Pocos oficios más admirados y respetados que los bomberos voluntarios. Y pocos con tan mala prensa como los abogados. Crisitina Gentile, la presidenta de la Comisión Directiva de los Bomberos Voluntarios de Guaymallén es ambas cosas: "Estoy en una especie de purgatorio", dice mientras ríe en el Cuartel que queda en Lateral Acceso Norte 5710 del Acceso Este del departamento más poblado.
El Cuerpo Activo (los que salen a la calle) está conformado por 53 bomberos (8 son mujeres) que dejan su tiempo libre de lado "para servir a la gente; ya que bombero se nace, no se hace. Y como reza nuetro lema, 'Nada nos obliga, solo el dolor de los demás'", indica el suboficial Franco Pivato, con 27 años de servicio y chofer de micros de turismo en sus ratos de trabajo rentado.
El grupo que se reunió para la entrevista es heterogéneo y simpático: la referencia de que los Voluntarios son "buena gente" flota en el aire y se nota que están a gusto con las cuarenta horas mensuales (de mínima) de promedio que le aportan al Cuartel.
Experiencias
De las 50 salidas de promedio con que cuenta los Voluntarios de Guaymallén (de las más altas del interior del país), todos coinciden que la situación de siniestros en los que hay menores de edad es la que más los afecta: "Siempre pienso en que puede ser un hijo mío: una casa es material, se puede arreglar, una vida no", dice Pivato. "Por eso trabajamos en la psicología de la emergencia que nos permite mantener la calma ante situaciones muchas veces horrendas", indica Pedro Raigado, peruano y albañil.
Los días de Zonda no hay descanso para los Voluntarios: "Podemos hacer más de 50 salidas solo por incendios. Aunque cada año baja un poco más porque Guaymallén se expande y donde antes había mucho campo ahora hay barrios", razona Fernando Escudero que es agente de tránsito. "Parece que la gente a veces no escucha la radio cuando advierten del Zonda y se les da por prender fuego campos incultos. Cuando llega el viento, ya se sabe lo que pasa", advierte Sergio Bossio que trabaja de guardaparques.
Si bien los incendios es lo más atendido, hay situaciones emparentadas con la comicidad. Algunos de los oficiales tienen gracia para narrarlas: "Un día nos llamaron para rescatar un ganso de un techo. Fuimos con mi compañero. Era un ganso malo que nos hacía frente. Así que lo corrimos hasta que no le quedó más que lanzarse desde el techo. Por suerte no pasó nada: ni al ganso ni a nosotros", explica Yésica Cáceres.
Otro llamado fue estremecedor: "Estoy en Villa Nueva y un cocodrilo se quiere comer a un perro", dijo alguien por teléfono. "Al llegar resultó ser que era una lagartija bastante grande que estaba tiesa frente a un perro que le ladraba: espantamos a la lagartija que estaba aturdida por los ladridos y nos fuimos", rememora Escudero.
Producto de la inseguridad, ya que le habían entrado a robar a su casa por un árbol, un anciano de 86 años se subió a ese árbol para cortar ramas. "Llamaron y dijeron: hay un anciano arriba de un árbol- rememora Bascuñán. "Y ahí estaba el tipo, se le había caído la escalera y sabía cómo bajar".
Otro problema recurrente de salud pública que cuenta con la gran ayuda de los bomberos son las personas que padecen obesidad mórbida. "Tenemos un caso en Dorrego al que hemos ido hasta ocho veces: la de un señor que pesa más de 200 kilos y cuando se cae de la cama solo nosotros podemos volverlo a poner ahí ayudados por las poleas".
Casos duros
Los bomberos cuentan este tipo de anécdotas más bien divertidas alrededor de una mesa mientras sorben el mate y degluten bizcochitos. Se nota que se entienden y se quieren entre ellos.
En un momento Carolina Flores (25 años, desocupada) se pone seria y habla de los casos de suicidios o de intentos de suicidio que en ocasiones deben atender. "A veces alcanzamos a hablar con las personas, pero otras veces llegamos tarde", dice. Los bomberos voluntarios no son especialistas en disuadir a suicidas y hacen lo que tienen a mano porque la gente los ha llamado y deben actuar; por ejemplo, contenerlos en una caída. "La semana pasada una chica se subió al puente que queda cerca del Shopping. Y cuando llegamos, se tiró. Fue terrible", rememora el peruano Raigado que se gana la vida como albañil.
Otra pena fue que después de un gran sacrificio, el Cuartel logró comprar un camión cisterna en Holanda. "Bueno, el barco en el que venía se hundió a la altura de Francia", dice uno mientras explica que están viendo "qué pasa con el tema del seguro, pero el camión no está".
Por más bueno que sean, estos héroes silenciosos a veces son blanco de insultos y agresiones de parte de quienes van a ser ayudados. Básicamente cuando llegan a una casa incendiada cuando el fuego ya ha hizo su trabajo. "Al respecto, quiero refrescar que, por ejemplo, de acá a Los Corralitos tenemos 15 minutos de viaje de mínimo. Eso la gente lo tiene que saber: nos llaman y quieren que estemos en el acto", redondea el empresario de servicios para la construcción y voluntario Carlos Letard.
Pero para el común del voluntario, las alegrías sobrepasan con creces a las penas en este trabajo que no se cobra y en el que exponen su vida y entregan su tiempo ocioso.
"La palabra Gracias, es nuestro mejor sueldo", cierra Pivato. Y todos coinciden.
De festejo
En el marco del Día del Bombero, el 2 de junio los Voluntarios de Guaymallén harán un festejo en la playa oeste del Mendoza Plaza Shopping de 10 a 17. Habrá formación con todos los cuarteles y se brindarán diferentes actividades y demostraciones.