6) Ser autosostenible.
De acuerdo al umbral de degradación alcanzado, son diferentes las opciones de restauración. Si se han producido, fundamentalmente, cambios en la composición de la vegetación, consecuencia del sobrepastoreo, los esfuerzos de restauración estarán direccionados a remover el factor de degradación y a favorecer o reimplantar especies deseadas. En cambio, si la degradación provocó cambios abióticos profundos como la erosión, los esfuerzos estarán orientados hacia la remoción del factor de degradación y a la reparación física del ambiente.
Elección de especies clave y estrategias de restauración en bosques degradados de zonas áridas.
El objetivo general de la restauración de estos bosques es restituir rápidamente la cubierta vegetal para proteger el suelo de procesos erosivos.
Los algarrobos, como Prosopis flexuosa y Prosopis chilensis, que dominan estos ambientes, resultan las especies claves para lograrlo dado su rol ecosistémico y sus características de poseer raíces profundas que les permiten utilizar agua subterránea y no depender, únicamente, de las escasas lluvias.
La restauración ecológica de nuestros bosques de zonas áridas es una potente herramienta para recuperar la integridad de estos ecosistemas de nuestro país.
Regeneración natural
La capacidad de regenerarse naturalmente o no de una especie en un ambiente degradado define la estrategia de restauración. El favorecimiento de la regeneración natural es llamado restauración pasiva, mientras que la restauración activa implica la reintroducción de especies en áreas con baja o nula regeneración natural.
Este es el caso de la mayoría de los algarrobales degradados del monte mendocino. Se estima que, bajo condiciones naturales, en los bosques de Ñacuñán (Santa Rosa), de 100.000.000 semillas de algarrobo que ingresan, naturalmente, en el ecosistema solo una se transforma en planta adulta.
Asimismo, hay diferentes experiencias de restauración activa con especies de algarrobos en Mendoza.
Desde 1991, Investigadores del Conicet Mendoza vienen desarrollando plantaciones experimentales con P. chilensis y P. flexuosa. A través de la recolección de semillas, dentro de la zona de distribución de ambas especies en la ecorregión del monte (desde Río Negro hasta Salta), se han evaluado diferentes orígenes genéticos con distintos métodos de plantación e irrigación.
Ensayos familia-procedencia de ambas especies realizados en Guaymallén, requirieron 6 meses para que sus raíces alcancen un nivel freático de 3 m. Reforestaciones en Lavalle mostraron una supervivencia superior a 80% luego de 18 meses de plantadas, mientras que, en Santa Rosa, plantaciones con distintos orígenes genéticos de ambas especies mostraron valores de supervivencia del 68% luego de 17 años.
En todos los casos, los niveles de irrigación fueron 70 veces inferiores a los cultivos tradicionales como la vid (7.000 m3/ha/año). En estos ensayos se encontró una procedencia de algarrobo dulce catamarqueña, de Fiambalá, que se destacó por su mayor crecimiento.
Experiencias piloto
Inclusive, en zonas salinizadas de los oasis irrigados se están realizando plantaciones exitosas con estas especies para su recuperación productiva.
Más recientemente, Conicet-Mendoza y Fundación Cricyt, apoyados por el Ministerio de Ambiente de la Nación y la Secretaría de Ambiente provincial, están estableciendo experiencias piloto de restauración de bosques de algarrobo, (reforestaciones de entre 15 y 20 ha), utilizando procedencias seleccionadas, en campos ganaderos de Santa Rosa, Lavalle y La Paz.
También se tiene en cuenta la priorización de proyectos de restauración ecológica a mayor escala
Para priorizar las zonas donde se llevarán a cabo estos proyectos se deberá contemplar un análisis de múltiples criterios, sociales, económicos y ecológicos, teniendo en cuenta:
1) Nivel de degradación del bosque
2) Población y actores involucrados
3) Disponibilidad y calidad de agua
4) Relaciones costo/beneficio (no solamente monetizables)
5) Disponibilidad de recursos técnicos y logísticos.
6) Factibilidad de seguimiento y evaluación en el tiempo
La restauración ecológica de nuestros bosques de zonas áridas es una potente herramienta para recuperar la integridad de estos ecosistemas. No suplanta a las medidas de manejo sustentable y conservación, sino que las complementa.