Mientras las cuerdas, esposas y antifaces parecieran empezar a colarse por la intimidad de parejas animadas por la última entrega de la saga erótica Cincuenta sombras de Grey (cuya segunda entrega se llama Cincuenta sombras liberadas), palabras como sadomasoquismo y bondage se hacen visibles en formatos "ratoneros" o "fantasías eróticas". Pero no son lo mismo.
Más allá de la pretensión del film y sus personajes (la ingenua Anastasia Steele encarnada por Dakota Johnson, y el recio y dominante multimillonario Christian Grey, interpretado por Jamie Dornan) el "bichito" erótico volvió a picar fuerte a hombres y mujeres seducidos por la idea del bondage, para dar rienda suelta a la fantasía.
Pero, ¿a qué hace referencia esa palabra? Según precisa el licenciado Germán Gregorio Morassutti, psicólogo y sexólogo, "el bondage es una práctica sexual en la cual se utilizan ataduras, pero cuyo objetivo específico no es generar dolor en la otra persona. Se trata de dominación de un sujeto (más activo) sobre otro que desea ser dominado (más pasivo) en esa práctica, como parte de una fantasía".
Vale decir entonces que la práctica del bondage consistiría en atar a la otra persona total o parcialmente por medio de cuerdas, esposas, lazos, corbatas, cintas o cualquier otro elemento que pudiera inmovilizarla físicamente.
Los límites con el sadomasoquismo se encontrarían en el dolor. Y es que el bondage, dicen, no es utilizado como fuente de placer.
“El beneficio de esta práctica es que, por ejemplo, para el sujeto que realiza el rol activo se trata de dominación dentro del acto sexual, mientras que para la persona que ocupa el rol de sumisa, la idea es concentrarse en las sensaciones que van apareciendo”, explica el profesional.
Como en toda práctica, existen reglas específicas que tienen que ver con la autorización del otro, el momento, y el lugar en donde hacerlo, para que ambos integrantes de la pareja se sientan cómodos.
“Es evidente que la película liberó fantasías que seguramente existieron toda la vida, sólo que genera más licencias para explicitarlas”, argumenta el profesional.
Maite (25 años, promotora y estudiante de derecho) experimentó con el bondage. “Tuve una pareja momentánea que me inició en esta práctica a la segunda noche de conocernos. Si bien no cruzaba límites y no caía en lo sadomasoquista, ya que yo lo puse como límite, no había otra manera de que él llegara al orgasmo si no era siempre de esa esa forma. Si bien al principio me pareció excitante, quería probar otras prácticas quizá más convencionales para sumarlas al juego erótico. Eso no le gustó, así que decidí cortar la relación porque dejó de ser algo que deseara”.
Los límites de la fantasía
La fantasía de todo ser humano es diferente para cada quien y en una pareja debe darse como juegos y prácticas, que parten desde lo lúdico de la sexualidad respecto a lo erótico como un intercambio consentido entre dos personas. Un juego vinculado a algo íntimo entre ambos miembros, que se alimenta experimentando y descubriendo diversas sensaciones.
¿Qué sucede cuando el placer y clímax puede darse sólo si se hace una determinada práctica sexual, fuera de la cual, no son posibles? Allí puede aparecer lo que se denomina como ‘parafilia’, en cuyo caso la persona no llega al placer u orgasmo de otra manera que no sea desde esa única práctica sexual, es decir, en este caso, siendo atado.
“Es como si el sujeto se encontrara preso de su práctica sexual, como si se tratara de una adicción y no pudiera salir de ella, perdiendo el disfrute y prolongación de la sexualidad”, explica el sexólogo.
Es importante además internalizar que si bien el placer en el bondage se encuentra en la dominación de una persona y en la entrega de la otra (en donde la persona atada se encuentra a plena disposición de su pareja, al menos en ese momento en el que se está practicando) se basa también en el consenso con la pareja a la hora de realizar esta práctica sexual. Además de un elevado grado de confianza y respeto mutuo.
“Con mi novia fuimos muy claros cuando sumamos el bondage”, contó Diego de 35 años (odontólogo). “La comunicación, el decirnos en el momento si algo nos resultaba cómodo, excitante o todo lo contrario, generó una confianza mutua enorme, que no sólo sumó a nuestra sexualidad, sino también a nuestra relación”.
Qué ofrecen en las tiendas eróticas
Desde Sex Shop Mendoza (www.SexShopMendoza.com) su dueña, Karina Oehler contó su experiencia respecto al consumo de los mendocinos, en cuanto a diversas alternativas para esta práctica.
“A las mujeres les gusta mucho sorprender a los hombres, y a ellos el ser sorprendidos. Está muy en boga que compren esposas. Vienen para muñecas y para piernas, y otro tipo que se cuelga en la puerta y sujeta a la persona con los brazos hacia arriba. También está el cepo, un palo que en cada extremo tiene dos esposas, y que también puede colocarse en la nuca. Se suman fustas de todo tipo, y hasta con forma de corazón. El antifaz ciego, el abierto y el calado son también muy requeridos”, detalló Oehler.
Por otro lado, se sabe que los fenómenos fílmicos como Cincuenta sombras de Grey incentivan (en este caso a la mujer) para liberar sus fantasías y destrabar sus prejuicios “ya que si bien en un principio era el varón el que buscaba el sex shop y era el mayor consumidor, hoy ellas notan que pueden sorprenderse y sorprenderlos a ellos con algo diferente, más allá del físico. Se trata de fantasía y actitud”, opinó la dueña del lugar.
Las opciones no se agotan en las ataduras. “Hay lencería en cuero como bombachas con esposas incluidas para amarrar por detrás, el corpiño abierto de cuero, y las máscaras. Para el varón también se piden chalecos, gorra, etc, ya que la textura del cuero tiene mucho que ver en estos jugos eróticos”, detalló Karina.
Aceites (que se parecen a las velas, pero que no queman la piel) se suman a las ofertas de consumo, así también como juguetes de la mayor diversidad y textura.
“No toda la oferta es de penetración, sino que también hay opciones de uso externo tanto para el varón como para la mujer. Por ejemplo las balas vibradoras, que no son para penetrar, pero sí estimulan muy bien a ambos sexos. Hay para todos los gustos, desde lo más económico a premium”, detalló.
Las esposas y lazos tienen un valor promedio de $ 270, mientras que las fustas parten desde los $350. Un universo de opciones impensadas para el placer.