El ultraderechista Jair Bolsonaro y el izquierdista Fernando Haddad buscarán desde este lunes formar alianzas y superar las fuertes resistencias que cada uno inspira en amplios sectores sociales para ganar el 28 de octubre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil.
En una insólita rutina, Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), visitará por la mañana, como todos los lunes, al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la cárcel de Curitiba (sur), donde el líder histórico de la izquierda purga una pena de 12 años de cárcel por corrupción.
Tras el anuncio de que finalmente disputaría la segunda vuelta, despejando el espectro de una victoria de Bolsonaro por nocaut, el candidato, que hizo toda la campaña bajo el eslogan "Haddad es Lula", agradeció el "liderazgo" de su mentor.
Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), apostaba por liquidar el pleito el domingo, pero quedó con 46,04% de los votos, en tanto que Haddad consiguió 29,26%.
El excapitán del Ejército, de 63 años, denunció "problemas" con las urnas electrónicas, que le habrían impedido evitar el balotaje.
Denunció también los recursos financieros así como el apoyo de "una parte de los medios" de que dispondría el PT, aunque prometió trabajar para "unir a los brasileños".
La preocupación de Bolsonaro puede parecer innecesaria, dado que matemáticamente no debería serle difícil obtener los puntos que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta, sobre todo después de haber conseguido el apoyo de los poderosos sectores del agronegocio y de las iglesias evangélicas.
Pero las encuestas del sábado los colocaban en virtual empate técnico en caso de balotaje, con tendencia a favor de Bolsonaro (45%-43% según el Ibope y 45%-41% según Datafolha).
Y es que el diputado Bolsonaro sigue siendo el político con mayor índice de rechazo (de 45% según Datafolha), ganado a lo largo de una carrera plagada de declaraciones misóginas, homófobas y racistas y su justificación de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985).
"Ahora lo que parece primordial para la campaña de Bolsonaro es evitar cualquier tipo de error, hacer algo que pueda perjudicarlo, sacarle votos. Tiene que tratar de mantener perfil bajo, no tener ninguna sorpresa negativa", dijo Fernando Meireles, politólogo de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG).
Bolsonaro se verá además imposibilitado de hacer campaña en las calles, dado que aún se recupera de la puñalada que le asestaron en un mitin el 6 de septiembre. Aunque eso no le impidió mantener la fidelidad de sus partidarios a través de un dominio incontestable de las redes sociales.
Para Haddad, la distancia hasta la mayoría absoluta parece insalvable.
Su identificación total con Lula le permitió ganarse rápidamente a sectores carentes que identifican al exmandatario (2003-2010) con una época de progreso.
Pero puede comprometer su acercamiento a grupos y partidos que ven al líder de la izquierda como sinónimo de corrupción y de políticas estatistas a las que acusan de haber sumido a Brasil en una recesión de dos años de la que empezó a emerger penosamente en 2017.
Una de las llaves para acortar distancias con Bolsonaro puede procurársela el centroizquierdista Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), que fue ministro de Integración Nacional de Lula y consiguió 12,5% de los votos.
Gomes dijo que discutiría con los líderes del PDT la posición para la segunda vuelta, pero adelantó un posible apoyo: "Haré lo que hice toda mi vida, que es luchar por la democracia y contra el fascismo", declaró.
Haddad recordó además que como ministro de Educación de Lula trabajó junto a la ecologista Marina Silva y al centroderechista Henrique Meirelles, que presidió durante esa época el Banco Central. Ambos obtuvieron en torno a 1% de los votos, que a la hora de sumar pueden ser importantes.
Esos esbozos de acercamiento podrían ser tardíos, dado que durante la campaña de la primera vuelta, "Haddad se olvidó mucho del centro, que es fundamental", apuntó André César, de la consultora Hold en Brasilia.
"Sin el centro no se gana una elección y menos aún se gobierna, entonces [Haddad] precisa esos apoyos ya. Son tres semanas, una campaña cortísima, y más aún tiene que pensar en la gobernabilidad, estableciendo compromisos con esos sectores", agregó.