El triunfo de Jair Bolsonaro (PSL) en la primera vuelta de la elección brasileña con el 46,26% de los votos (48.967.306 votos), es consecuencia del proceso de crisis que afectó al país en los últimos años.
En primer lugar, Brasil ha vivido la recesión más prolongada de su historia entre 2014 y 2017. Ello produjo aumento en la pobreza, el desempleo y la informalidad. La recuperación recién se registró tenuemente en 2018.
En segundo término, vivió el mayor caso de corrupción de su historia con el "Lava Jato", que afectó a las empresas más importantes del país, como Odebrecht y Petrobras y que desprestigió a las élites tanto políticas como empresarias.
A ello se agrega el incremento de la inseguridad pública y la expansión del narcotráfico y el crimen organizado, que llevaron a la población a pedir "mano dura" al Estado frente a la delincuencia.
Bolsonaro –un capitán paracaidista retirado que es diputado en Río de Janeiro desde hace 27 años– es la suma de la incorrección política: hace campaña contra los gays, subestima a las mujeres, descree de la afición al trabajo de los afro-brasileños y reivindica al gobierno militar. Es un nacionalista que defiende valores políticos de ultra-derecha, en economía es de centro-derecha y en política exterior propone la amistad con EEUU. Ha tenido el apoyo del voto evangélico, que en Brasil ya es más de un quinto del total. Pero ante todo, representa en Brasil y en América Latina la irrupción de la "anti-política", actitud contraria a las fuerzas tradicionales y las élites, que ha tenido manifestaciones en los EEUU y varios países de Europa. En los días previos a la elección tomaron posición a su favor y su lema fue "el PT no, el PT nunca más". Los sondeos para la segunda vuelta, le dan una ventaja de entre 16 y 13 puntos, creándose la percepción de que ganará.
El candidato del PT (Haddad), quedó en segundo lugar con el 28,95% (30.643.141 votos), reteniendo tres cuartas partes de la intención de voto que tenía Lula en las encuestas más favorables. Habrá segunda vuelta, pero la ventaja es de Bolsonaro, con 15 puntos sobre Haddad y a menos de 5 puntos del 50% necesario para ganar en segunda vuelta. Ciro Gómez -un populista moderado-, del PDT, tuvo 12,51% (13.239.196 votos) y optaría por el candidato del PT en la segunda vuelta. El candidato del PSDB del ex presidente Cardoso, Gerardo Alckmin, que tiene el apoyo del empresariado tuvo sólo 4,78%. El quinto lugar lo tuvo Joao Amoedo (Novo), con 2,52%.El PMDB, partido del presidente Michel Temer, tuvo menos del 1% de los votos, realizando la peor elección de su historia. Los votos nulos fueron 6,13% y la abstención de 20,32%.
Ya en el PSDB, donde se habían expresado simpatías por Bolsonaro antes de la primera vuelta, figuras relevantes, como el alcalde de San Pablo (Doria), manifiestan que apoyarán a Bolsonaro. El impacto político ha sido muy grande y el mensaje ideológico también. La polarización entre Bolsonaro y Haddad en la segunda vuelta muestra un país fuertemente dividido en dos bloques, algo muy diferente a la moderación que ha caracterizado en las últimas décadas tanto al centro-izquierda como al centro-derecha de Brasil. Haddad busca alianzas, incluso en la Iglesia Católica.
La relación de fuerzas en el sistema político, muestra una alta fragmentación en el Congreso, pero menos en los gobernadores estaduales. Bolsonaro ganó en 17 estados para gobernador, incluyendo los más importantes como San Pablo, Brasilia y Río de Janeiro, aunque en los dos primeros habrá segunda vuelta por no haber alcanzado el 50% de los votos. El PT ganó en 9, en su casi totalidad del noreste brasileño, la zona más pobre del país. Gómez ganó en la restante.
La Cámara de Diputados queda muy fragmentada, con 30 bloques diferentes. El PSL de Bolsonaro, tendrá 51 diputados. En 2014 tenía sólo uno y en 2016 alcanzó a 8. Pero la primera bancada será la del PT con 57. La del PP tiene 35. la del PMDB, alcanza a los 33, pese a no haber llegado al 1% para presidente y el PSDB 29, sobre un total de 513 diputados. Pero 300 legisladores, conforman la amplia bancada denominada Biblia, Buey y Bala (BBB), integrada por los diputados evangélicos, los del campo y quienes defienden la portación de armas. Esta gran bancada, articulada en función de intereses sectoriales, apoyaría a Bolsonaro, con lo cual podría tener mayoría en la Cámara baja.
En el Senado la situación es diferente. Será la Cámara alta más dividida de la historia, con 21 partidos. La primera bancada seguirá siendo la del PMDB de Temer, pero con sólo 12 senadores. El partido de Bolsonaro tendrá nada más que 4 y el PT 6. Se votó la renovación de dos tercios de esta cámara, que tiene 81 legisladores.
Pero el factor de poder que se encuentra detrás de Bolsonaro y su éxito electoral es el Ejército. Es la institución más valorizada en los sondeos de opinión, al mismo tiempo que 44% de los brasileños quiere un gobierno militar. La corrupción de la élite política y empresaria, hizo mejorar la imagen de las Fuerzas Armadas, en las cuales el Ejército es la fuerza decisiva. Ya en el segundo gobierno de Lula, el Ejército fue desplegado en las favelas para enfrentar al narcotráfico y el crimen organizado.
El despliegue urbano de los militares se realizó cuando tuvo lugar la visita del Papa, con motivo de las Olimpiadas y finalmente con el Mundial de Fútbol. En el gobierno de Temer, el Ejército fue desplegado en los estados de Spiritu Santo y Río de Janeiro para enfrentar huelgas policiales y en el estado de Roraima para ordenar la entrada de los migrantes venezolanos. Un general es ministro de Defensa –por primera vez desde la creación del cargo en los años noventa–, otro está a cargo del servicio de inteligencia nacional y un tercero es interventor en Río de Janeiro a cargo de la seguridad pública. El Ejército públicamente rechazó la posibilidad de que Lula fuera liberado para poder competir en las elecciones presidenciales. Lo hizo su jefe el general Eduardo Vilas Boas, quien tiene fuerte ascendiente, maneja con frecuencia el Twitter, está enfermo y conduce su fuerza desde una silla de ruedas. Bolsonaro en los últimos meses participó en ceremonias militares mostrando su subordinación a Vilas Boas. Es en este contexto que el candidato que quedó primero en la primera vuelta decidió llevar a un general retirado a fines del año pasado y que es presidente del Club Militar como candidato a la vicepresidencia (Mourao). Pasan de 40 los generales retirados que están en las listas de candidatos del PSOL, varios son candidatos a gobernador y se espera ocupen cargos relevantes en el Gabinete si gana la segunda vuelta el capitán paracaidista retirado. Brasil se encamina así hacia un modelo de "tutelaje" militar, con una fuerza política con muy fuerte presencia de oficiales de las Fuerzas Armadas.