Bolsonaro: discurso apolillado - Por Rodolfo Richard-Jorba

Bolsonaro: discurso apolillado - Por Rodolfo Richard-Jorba
Bolsonaro: discurso apolillado - Por Rodolfo Richard-Jorba

Jair Bolsonaro, presidente del Brasil por reacción ante la corrupción del gobierno anterior, llegó al poder como presunto político antisistema, pese a tres décadas como legislador. Fue apoyado por fundamentalistas religiosos y empresarios deseosos de la expansión agropecuaria sobre la Amazonía. El mundo observa espantado el deterioro ambiental que implica, por su contribución al cambio climático y a la desertificación de parte de Sudamérica. Esta destrucción, acelerada hoy, comenzó durante la dictadura militar brasileña (1964).

En esa dictadura quedaron anclados el cerebro y la ideología de Bolsonaro. Su formación militar se dio en el contexto de la Guerra Fría entre el Occidente capitalista y el bloque comunista. Los militares, temerosos de la subversión y del posible efecto de la Revolución Cubana (1959), desarrollaron teorías geopolíticas que contemplaban dos grandes ejes: primero, la ocupación e integración de todo el territorio brasileño a la fachada atlántica centro-sur, núcleo del poder político y económico. Para ello se requería conquistar la Amazonía con carreteras, ciudades, traslado de poblaciones, etc. Otro eje proyectaba un Brasil activo política y militarmente en la defensa de Occidente. El traslado de la capital a Brasilia (1960, presidencia Kubitschek), fue esencial para penetrar la Amazonía.

Un geopolítico clave y cerebro de la dictadura fue el general Golbery do Couto e Silva. Sus escritos, desde 1952, fueron publicados como Geopolítica del Brasil (en Argentina, 1978).

Golbery moldeó su pensamiento sobre Brasil, sus potencialidades y proyecciones de poder influido, entre otros, por Nicholas Spykman (Estados Unidos frente al mundo, 1942), obra que, en lo esencial, tiene relevante actualidad. Spykman escribía al comienzo de la Segunda Guerra, durante el apogeo del Eje; anticipaba que -concluido el conflicto- Alemania y Japón deberían aliarse con EEUU contra el nuevo imperio que surgiría, el soviético. En ese contexto definía las relaciones internacionales como anárquicas, independientemente de los tratados entre naciones, porque “la comunidad internacional no garantizó jamás a los estados miembros ni la vida, ni la libertad, ni la propiedad…   Cada estado individual ha seguido dependiendo primordialmente de su propia fortaleza o de la de sus protectores… ” (p. 24) “Todo lo demás es secundario porque… solamente el poder permite realizar los objetivos de la política exterior. Poder significa… aptitud para imponer a los demás la propia voluntad, capacidad de dictar la ley a los que carecen de fuerza… ”. Los valores en política exterior sólo pueden ser tenidos en cuenta mientras acompañen al poder y no interfieran con él, porque “No se busca el poder para lograr valores morales, sino que los valores morales se utilizan para facilitar el logro del poder”. (p.26) Por lo cual, se ambiciona un equilibrio de poder que, “neutralizando a los demás estados, deje al nuestro en libertad para ser la fuerza y la voz que decidan”. (p. 29)

Sobre nuestra región expresaba: “Todavía más importante para…  Sudamérica es la lucha de poder entablada en la otra zona de conflictos..., la cuenca del río de La Plata. Aquí los protagonistas son los dos estados más poderosos de América Latina, y la recompensa sería el caudillaje e imperio del continente sur”. (p. 336)

Spykman alertaba del peligro de una potencial hegemonía nazi sobre Sudamérica y proponía la defensa conjunta del continente, bajo dirección estadounidense. “Veintidós estados soberanos…   no sabrían defenderse contra el… monopolio comercial del mercado europeo. Sólo una economía unificada del hemisferio… podría ofrecer oportunidades de defensa contra… una Alemania victoriosa. Y sin embargo, ninguno de los estados americanos se avendría a realizar de (buen) grado los cambios imprescindibles para crear esa economía de tipo regional. Únicamente la conquista del hemisferio por Estados Unidos y la implacable destrucción de las economías regionales ahora existentes podría realizar la integración necesaria”. (p. 436).

Estos planteos influyeron en Golbery en un aspecto central: el rol brasileño en América del Sur, en un contexto en el cual, desaparecido el peligro nazi, crecía otro de mayor magnitud: las guerras revolucionarias que amenazaban al subcontinente.

La relación Spykman-Golbery fue analizada por Trías, 1973 y Schilling, 1978, entre otros, transcribiendo parcialmente a Spykman -sacado de contexto-, para describir un supuesto plan del imperialismo norteamericano, aliado con el subimperialismo brasileño para destruir las economías nacionales sudamericanas e integrarlas forzadamente al eje Washington-Brasilia.

Golbery sostenía un desarrollismo hacia el interior brasileño, y la dictadura llevó a cabo un plan amazónico bastante trágico para el ambiente y los pueblos aborígenes.

Pero interesa destacar otros planteos. En el contexto de la defensa contra la penetración comunista, reformulaba las tesis de Spykman y las adaptaba al nuevo marco internacional (Geopolítica..). Aceptaba a EEUU como líder de un bloque americano que contuviera al comunismo y ofrecía a Brasil como potencia capaz de cumplir ese papel en Sudamérica. Así, Brasil podría ser el gendarme, guardián de las fronteras ideológicas y, también, imponer políticas a los países vecinos. Proponía entonces un Canje (Barganha) Leal, es decir, que Brasil actuaría siempre al lado de EEUU a cambio de que éste le posibilitara operar libremente en Sudamérica (p.74).

“En realidad, Brasil es un imperio, un amplio imperio compacto…” (p.134). Posee “una dinámica migratoria…  que se manifiesta desde hace siglos… que… consolida… la propia unidad nacional… y, además, un indiscutible espíritu imperialista, alerta y vigoroso…” (p.135). En esta idea, Brasil no fue ajeno a intentos secesionistas de sectores probrasileros del Departamento de Santa Cruz (Bolivia, años 1970). El hierro de El Mutún y el petróleo resultaban atractivos para un Brasil en rápida expansión industrial y muy dependiente de los hidrocarburos.

Reinstalada la democracia (1985), Brasil abandonó potenciales conflictos militares con Argentina y se volcó a la cooperación e integración con sus vecinos (Mercosur). Pero Bolsonaro quedó con su mentalidad formada en años de dictadura en su corta carrera militar (expulsado del Ejército, al parecer, por inconducta). Ve comunistas por doquier y, en claras actitudes imperialistas, trata de imponer sus impulsos (no llegan a la categoría de ideas), copiando a su gran referente, Donald Trump. Pelea con todo el mundo, opina sobre asuntos internos de la Argentina promoviendo la reelección del presidente Macri y calificando al peronismo como “banda de izquierdistas”; denostó a Michelle Bachelet por un informe de la ONU sobre violaciones a los derechos humanos en Brasil; califica de “intolerable” la existencia de un gobierno “socialista” en Bolivia; amenaza con destruir al Mercosur si los socios no siguen sus políticas, etc. Los avances logrados en América Latina y el mundo en términos de integración y multilateralismo en las relaciones económicas, que siempre contribuyen al diálogo y a la paz, este señor (y Trump) intenta retrotraerlos al soberanismo y al bilateralismo comercial surgido de la Gran Depresión de los años 1930, que tuvo su cuota de responsabilidad en la tragedia de la Segunda Guerra Mundial.

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